16 sept 2013

Rollos matutinos 82


Postatún

Con cierta premura, a toda la gente que ha trabajado y pensado para vivir. Antes de que se descohesionen mis átomos. Dice Puncet en la dedicatoria de un libro suyo sobre la vida, la muerte y el Universo. Y a mí me ha parecido oportuno empezar esto con esto porque viene bien para conjurar ese momento tan serio por el que tiene que pasar todo lo vivo y que es con lo que quiero especular ahora. La descohesión física de los universos personales en el trasfin molecular de sus egolatrías. Hay muchas, formas de descohesiones corporales, que pensadas desde la obsesión corporativa de la vida espeluznan, pero esta de este postatún en concreto tiene además el corte de la milimetría fría que tiene lo oriental. Es la del Atún Rojo. Sí, esa especie que está a punto de desaparecer por depredación nuestra. Considerémosla así, su descohesión, en principio a escala de especie. Durante un momento ved como les ha tocado en karma la china de caer como género en el agujero negro de nuestra gastronomía. Podéis ver por un rato el vídeo de como les engulle en masa la gravedad de nuestra gula. Ggggiuuuupp. Pero después quiero personalizar esa película carnivalesca en la individualidad de un solo ser. Me interesa para materializar bien el horror que te quiero hacer sentir. Poner protagonista a esta escena de terror de entre todas las que forman la norma cotidiana de la Vida y en la qué tú a lo mejor participas gozando del placer que da el horror cuando se ejerce desde el papel del malo. Hagamos pues estrella de la peli al Atún Rojo. Pero este uno. Uno que le toca ser él cada año. Porque cada año se repite el rito en la lonja de pescados de Tsukiji, en donde tras una gran subasta uno de esos miles de atunes que se pescan cada día se convierte en el atún rojo más caro del año. Y cada año alcanza ese Atún Rojo un poco más de valor en su destino. Este año, el Atún Rojo protagonista de este post ha alcanzado la cifra estrafalaria de 1.350.000 euros. Tres veces más que su homónimo anterior. Era eso sí, guapo, estaba en perfecto estado de salud y pesaba doscientos veintitantos kilos. Aún así…
El dato es tan estridente que, comentado en una reunión un poco después de ser leído me hizo dudar de mi veracidad. Ya sabes, es eso de que lees algo que te impacta y luego lo repites en una conversación durante un rato de tapeo y lo sueltas sin pensar y hasta a ti mismo te resuena imposible cuando lo estás diciendo y te dices, me acabo de pasar, mira que soy exagerao. Eso pasa. Todos dijeron que eso no podía ser verdad. Yo también lo dudé. Dije para salir del paso, bueno, o una barbaridad así. Pero luego lo miré. Bendita sea Internet con sus hemerotecas. Y estaba en lo cierto. El cuerpo del animal había costado 1,35 millones de euros. El bicho había vendido su querido universo a nuestra especie casi a siete euros el gramo. ¿Se podría decir que, cósmicamente hablando, había vendido cara su singularidad? No creo que el Cosmos entienda de escalas monetarias de valores y él desde luego nada ha cobrado de esa transacción sin embargo tan enteramente suya. Pero la compraventa es una razón vital que sin duda está interactuando en la ecuación del Cosmos, y, en cualquier caso, verlo así me puede venir bien para hacer ver lo que ahora me interesa. Porque lo que quiero es que sientas el ser de este atún, que entres en su cuerpo, ese eslabón vital en la cadena universal de la expansión de la Materia que él ha cubierto con su pasar por la Existencia, único e irrepetible, como el de todos. Cósmicamente hablando, en todo igual al tuyo. ¿Crees que él habría podido sospechar que ese podría ser el fin para el que trabajaba la mitosis de sus células? ¿Esa maravilla de orden cosmológico que era su ser mientras nadaba, funcionó toda su vida para esa macabra conclusión? ¿Qué hubiera pensado él de su destino si se lo hubiera predicho un día una atuna bruja? ¿Ser comido está asumido en el ser de los atunes como en el nuestro morir de un atracón de triglicéridos o un cáncer de pulmón por nicotina? Pero para nosotros eso de ser comido impone. Pasar a ser considerado puro bulto proteínico objeto de aparatos digestivos sin otra trascendencia que ser un alimento. Sin embargo, es curioso, no implica el mismo grado de susto pensar en ser manjar de miles de gusanos en la tranquila tumba que en ser menú de una fiera carnívora o de una tribu de antropófagos. Aunque todo es relativo y lo cierto es que ha ocurrido en nuestra Europa y nuestros días que hay quien se entrega al erotismo de hacerse comer por amos caníbales que se buscan con esmero, ocultos a la ley, en los reductos secretos de Internet. De todo hay en el universo de los gustos. Y del mismo modo que se dejaban los cuerpos de los reos ejecutados con las más terribles torturas que se pueda imaginar, expuestos en las cruces tras ser crucificados, o hincados en el palo en los que se les había ensartado por el culo, para que al ser comidos por las aves carroñeras dieran aún más castigo al muerto y mayor susto a los vivos, otros hacen eso de darles a los buitres la carroña de los cuerpos de sus muertos, con religioso amor, en muchas partes de la India, para que se los lleven volando por ahí dentro de sus tripas y los dispersen cagando aquí y allá desde las alturas en todas las direcciones. Y así también habrá quienes vean en el tremendo postatún de este Atún Rojo, desde un intenso horror puro y sin vuelta hasta un sagrado mérito contributivo a no sé qué concepto piramidal evolutivo del que tendría que estar el pobre pez hasta orgulloso. Esto último es desde luego discutible y dependerá sin duda de la soberbia de especie que se tenga, y del lado de la cadena alimentaria en que esté el observador que emite el juicio. De todas formas supongo que una vez muerto uno, poco importará cómo se acabe dispersando el orden atómico de tu querida masa. Pero visto desde el punto de vista de los vivos hay casos y casos. No se nos antoja lo mismo ser comido como un bisonte por una tribu de indios de las praderas, después de ser cazado a la carrera y tras una solemne ceremonia de agradecimiento al Gran Manitú que todo lo maneja, que venir a ser un pollo de jaula despiezado en una cadena de un matadero factoría y comido en un macdonal por un niño bulímico de una familia de gordos, o sentirse gacela víctima de un grupo de leones muerta en la sabana de un par de bocaos que un gusano de esos que pica esa avispa hijadeputa que paraliza a sus victimas para dejarlas en el nido al lado de sus huevos para que cuando nazcan sus larvas se alimenten de ellas comiéndoselas vivas poco a poco mientras crecen. En todo hay grados. Y peculiaridades. Y en cualquier caso… veamos el periplo de este Atún Rojo fríamente a ver cuál ha sido al fin el hado de su historia. Porque sólo viendo la Vida tal y como es podemos llegar a ver cómo es la Vida.
En su caso su razón de ser ha sido trascender a ser el cuerpo y alma de una cara acción publicitaria de una cadena de restaurantes japoneses, que invierte a la pérdida un pastón para ganar prestigio que le dé luego en seguida más dinero, haciendo comulgar a sus clientes en la marca con benditos bocaditos consagrados con finas laminillas de sus carnes.
¿Qué es lo que se me antojó tan horroroso en su final cuando empecé a escribir este rollo matutino? ¿La descohesión de su cuerpo seccionado primero en tajaditas masticadas luego con fruición y digeridas después para su aprovechamiento puramente energético por ejemplares de otro tipo de propuesta de un mismo tipo animal de biomaquinaria? Bien pensado, ¿no es peor pensar en la cremación que está ahora cada vez más de moda? Porque no es lo mismo lo que ocurre en nuestros crematorios que esas piras románticas de los hindúes ricos, que tienen leña suficiente para arder en llamaradas de trágica poesía hasta que no quede nada. En occidente te queman en vete tú a saber qué tecnológicos hornos microondas donde tus humos se mezclaran en los respiraderos con vete tú a saber cuántos y qué cremados anteriores y cuántos venideros, con lo que acabarás enredado en un pelote de hollín vete tú a saber con quién y en qué tipo de basurero cuando toque cambiar los filtros del sistema. ¿Y en el caso de los enterramientos, qué tiene de peor el que te coman cienmil bocas japonesas que no se sabe qué mogollón de gusanos y microorganismos de la putrefacción? Y sin embargo… es impresionante pensarse fraccionado por cienmil microcortes del cuchillo preciso de un técnico nipón del sushi de alto estandin, en cienmil exactas tajas hechas con precisión quirúrgica de economía oriental, para luego verte dispersado con la rapidez de la mensajería frigorífica a todos los restaurante de la cadena por las cuatro esquinas del imperio. Y en pocas horas ser comido digerido y defecado por cienmil culos distintos en cienmil tazas diferentes de wcs. La verdad es que es difícil concebir una descohesión más absolutamente dispersante y más completamente aprovechada por el metabolismo de un depredador. Poco quedará sin ser degustado y digerido. ¿Tendrá, cósmicamente hablando, el horror de un fin como este, algún tipo de premio cuántico en algún tipo de escala universal o sólo el valor de ser un caso más del espanto común que es la Vida en su sustancia? Invirtamos un instante de silencio en la meditación de este detalle trascendente. … Ya. No sé. Quién sabe. Tal vez las cosas han de ser así cuando lo son de hecho, y todo cuadra según el plan del Cosmos, y la Esperanza Aguirre se hizo carne el día de su concepción para que yo tuviera la posibilidad de hacer un post cojonudo el otro día sobre la védica explicación de la vergüenza ajena insoportable y él, el Atún Rojo, sufre el postatún de su pasión cíclicamente, dejando el drama de su vida grabado para siempre en el metraje universal de los aconteceres, para hacer posible con el sacrificio de su chicha y la liturgia de la banca, la redención de millones de yenes en una comunión cruenta y mercantil que une la cosa de la carne y el gusto antiguo de comer con la mística económica del mercado empresarial, en una perfecta confluencia de la evolución física del Cosmos hecha atún y los trapicheos financieros hechos técnicas de márquetin. Por un instante del transcurso galáctico del Tiempo miríadas de impulsos atómicos solares y miles de intereses económicos bancarios ruedan como parte del mismo engranaje cosmológico que son y entretejen sus destinos en un mismo capítulo de la Historia de la Expansión de la Galaxia que brilla con toda su acrimonia de dolores y placeres por un instante radiante de presente y luego, en un decir amén, cumplida su estelar misión al tiempo del bocado, desaparecen cada uno por su sitio en el agujero negro del pasado a donde van a parar todas las acciones. Vitalidad de Pez y rentabilidad de corretajes. Drama de la Biología natural y natural aprovechamiento financiero del drama de la Biología. El uno, yéndose por las tuberías de los emisarios entre las heces de la defecación a enriquecer con otras porquerías las nutrientes de las aguas y, los otros, cada uno con el cacho de ganancia que han sacado jugando con la amputación especulativa del cuerpo pisciforme, filtrándose como si fueran agua entre los arenales de haberes y deberes activos y pasivos de la espesa red de transacciones y chanchullos que mueve el plasma donde gravita el universo del dinero. Los dos conjuntos, desde luego, partes de una misma Obra, no sé si creación de un tipo divino de capricho o capricho de un Tipo divino pero, sin duda, hijos del mismo Creador. Y de seguida, vuelve a empezar el ritual del rito.
Ciertamente. No se habrá acabado de tirar de la cadena del váter que llevará el último residuo del Atún este de hoy al emisario del desecho, que ya está engordando en algún punto del mar el Atún Rojo del año que viene. Y no se habrán acabado de contar los réditos de esta operación que ya se están gestando en las bolsas de valores los presupuestos de las nuevas inversiones que harán posible de nuevo el misterio de la transubstanciación de pérdida en ganancia. Bendito sea por siempre el cuerpo del señor Atún que une en un mismo salivar el impulso crediticio y saboroso. Y que el rodar que rige el destino del Ser en el Acaso nos eviten el tener que conocer, ni por casualidad un día, el sacrificado papel que le toca en nuestra relación, para nosotros tan lúdicamente nutritiva, para él tan escalofriantemente terrorífica, y para el Cosmos… ¿tan normal?, ¿tan intranscendente?, ¿tan como son los reglamentos que rigen el correr de su corriente? Un amigo mío me dice, ¡tío, qué trágicamente te gusta ver las cosas! Y yo le digo, hombre, si no eres capaz de ver la existencia tal cuál es, poco vas a ver de lo que tiene de verdad esta existencia, ni en su parte terrible, ni en la supuestamente maravillosa, ni mucho menos en lo mucho que tiene de tragicomedia, que es donde puede ser que tenga gracia y donde resida, si es que existe, la Verdad. Y otra amiga vegetariana me dice, ¡yo lo que no puedo comprender es que encima de decir lo que dices sigas comiéndote animales! Como si fuera tan fácil como eso el salirse del motor implacable que mueve el engranaje de este cóctel de horror y… ¿de belleza? que forma lo que llamamos existir. Yo en cualquier caso, esta noche me hago sushi. De atún, de gambas y de salmón (le suelo poner unas briznas de apio y zanahorias para jugar con el color y las texturas). Que con tanto hablar de esto, al tiempo que se me revela en toda su acritud la cruda realidad que mueve las esferas en las que giramos dando tumbos en espirales infinitas, junto con el Atún, en todas las direcciones a la vez vete tú a saber por dónde ni el para ni el porqué, me entran ganas de regodearme con el intenso sabor de la carne cruda del pescado. Es raro, pero es normal. Aunque también podría decir que es normal, pero que es raro. Y lo que es claro es que si yo, en esta estrecha relación, en vez de yo, fuera el Atún…, qué duda cabe, me cagaría mil veces en el Criador que me hubiera abatanado. Los dioses, y las diosas, sabrían si me serviría de algo la blasfemia. O si encima me supondría un castigo adicional, volviendo por ejemplo a ser, una vez tras otra, atún, en esta Rueda Universal de comensales y menús en que consiste, fundamentalmente, todo Esto.

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