22 mar 2008

Rollos matutinos 6

Asnadas.

Esta mañana se me ha mezclado en la sesera el sabor de mi tostada de ajo, aceite y miel, con el gusto delicioso del café y las imágenes que no puedo dejar de rumiar desde que anoche vi una noticia mientras hacía frente a la tele mis gimnasias de antes de cenar. La noticia era del Aznar, repeinao, en Inglaterra, diciendo en el quinto aniversario de la guerra de Irak que estaba mu contento de que le hubieran inseminado dejándole embarazado de ella y de haberla parido felizmente tras la dura gestación. Al final se refirió al momento actual consecuencia de esos actos, de los cuales el era padra, o madro, o espíritu santo, con estas palabras literales: “no es una situación idílica pero es una situación muy buena”. Pronunciadas con la prepotencia del asno y el inglés horterino que cierta clase de españolitos exhiben presumidos en cuanto que tienen ocasión como muestra de su curta condición y su fervor americano, cargándonos a los que tenemos que verlo con la vergüenza ajena que ellos no tienen la capacidad de reconocer sobre sí mismos por muy grande que sea. De que le oí decirlo en medio de una flexión abdominal me surgió en la mente la imagen de un anuncio publicitario, de una conocida marca de embutidos, en la que sacaban a los supuestos cerdos que luego iban a servir para hacer sus chorizos corriendo en manada por una playa idílica a cámara lenta y con la música de Carros de fuego. Enseguida se me mezcló con otra de otro anuncio parecido, creo que de un pavo, al que sacaban, animado con técnicas digitales, luciendo mientras guiñaba un ojo al espectador y sacaba pecho orgulloso, a modo de condecoración, el premio de la medalla que llevaba prendida en la pechuga y que era la misma que luego iba a lucir en la etiqueta de la marca del fiambre. Y enseguida se me superpuso otra de otro, esta de un cerdo que acude a un teatro lleno de gente enardecida, deslumbrado y feliz entre focos y flases, donde le cuelgan del cuello entre una algarabía de ovaciones el preciado trofeo de la chapita que luego llevará atada a la pezuña del jamón como galardón por haber llegado a ser tan sabroso. Quizás fueran distintos los anuncios reales de las escenas que se me vinieron a la memoria, también me llegó junto con ellas la sensación de que había visto muchos más parecidos, variaciones de lo mismo, que no podía recordar, pero que tenían en común la indignación que me provocaban por la profunda falta de respeto que venían a significar para con los seres que servían como materia prima para nuestras digestiones con el horroroso sacrificio de su existencia. Comérnoslos es ley de vida, pero es un pecado cósmico imperdonable hacerlo encima con cachondeíto. Lo tengo muy claro. Presiento que hay un equilibrio universal que se rompe cuando se hacen esas cosas. Un crack pequeño pero definitivo. Y esas asnadas entraban dentro de eso por completo. Porque una cosa es que mantengamos en la mierda a toda esa gente para que nos sirva de gasolina que mueva el motor de nuestra industria y otra faltarles al respeto encima. De forma gratuita. Sólo para autosatisfacerse el ego uno que se cree muy importante en la historia y que sólo es un pringadillo con la única trascendencia global de haber sido el tampax de un periodo del Poder. Qué gran prueba de la inexistencia de un dios justiciero. De haber existido un tal le habría partido la boca allí mismo ante las cámaras y nada más haber pronunciado las palabras, idílica y muy buena, referidas a ese infierno que viven millones de personas como cosa cotidiana. En siete cachos.

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15 mar 2008

Rollos matutinos 5


El ojo real.

Hay situaciones, que pueden ser profesionales o casuales, buscadas o encontradas, que por sí solas sacan las realdades fuera de lo establecido de cuajo. De forma por completo incuestionable. Y las ponen en un punto de vista..., vamos a decir... peculiar, cuando no dentro de la realidad más brut nature que pueda imaginarse. Sí, se me ocurre por ejemplo la de un médico que podría ser real. Es decir, el médico que le eche un ojo a la Reina al mal de almorranas que, por ejemplo, sufriera o sufriese. Ese tío, en ese momento, en esa situación, en el ejercicio de esa su cualificadísima profesión, enfocando con pericia la estructura social con ese punto de vista tan puntualmente concreto y de una totalidad tan absoluta sin embargo. Hummm... ladéese un poco más hacia la izquierda, alteza (o quizás se debería decir majestad), que pueda yo examinar bien la zona afectada, así, así está muy bien, gracias alteza. Y ella que igual calla privada de toda altanería en tan, cósmicamente hablando, cruciales circunstancias, que quizás le dice que por favor no emplee los tratamientos debidos al protocolo por su rango en esos precisos momentos tan realmente duros, en el que el único tratamiento que espera ansiosa de él es el que le cure ese horror que sufre en regio silencio. Y él que quizás le responde que por dios, alteza, qué buen humor tiene usted siempre, mientras aparta los reales cachetes con las manos en los guantes de fino látex y agudiza el ojo para centrar la vista en la valoración pericial del estado exacto de la inflamación varicosa que sufre la corona circular del agujero negro del realísimo culo. Qué especial situación para mirar la relación súbdito rey, ¿verdad? Pues a eso me refiero, o quiero referirme. A esos puntos de vista accidentales, tan infinitamente variopintos y frecuentes, donde la puta realidad subvierte el montaje vano de lo sagradamente establecido sin dejar lugar a dudas, (¿o es cierto que lo accidental no existe?), como si fuera una bomba silenciosa que resquebraja sin remedio la convicción más firme en las convenciones más estructurales con un pum tan sordo como irreparable. Aunque el convencionalismo haga enseguida como que no pasa nada y consiga que la farsa continúe tan tranquila ejerciendo sus funciones fuera de peligro.

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