30 abr 2013

Rollos matutinos 79

Buitre con niña

Mientras me afeito lo veo. La visión arranca del recuerdo de una foto que acabo de ver en una noticia del periódico. La foto es de una niña negra desnuda consumida y muriente, en cuclillas y con la cabeza pegando por la frente en un suelo reseco terroso y polvoriento, a punto de palmar de hambre con un buitre al lado que está esperando pacientemente a que se muera. La noticia es sobre el fotógrafo que la hizo y aclara que la foto ganó ese año el más prestigioso certamen de fotos y que la escena era en algún lugar de esas áfricas de dios, y que el fotógrafo se había suicidado en todo el esplendor de su carrera poco después de ganarlo. Uno sabe que uno nunca se puede saber por qué se hacen las cosas y que probablemente a lo mejor en el caso de este suicida ni él mismo supiera tampoco por qué daba ese paso ni cuando lo dio, pero no puedo dejar de pensar que el hecho de andar por este mundo ganándose la vida haciendo fotos como esas tiene que ser algo que le acabe marcando a uno aunque sólo sea por mirar de forma tan directa a la primordial crudeza en que en realidad consiste la existencia. No sé, pero a lo mejor era a este orden de cosas a lo que se refería el mito aquel de la Medusa, que dejaba de piedra al que le viera la cara. Y uno tiene que tener cuidado, si es que anda viviendo de retratar el horror para venderlo al mercado del curioso, de no cruzarse con los ojos de la bestia. En cualquier caso, la imagen de esa imagen me ha estado dando vueltas por el coco mientras que me afeitaba y alrededor de ella he ido descubriendo, como un buitre observador, la trama real del mundo de la Vida y la película particular que conforma nuestra praxis como especie. Ese día a día del bullir humano sobre la costra del Planeta, buscando cada cual arrimar el ascua a su sardina. Y es que, hace tiempo que lo sé, es la búsqueda de ventajas en la obligada depredación que supone el tener que buscarse la vida día a día lo que va creando las estructuras que generan el Pensamiento, la Moral, las leyes, el Orden, y todo ese montaje cultural coercitivo con el que luego se trata de dorar pomposamente la cruda realidad del cósmico pillaje natural con no sé qué trascendencia de aires místicos que tratamos de vendernos como un tipo de civilización que tiende a la consecución de unas cosas divinas frente al caos del Universo. ¿Divinas para quién? ¿Lo serán por lo menos para los que viven de aplicarselas en las mieles de las cumbres de sus éxitos? Porque mira tú si al final ni para esos. En cualquier caso. Pocos son los abundios que no tienen esa tara. La de tener que buscarse la vida día a día. Y desde luego no sólo están inmerso en esa especie de castigo natural los que tienen el marrón de tener que buscarse el mendrugo de pan y el trago de agua, que es desde luego el marrón donde los haya, sino que están también los que se meten en las luchas de tener que buscarse el prestigio o la consideración de vete tú a saber qué fatuos sueños de poder, quizás al fin peores y más encarnizadas que las que llevan a cubrir las necesidades más elementales. Con frecuencia estos que tienen antojos elitistas son los que se encargan de acarrear la ruina a toda la purrela que forma la esfera de pringaos, aunque estos por su parte parecen no haber venido al mundo sino para satisfacer el objeto de ese abuso. Entre los que están en el punto extremo de la niña del buitre y de, vamos a poner, uno de la trilateral esa que dicen que son ahora los que mandan incluso por encima de papas y gobiernos, hay por supuesto todo un abanico de niveles que se cruzan entre ellos con infinitos lazos de interdominaciones. Y si bien es sólo la mayoría la que está metida hasta el cogote en el más cutre carrusel del corre que te pillo sin parar, la verdad es que luego los de la clase esa que llaman media-alta, y que se creen que ellos se han llegado a aupar a una especie de limbo superior por encima de las calamidades de esas cadenas inferiores, están prácticamente todos hundidos en la misma miseria de tener que mantener, interminablemente, la misma lucha agotadora para defender los escalones conquistados, ya sea yendo cada día a un trabajo indeseado teniendo que estar encima al loro de cortar, desde que nace, la posibilidad de que te quite el chollo que disfrutas el que pretende ascender a costa tuya en cuanto te descuides. Y es que, desde luego, es el defender el pille, cada uno del cacho que ha alcanzado a pillar, lo que genera la asociación de acciones que van encajando el plebiscito social de toda la estructura de la trama del reparto de poderes. Cuidado con el que cuente otra tipo de milonga para justificar la Ley, porque o está tratando de engañar para legitimar su pillar el muy hijo de puta o, lo que es muy raro pero es peor en cualquier caso, él es el primer engañado porque además de un hijo de puta es completamente gilipollas.
Pero, ¿a qué venía esto con respecto al nefando cuadro de esa pobre niña y de ese afortunado buitre? Ah, sí, ya, claro, es que de pronto parecía que no pero es precisamente entre las sombras de este flash donde queda perfectamente retratada la oscura razón de esta triste escena. 



Nota in memorian: el autor de la foto se llamaba Kevin Carter, sudafricano, y se suicidó en 1994. Con la niña y el buitre nadie sabe lo que pasó pero parece deducible.

Leer más

12 abr 2013


Leer más