18 jun 2016

Rollos matutinos 97

 Abstracción
Dicen hoy en una de esas noticias sobre curiosidades de la ciencia o de la vida, de la que tanto creemos conocer, que en algunas granjas de gallinas hacen pasar cada día por delante de sus jaulas una plantilla con la figura recortada de un gallo de perfil con una buena cresta. Para inducirles la producción de huevos. Le cuento a un amigo mientras paseamos a nuestros respectivos perros por el campo. Es que la gallina es uno de los animales más tontos que existe, me contesta mi amigo, seguro de la veracidad de algo tan conocido por todo el mundo como es la total simpleza que las caracteriza. Y entonces, madre mía, pienso y veo con tanta claridad que soy hasta incapaz de compartirlo con mi amigo, qué es lo que somos nosotros los humanos, con nuestra prepotente sabiduriísima, que creemos hecha a semejanza de los dioses, enganchados masivamente a esos juegos de sombra que son la pornografía a la que tantos, alrededor de todo el planeta, a toda hora y en cada momento, están enganchaditos mirando sus pantallas. Después medito un poco más en el silencio que la profundidad de esta visión comparativa me ha abierto por un instante en mi pasar por el Espacio-Tiempo, y voy viendo claramente cómo no solo son pornógrafas, las crestas de los gallos que reconfortan o exasperan al género Humano. A ese mismo tipo de impulso pertenecen las banderas, las estampas religiosas, las fotos de los líderes, y en general todo el gusto cultural por cualquier tipo de imágenes. Ese juego de colores impresos que es la base y el soporte primordial de todas las actividades de nuestras culturas, incluida la mahometana, que tanta rabia las tiene que las prohíbe tajantemente desde el principio fundamental de sus más rígidos preceptos, sin que hayan conseguido dejar de pirrarse por ellas. ¡Somos en verdad gallináceos implumes de uña plana! Y en nuestro caso no sólo libinideamos cosa mala bajo el efecto de ciertos estereotipos de cartón que nos pasen por delante, sino que por algunos de esos símbolos somos capaces de ponernos a matar. Por un momento siento una vergüenza cósmica terrible que sólo se me aplaca cuando pienso que tal vez no haya en todo el Universo ningún tipo de sensor consciente capaz de valorar este tipo de cosas, y entonces da lo mismo. Luego, ahora mientras escribo, me digo que en realidad ese mismo mecanismo intelectual que origina la ovulación de la gallina ante la sombra de una cresta recortada, es el que forma toda nuestra lucubrería. Y esto que hago ahora de darle aquí a la tecla no es más que intentar excitar algún tipo de sitio de mi coco con una especie de cresta de gallo que yo mismo me bordo con un montón de signos, esta vez todos en blanco y negro y uno detrás de otro. Y entonces comprendo que, para que mejor cuadren las cosas del intento de saber, lo que habría que decir es que en realidad esa ovulación que experimenta la gallina ante cierta figura geométrica es, lejos de una muestra de idiocia animal, toda una abstracción fruto de eso que convenimos en llamar inteligencia.
Entre otras cosas, porque esa es la única manera de quedarnos fuera del ridículo de estar en el grupo de los tontos.

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