13 ago 2013

Rollos matutinos 81

 La insoportable levedad del tufo del Sistema

Nada más llegar a la playa, a cualquiera que tenga bañistas, ya apesta. Al perfume horroroso que últimamente ponen en las cremas solares. Debe de ser el mismo en todas las marcas. O en una de ellas ponen uno que resalta sobre el de todas las demás. Pero es horroroso. El perfume que te llega. De que llegas a la playa. A cualquiera que tenga un grupo de bañistas. Porque lo usan todos. Últimamente no hay familia que no lleve un par de botellones de esos con spray. Porque antes esto se comercializaba en pequeños envases que se vendían solo en farmacias, pero ahora se ofrece en los supermercados en auténticos botellones con sistema de aplicación a presión por pistola de diseño anatómico que se adapta como un guante a la mano que la acciona y shuuup shuuup shuuup, están todo el tiempo regándose el cuerpo sin parar. La crema de protección solar ha entrado, como todo, en el circuito del mercado de masas. Antes eran caras y venían investidas del aura de seriedad de las farmacias, y la gente que las utilizaba lo hacía con la mesura que da el miedo a gastar y la lógica de usarlo sólo para las zonas más sensibles. Ahora el márquetin científico de las grandes superficies las ofrecen a ese precio estudiado en el que a un euro más no se venderían ni de coña pero a ese los abundios se rascan el bolsillo como zombis que no se percatan del dinero que les quitan haciéndoles creer que es casi un regalo y que además de ser una necesidad obligatoria no se tienen que cortar en consumir como locos pues para eso traen la pistola de aplicación anatómica en espray técnicamente pensada para hacerles más fáciles las cosas latosas de la vida. Pienso en ese ejército de chinos que estarán en esa ciudad fábrica de dos o tres millones de obreros habitantes todos enfrascados en enfrascar las leches esas envueltos en ese maldito perfume por todas partes sin parar en algún sitio perdido de esa geografía oriental que hasta hace poco evocaba al ser imaginada atrayentes decorados de exotismo aventurero y colorista y ahora ya veis en lo que se ha convertido la magia del oriente al ser evocada. En un susto y un peligro, pero ahora no en el sentido del riesgo excitante y atractivo que tiene en sí el sueño de aventura sino en el asqueroso que tiene la realidad de la ponzoña. Encima, en este caso, perfumado. El susto. Con un perfume que pretende ser de calidad sutilmente elegida, y que es de un mal gusto tan finamente penetrante que ni aposta se podría haber conseguido algo más insoportable. Yo hace ya años que me quejo, no ante nadie, sino más bien hablando con la parte razonable de mí mismo como forma de desahogar el asco que me dan las putas cremas estas, y advierto el daño que su uso está causando al medioambiente. Que son miles de toneladas de esa química asquerosa la que mete al agua con su piel día a día esa mara de millones de neuróticos que se ponen crema antisolar a chorros para freírse luego al sol como lagartos. Que eso, no hace falta que lo diga ningún listo con proyecto de investigación subvencionado, además de ser de gilipollas, es a la larga irreparable. Pero si alguna vez mi queja ha sido en voz alta, los que me oyen dicen, ya está otra vez con la matraca este exagerado. Este año ha sido el primero en que he leído un aviso de cierta parte de la Ciencia medio diciendo en los medios especializados que ciertamente esas cremas tienen componentes que son tóxicos en muy pequeñas dosis siendo además muy acumulativos, resultando letales para la ya maltrecha vida de los mares. Hombre, es que no puede ser de otra manera, si yo estoy hasta el culo de ese puto olor, como estarán los peces y las algas, que encima se tienen que tragar todo el compuesto. A los que no los mate directamente preferirán morirse a tener que aguantar esa tortura de por vida.
En cualquier caso, qué peste. De que llegas a una playa. Cualquiera que tenga un grupo de bañista. Y es que, si quieres que te diga la verdad, en el fondo, no es que no me importe que acaben con la vida de los peces, pero eso es algo que de tanto darlo ya por hecho ya ni duele. Eso al fin es como el fin de tantas cosas que estamos en proceso irremisible de matar. Pero el pestazo… Que encima se tenga que hacer ese exterminio en vez de en el silencio de un acto inodoro con la estridencia de un pestazo hortera…
Sí, yo soy especialmente sensible a lo de los perfumes. Ya lo sé. Es mi desgracia. Pero, ¿a nadie más le ha pasado que le han dado la mano y luego no se ha podido quitar el olor a perfumazo aun lavándosela con estropajo de aluminio? ¿Nadie más ha sufrido lo de ir a pernoctar a casa de un amigo, o a un hotel, y tener que dormir con sábanas lavadas con el fino olor de suavizantes penetrantes? Pues esa sensación de impotencia ante la agresión olorosa es lo que me hizo pensar en este testo mientras nadaba a más de treinta metros mar adentro de la playa y aún me llegaba en vez en cuando a la altura de la boca y la nariz, a rachas pero indudablemente cierto, el chirriante olor a crema antisolar. Y es que han dado con la clave para hacer persistente al producto frente al agua, y ahora puedes encontrarte con ese rastro oloroso incluso dentro del mar, basta con que haya pasado un bañista que se lo haya puesto nadando por allí aunque haga horas. La peste se queda flotando en finas balsas oleaginosas que van y vienen según la voluntad de las corrientes. Así que no te puedes ver a salvo de ellas por muy adentro que te metas. Se puede decir que, de la misma manera que hemos conseguido iluminar la Noche, estamos perfumando el Mar. Me cago en la puta madre que parió al Sistema.
Sí, al Sistema. Porque es el Sistema el que emite al florecer estos perfumes y son estos perfumes los que hacen que florezca este Sistema. Me explico. Pero, ¿cómo explicar en un razonamiento de palabras las imágenes que ves sin razonar mientras vas nadando tan tranquilo por el mar y te ves de pronto comiéndote la película de crema antisolar que te está entrando con la superficie del agua por la boca por mucho que la cierres? Mira, para tener la visión de esto tal cual es como yo la estoy viendo ahora te tienes que venir conmigo, aquí, en medio de esta balsa sibilina de perfume que además de ser insoportable te mata por completo el gustazo de estar dentro del mar. Entonces es cuando visualizas asqueado toda esa estructura productiva en su conjunto y al mismo tiempo en todos sus detalles. Desde todas esas fábricas que elaboran cada una de las partes del mejunje hasta las que lo mezclan, pasando por las que hacen el plástico infernal de los envases que no se degradarán así pasen milenios, sin dejar de observar todos los costos de producción de las graduaciones y licenciaturas de tanto menda técnico que estructura y posibilita con sus ingenierías cadenas de manufactura y embalaje, medios de financiación e infraestructuras, consecución de aprobados del producto en todas la red de normativas al respecto incluidas las sacrosantas sanitarias, sistemas complejos de trasportes y cadena de distribución por la red de minoristas del Mercado con toda su estructura de cajeros, dependientes, jefes de pasillo, de ventas de sector, de estudios de comercialización… Sin olvidar el ejército de mano de obra barata que realiza todas las fases del proceso, ni toda la parte imprescindible del programa que se encarga de publicitar la mercancía y comer el coco a los abundios que forman la masa de consumo, aleccionándolos en que tienen que comprar, en este caso además por imperiosos motivos de salud, inevitablemente, ese producto pseudocosmético y cuasisanitario que le meten por los ojos de la necesidad para siempre. Porque ya nunca podrá concebir el abundio ir a la playa sin el lastre de esa botella con pistola anatómica de aplicación a chorro. Y ahora, si un día se consigue que acabe la locura de esa absurda producción tan dañina como innecesaria, será cuantificada con una cifra calculada de puestos de trabajo destruidos y una amarga sensación incalculable de pérdida de calidad de vida. A este tipo de orden suicida colectivo sin posibilidad de marcha atrás lo han ido cambiando de nombre a lo largo de su historia. Porque los vocablos que le han ido poniendo para darle brillo y esplendor siempre han empezado a oler a locura nada más usarlos, como pasa con las palabras que se inventan para neutralizar el hedor que tiene retrete, que, como le paso a váter, cogen olor a mierda desde la primera vez que se pronuncian. Así, tras civilización, capitalismo, progreso, economía libre de mercado… ahora a esa autodestrucción cada vez más incontestable y poderosa se la llama crecimiento, nombre que dura porque nadie quiere asumir que lo que hay que hacer en nombre de la mínima cordura es decrecer echando leches. De todos modos, cuando ves esta película, así como la estoy viendo yo ahora, nadando entre la peste de las cremas en lo que tenía que ser el mar, y miras desde dentro a la orilla de la playa y ves toda esa plaga de tubos digestivos con patas de todas las edades que la infestan con sus cuerpos y sombrillas y sillas plegables y neveras y colchones inflables y piscinitas inflables para los bebes y tumbonas y toallas y cámaras de fotos y gafas de sol y teléfonos iphones y trajes de ibuprofeno y rifles baratos de pesca submarina y cañas de pescar y aletas y gafas de ridículos buceos y juegos de pin pom y todo ese pim pam, de una punta a otra a lo largo del agua sin dejar sitio vacío, comprendes que algo se ha rayado ya sin remisión. En el disco equilibrado del Planeta. Como cuando se rayaba un disco de vinilo. Y ya nunca podrá abandonar la aguja rutinaria el surco antinatura que el mal uso ha abierto en el rodar de la costumbre humana. Habría que cambiar de disco si es que hay otro. Porque en esta orquestación, el delirio de un sistema que sólo busca aumentar su capital explotando gentes y recursos incluso por encima de su supervivencia se retroalimenta con la estulticia de una piara que sólo entiende la felicidad como el consumo compulsivo de engañifas cada vez más llamativas, las cuales traga y traga sin poder alcanzar jamás satisfacción, gruñendo en cuanto se las racionan y llegando a reventar si tienen suficiente poder adquisitivo como para no cortarse en su deseo. En este círculo infernal, nadie puede decir si fue primero el huevo mercader o la gallina compradora, pero en esa triste conjunción se encierran los intríngulis de todas las luces y las sombras de lo que está suponiendo, cósmicamente hablando, en el proceso general de la expansión del Tiempo, nuestro paso por el Vacío Sideral. Espero que al menos estemos sirviendo de espectáculo para llenar el ocio de algún divino espectador, porque si toda esta mierda encima no sirve para nada, apaga la vela y vámonos.

La imagen viene de
http://pixelpastahome.blogspot.com.es/2011/04/surfrider-foundation-fossil-bottle.html

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