29 jun 2016

Rollos matutinos 98

Captura de un instante
Un momento de felicidad que disfruto con consciencia plena: Es de noche y estamos preparando la cena. ¡Voy a hacer un Wok de verduras con carne picada! En el equipo suena una selección de música que Domingo tiene en un pendrive. En concreto en este momento en que capto en la consciencia la felicidad de ese momento, es una canción de Amy Winehouse. Y mientras pico la verdura para saltearla, disfrutando en ir pensando en cómo y de qué manera voy haciendo para que me salga lo rico que me va a salir, me asalta la clarividencia de estar viviendo una felicidad total. Total. No cabe duda. Incontestable. Ni siquiera tengo que pensarla, para sentir ese gozo tan intenso como básico que el paso de mi tiempo por ella me procura. Sólo dejarme ir viviéndola en esa perfecta armonía que todo lo llena. No necesito nada. Y nada me sobra. Y tengo la seguridad de que el sólo momento ese que está trascurriendo, dure lo que dure, tiene todo lo que hace falta para hacer suficiente el significado de toda una vida. Y centrarme en el consumo del trascurso del tiempo en el que se va perdiendo el instante tranquilamente para siempre sin parar es lo que aumenta el gozo del disfrute de esa felicidad. Me veo de todas formas y en todas las posiciones. Desde completamente dentro de mí cuerpo y del momento que se fuga mansamente, a algo parado fuera de todo por completo como si fuera algún tipo de soporte en el que recoger grabado lo que se está yendo hacia el pasado sin cesar de acontecer. Lola duerme sobre su manta en el suelo de la entrada de la casa. Domingo está mejor ya de su gripe sentado a mi lado en la cocina mirando como preparo las verduras, seguro de que el día peor ya ha pasado y con ganas de comerse lo que se prepara. La Luna está llena a un cuarto de su paso por el cielo y Júpiter, en todo lo alto, relumbra tanto junto con tres o cuatro estrellas que ni la claridad de su luz puede apagar su brillo. Sietemilmillones de humanitos viajan conmigo en el mismo Globo cada uno caramboleando con su bola en este viaje siderotemporal. Y todos juntos no somos más que una partícula atómica de algo de lo que no tenemos ni puta idea de lo que puede ser, pero que los que se comen matemáticamente el coco dicen que se expande a una velocidad vertiginosa.
Sin embargo, el ritmo del transcurso de paso del tiempo de mi momento feliz preparando el wok de verduras era tan placentero que parecía cualquier cosa menos estar inmerso en un proceso material vertiginoso. Y sin embargo, cósmicamente hablando, debe de ser así, qué duda cabe. Acabo de volver a subir a la terraza y ahora ya, la Luna está en su cenit, Júpiter sigue brillando igual pero ahora a un cuarto de su ocaso y, el que llega rojizo a la mitad de su zénit es Marte. Todo lo cual viene a decirme que es justo la confluencia astral precisa para que me vaya a la cama.

No hay comentarios: