6 oct 2013

Rollos matutinos 83

Pósteres

Los cuadros visten mucho. Puedes tener una casa cutre que pones un cuadro y parece como que más no sé qué. Eso es lo que he hecho en la entrada de la mía. Quedaba así como que muy poco fina con un mueble de madera mala lleno de zapatos sucios y la percha antigua y cutre, cogida en la basura, que siempre está hasta los topes de ropas colgando. Y fui y me agencié una reproducción de The Nighthawaks de Edward Hopper, que me encanta porque es como un destilado espirituoso de nocturna soledad de gran ciudad para grandes bebedores de la vida. Y ahora, como que le ha dado un no sé qué más de nivel. A la entrada. Sí, es sólo una litografía, y ahora, todavía, lo in y lo on es eso de poner arte. Arte hecho a mano, quieren decir esos que dicen arte en ese tipo de contexto, o sea pinturas o grabados o lo que sea pero que sean originales, no tanto en el sentido de valor artístico genial, sino en el de no ser copias del objeto manufacturado. Y yo siempre digo que eso es, claro, mejor, pero que no siempre porque muchas veces pasa como con la música, cuando hay quienes canturrean o tocan algo y se empeñan en hacerlo en las fiestas porque es mejor la música en directo que la enlatada en formato mp3,  dicen. Y a veces vaya vaya, pero a veces… vaya el muermo que nos tenemos que tragar, con lo chachi que sería poner música con el spotify ese. Pues eso. Que hoy día hay mucho de todo y no siempre es medio bueno, y que si puedes tener una buena foto de una buena obra… pues por qué coños no va a ser mejor que el original de una mala mediocridad hecha a mano, cada día peor a fuerza de tener que verla cada día. (Recuerdo que hubo un tiempo en el que eso del arte como objeto para un solo dueño fue para cierta avanzadilla signo execrable de burguesía en el arte, ¿es ahora esta neoglorificación de la obra única un signo del repunte cutre del viejo sentimiento neoburgués en una masa, por otra parte, con el gusto formado en el consumo en serie de la tele?). Pero no es exactamente eso lo que quería yo contarte ahora a cuenta del ornato y el adorno. Es otro el flash que me interesa. Es que el otro día vi una foto de un tal Williams Eugene Smith de los años cuarenta de la España francoafgana que era de la calle malempedrada y terragosa de lo que sin duda sería una aldea perdida en dios sabe qué campiña arcaica y desolada por la que iba un tío con cuatro o cinco cuadros, pero grandes, colgados de cada hombro con guitas de ásperos espartos mientras andaba, seguramente, en busca de ver a quién se los vendía, y un niño que asomaba entre espantado y curioso en una mísera puerta. Ese era todo, el cuadro de la foto, pero uno oye al verla otros posibles niños que corean tras del vendedor, tal vez un poco antes o después de la toma de la imagen, ¡el de los cuadros, ha venido el de los cuadros! Tal vez alguna vez, no sé por qué lo veo, hasta le apedrearían quizás en alguna ocasión en algún pueblo. Porque en la raza hispana siempre han arraigado ese tipo de detalles. La foto si que era una obra de arte y expresaba todo el hambre y la necesidad de la época y la fatiga del peso de los cuadros y al mismo tiempo la alegría de tener algo que vender que tenía el vendedor de cuadros, porque muchos, la mayoría de sus congéneres, no tendría en propiedad ni esa triste miseria que el tenía. Y consiguió hacerme figurar la atracción hacia el consumo, del lujo y la belleza, que sufrirían las comadres cuando oyeran que pasaba por sus casas la posibilidad de esa adquisición, porque seguramente aquél vendecuadros de la foto, pregonaba la ocasión de comprar su mercancía. El Moro Antonio, me dije, este era como el Moro Antonio ese que venía hace unos años por aquí vendiendo alfombras linternas y despertadores, pero en español y en cuadros. En el que se veía en la foto se veía una escena de un Jesús guapo y con melena sentado entre árboles mirando en plan místico a un cielo recargado de colores que no pude apreciar porque la foto era en blanco y negro. Y seguramente entre los otros que acarreaba habría una variedad de temas píos como las típicas últimas cenas y los típicos corazones de jesús ensangrentados y algunos de temas helenos, para los gustos más profanos (que a pesar de la represión franquista los había y el Mercado nunca entiende más que de demandas), con motivos de ninfas vestidas con ropas gaseosas entre floridas fuentes cristalinas o ciervos corriendo por entre las verdes malezas de bosques encantados. Recuerdo que tras ver aquella foto estuve un tiempo recreándome en recrear las condiciones de la normalidad del día a día de aquellos tristes años. Y ahora que bajando las escalera acabo de ver mi Nighthawaks del Hopper postmoderno y me he vuelto a acordar de aquella España del vendecuadros ambulante, he visto que en realidad en el fondo no cambian al final mucho las cosas. Las cosas parecen cambiar mucho, pero no cambian nada. Todo es en realidad una repetición de un mismo carrusel que da vueltas y vueltas. Cambia el atrezo, y un poco el tema del drama, que al final siempre es el mismo, y la factura del marco y la materia de los materiales que lo enmarcan, pero los mecanismos que hacen surgir los sentimientos, como el de poner un cuadro en tu casa, o el de saber que la única verdad del Orden es obligarte a vivir en su mentira, es el mismo en mi caso que en el de aquellos posibles compradores de aquél tiempo de hambre del de la fotografía en el que gastar un cuarto de peseta en ese lujo era un lujo de verdad. La idea de la decoración como intento de aumentar el gozo de vivir es la misma en cualquier caso. Y en mi caso, también es lo mismo la pueblerinidad del pueblo aquél y el mío, y si quieres, aunque en comparación yo sería ahora mil veces más rico que el más rico de aquél pueblo de mala muerte por el que transitaba el vendedor de cuadros de la foto, también es la misma mi mísera miseria relativa de pobre de sociedad rica de ahora. Por cierto de bienestar ya en proceso de desguace, porque como todo se reduce al final a ondas, todo, la acción y reacción sociales incluida, oscila en el vaivén de un extremo a otro del arco pendular en el que ocurren los acontecimientos. Pero algo se me antoja sorprendente, aunque en el fondo también son exactamente igual, en la forma en que me ha llegado a mí la mercancía estética a mi casa y en la que llegaban en aquel tiempo de la fotografía. Si aquel vendecuadros hubiera visto la trasformación que su servicio iba a sufrir como yo lo estoy viendo ahora… Su papel difusor de los iconos me lo ha cubierto, de entrada, una compra en Internet de la lámina en una empresa holandesa que tiene más de cien mil obras distintas esperando a que las compre cualquiera en cualquier parte del mundo. Con unos cuantos cliks elegí, pagué y dos días después alguien como él, pero con una furgoneta llena de paquetes que entregar por toda la comarca y mucha prisa, me lo trajo embalado perfectamente en un canuto de rígido cartón. Fírmeme aquí y ponga el número de su carné de identidad, por favor, gracias, y hasta luego. Luego fui yo el que cogió el coche para ir hasta la ciudad al templo del consumo del IKEA, para comprar el marco que me habían hecho en China, con madera de Saigón, unos esclavos que trabajan noche y día haciendo cuadros en una ciudad factoría de millón y medio de habitantes, al lado de otra más o menos igual que se dedica a hacer banderas nacionales de todos los sentimientos patrióticos que el patriotismo pueda generar y santas figurillas de toda religión que las consuma en el fervor de sus veneraciones. Después metí dentro la litografía y lo colgué y… ya está. Ya tengo el cuadro en su pared haciendo que mi hogar parezca más… ¿bonito? Bueno, no sé, en cualquier caso, más gratificante y un poco más de no sé qué que, curiosamente, siendo lo que en verdad se busca con el gasto de ese gesto, es algo muy difícil de especificar. En cualquier caso… desde que vi la foto paso ratos repensando que por cierto mi vieja casa contuvo de hecho en su momento cuadros como los de la vida del vendedor aquel (de hecho aún conservo varios que dejé, después de comprarla, ejerciendo el cuelgue de su labor decorativa como objetos de reliquia), y con frecuencia me sorprende cómo corren todavía por entre los rincones de este escenario ahora tan mío las sombras de aquella cotidianidad tan como la de aquél niño que asoma miserable de la casa de la foto del pobre tiempo del vendedor aquel. Me cruzo con ellas con frecuencia al subir y bajar las escaleras. Y comprendo que las paredes que ahora son el cobijo de mi encuadre fueron el mismo cuadro cotidiano que cobijó sus miserias y sus felicidades. ¿Llegaría alguno de aquellos habitantes a presentirme a mí como yo a ellos? Porque yo sí juego a percibir algunas veces el cuadro que me sustituirá cuando yo me haya ido. Lo mismo que me entretengo conjurando qué es lo que se representará en el Mundo cuando la obra de mi quinta entera haya pasado. Y me digo lo que aquél, que Esto es como la habitación de un hotel que cada cliente que llega hace enteramente suya por el escaso tiempo que dura su estancia. Después se va, y su presencia es como si nunca hubiera sido de no ser si acaso por la perseverancia de algún olor particular, el natural a pies y sobaquina, o el artificioso del perfume que usaran para intentar enmascararlos, o, tal vez, el delator del humo de un cigarro prohibido que se fumó a escondidas de la Dirección sin ningún tipo de respeto por el que viniera luego.
Pero es curioso, por mucho que se limpie, al mismo tiempo que no queda nada del otro siempre queda algo. Del mismo modo que, por mucho que se intente conservar presencias anteriores, nunca va a quedar al final nada. Eso es lo que tiene la cohabitabilidad (mira qué ritmo guasón que tiene el silabeo de esta larga palabra), sobre todo si se entiende con ese punto de vista que decía Einstein, para el que “la distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión, por persistente que ésta sea.” Sin embargo, como ocurre con cualquier concepto en el mundo del comecocos, todo tiene su reverso y así parece que hay un tal Ilia Prigogine, premio Nóbel de química en el 77, que dice, “La verdadera ilusión son los sucesos reversibles y la no existencia del tiempo.” Cualquiera sabe, aunque desde luego no conozco a nadie que tenga la ilusión de que el tiempo no exista, al menos de modo persistente. En cualquier caso…, mirando el espejo de las sombras del pasado parece que los decorados se vienen poniendo y reponiendo en temporadas cíclicas, de una forma tan repetitiva como triste. Yo no sabría decir si lamentable. Pero hace tiempo que ando con una mosca terrible tras la oreja, y es que, en esta especie de remolinos de sujetos, representando una y otra vez en diferentes registros el mismo tipo de sainete, ¿va a tocar ahora otra vez en este tiempo mío volver a dar lugar a aquellas estampas de miserias? Porque eso es lo que parece pintar en los presagios de futuro que va a acabar viniendo un poco antes o después. Y, si es que eso es lo que les toca a los de mi generación, ahora ya vieja, no sé si le van a encontrar la gracia a que, después de toda una vida incontestados en nuestra revolución florida tengan que verse de nuevo retratados en el cuadro de pasarlas canutas como chinos justo a la hora triunfal de hacer mutis por el foro.
Ay madre mía. Si es que es así… Pero qué se le va a hacer. De todos modos, como siempre, siempre habrá algo decorativo por ahí de lo que echar mano para, si no hacer de la triste realidad un palacio, disimular lo crudo a base de abalorios.

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16 sept 2013

Rollos matutinos 82


Postatún

Con cierta premura, a toda la gente que ha trabajado y pensado para vivir. Antes de que se descohesionen mis átomos. Dice Puncet en la dedicatoria de un libro suyo sobre la vida, la muerte y el Universo. Y a mí me ha parecido oportuno empezar esto con esto porque viene bien para conjurar ese momento tan serio por el que tiene que pasar todo lo vivo y que es con lo que quiero especular ahora. La descohesión física de los universos personales en el trasfin molecular de sus egolatrías. Hay muchas, formas de descohesiones corporales, que pensadas desde la obsesión corporativa de la vida espeluznan, pero esta de este postatún en concreto tiene además el corte de la milimetría fría que tiene lo oriental. Es la del Atún Rojo. Sí, esa especie que está a punto de desaparecer por depredación nuestra. Considerémosla así, su descohesión, en principio a escala de especie. Durante un momento ved como les ha tocado en karma la china de caer como género en el agujero negro de nuestra gastronomía. Podéis ver por un rato el vídeo de como les engulle en masa la gravedad de nuestra gula. Ggggiuuuupp. Pero después quiero personalizar esa película carnivalesca en la individualidad de un solo ser. Me interesa para materializar bien el horror que te quiero hacer sentir. Poner protagonista a esta escena de terror de entre todas las que forman la norma cotidiana de la Vida y en la qué tú a lo mejor participas gozando del placer que da el horror cuando se ejerce desde el papel del malo. Hagamos pues estrella de la peli al Atún Rojo. Pero este uno. Uno que le toca ser él cada año. Porque cada año se repite el rito en la lonja de pescados de Tsukiji, en donde tras una gran subasta uno de esos miles de atunes que se pescan cada día se convierte en el atún rojo más caro del año. Y cada año alcanza ese Atún Rojo un poco más de valor en su destino. Este año, el Atún Rojo protagonista de este post ha alcanzado la cifra estrafalaria de 1.350.000 euros. Tres veces más que su homónimo anterior. Era eso sí, guapo, estaba en perfecto estado de salud y pesaba doscientos veintitantos kilos. Aún así…
El dato es tan estridente que, comentado en una reunión un poco después de ser leído me hizo dudar de mi veracidad. Ya sabes, es eso de que lees algo que te impacta y luego lo repites en una conversación durante un rato de tapeo y lo sueltas sin pensar y hasta a ti mismo te resuena imposible cuando lo estás diciendo y te dices, me acabo de pasar, mira que soy exagerao. Eso pasa. Todos dijeron que eso no podía ser verdad. Yo también lo dudé. Dije para salir del paso, bueno, o una barbaridad así. Pero luego lo miré. Bendita sea Internet con sus hemerotecas. Y estaba en lo cierto. El cuerpo del animal había costado 1,35 millones de euros. El bicho había vendido su querido universo a nuestra especie casi a siete euros el gramo. ¿Se podría decir que, cósmicamente hablando, había vendido cara su singularidad? No creo que el Cosmos entienda de escalas monetarias de valores y él desde luego nada ha cobrado de esa transacción sin embargo tan enteramente suya. Pero la compraventa es una razón vital que sin duda está interactuando en la ecuación del Cosmos, y, en cualquier caso, verlo así me puede venir bien para hacer ver lo que ahora me interesa. Porque lo que quiero es que sientas el ser de este atún, que entres en su cuerpo, ese eslabón vital en la cadena universal de la expansión de la Materia que él ha cubierto con su pasar por la Existencia, único e irrepetible, como el de todos. Cósmicamente hablando, en todo igual al tuyo. ¿Crees que él habría podido sospechar que ese podría ser el fin para el que trabajaba la mitosis de sus células? ¿Esa maravilla de orden cosmológico que era su ser mientras nadaba, funcionó toda su vida para esa macabra conclusión? ¿Qué hubiera pensado él de su destino si se lo hubiera predicho un día una atuna bruja? ¿Ser comido está asumido en el ser de los atunes como en el nuestro morir de un atracón de triglicéridos o un cáncer de pulmón por nicotina? Pero para nosotros eso de ser comido impone. Pasar a ser considerado puro bulto proteínico objeto de aparatos digestivos sin otra trascendencia que ser un alimento. Sin embargo, es curioso, no implica el mismo grado de susto pensar en ser manjar de miles de gusanos en la tranquila tumba que en ser menú de una fiera carnívora o de una tribu de antropófagos. Aunque todo es relativo y lo cierto es que ha ocurrido en nuestra Europa y nuestros días que hay quien se entrega al erotismo de hacerse comer por amos caníbales que se buscan con esmero, ocultos a la ley, en los reductos secretos de Internet. De todo hay en el universo de los gustos. Y del mismo modo que se dejaban los cuerpos de los reos ejecutados con las más terribles torturas que se pueda imaginar, expuestos en las cruces tras ser crucificados, o hincados en el palo en los que se les había ensartado por el culo, para que al ser comidos por las aves carroñeras dieran aún más castigo al muerto y mayor susto a los vivos, otros hacen eso de darles a los buitres la carroña de los cuerpos de sus muertos, con religioso amor, en muchas partes de la India, para que se los lleven volando por ahí dentro de sus tripas y los dispersen cagando aquí y allá desde las alturas en todas las direcciones. Y así también habrá quienes vean en el tremendo postatún de este Atún Rojo, desde un intenso horror puro y sin vuelta hasta un sagrado mérito contributivo a no sé qué concepto piramidal evolutivo del que tendría que estar el pobre pez hasta orgulloso. Esto último es desde luego discutible y dependerá sin duda de la soberbia de especie que se tenga, y del lado de la cadena alimentaria en que esté el observador que emite el juicio. De todas formas supongo que una vez muerto uno, poco importará cómo se acabe dispersando el orden atómico de tu querida masa. Pero visto desde el punto de vista de los vivos hay casos y casos. No se nos antoja lo mismo ser comido como un bisonte por una tribu de indios de las praderas, después de ser cazado a la carrera y tras una solemne ceremonia de agradecimiento al Gran Manitú que todo lo maneja, que venir a ser un pollo de jaula despiezado en una cadena de un matadero factoría y comido en un macdonal por un niño bulímico de una familia de gordos, o sentirse gacela víctima de un grupo de leones muerta en la sabana de un par de bocaos que un gusano de esos que pica esa avispa hijadeputa que paraliza a sus victimas para dejarlas en el nido al lado de sus huevos para que cuando nazcan sus larvas se alimenten de ellas comiéndoselas vivas poco a poco mientras crecen. En todo hay grados. Y peculiaridades. Y en cualquier caso… veamos el periplo de este Atún Rojo fríamente a ver cuál ha sido al fin el hado de su historia. Porque sólo viendo la Vida tal y como es podemos llegar a ver cómo es la Vida.
En su caso su razón de ser ha sido trascender a ser el cuerpo y alma de una cara acción publicitaria de una cadena de restaurantes japoneses, que invierte a la pérdida un pastón para ganar prestigio que le dé luego en seguida más dinero, haciendo comulgar a sus clientes en la marca con benditos bocaditos consagrados con finas laminillas de sus carnes.
¿Qué es lo que se me antojó tan horroroso en su final cuando empecé a escribir este rollo matutino? ¿La descohesión de su cuerpo seccionado primero en tajaditas masticadas luego con fruición y digeridas después para su aprovechamiento puramente energético por ejemplares de otro tipo de propuesta de un mismo tipo animal de biomaquinaria? Bien pensado, ¿no es peor pensar en la cremación que está ahora cada vez más de moda? Porque no es lo mismo lo que ocurre en nuestros crematorios que esas piras románticas de los hindúes ricos, que tienen leña suficiente para arder en llamaradas de trágica poesía hasta que no quede nada. En occidente te queman en vete tú a saber qué tecnológicos hornos microondas donde tus humos se mezclaran en los respiraderos con vete tú a saber cuántos y qué cremados anteriores y cuántos venideros, con lo que acabarás enredado en un pelote de hollín vete tú a saber con quién y en qué tipo de basurero cuando toque cambiar los filtros del sistema. ¿Y en el caso de los enterramientos, qué tiene de peor el que te coman cienmil bocas japonesas que no se sabe qué mogollón de gusanos y microorganismos de la putrefacción? Y sin embargo… es impresionante pensarse fraccionado por cienmil microcortes del cuchillo preciso de un técnico nipón del sushi de alto estandin, en cienmil exactas tajas hechas con precisión quirúrgica de economía oriental, para luego verte dispersado con la rapidez de la mensajería frigorífica a todos los restaurante de la cadena por las cuatro esquinas del imperio. Y en pocas horas ser comido digerido y defecado por cienmil culos distintos en cienmil tazas diferentes de wcs. La verdad es que es difícil concebir una descohesión más absolutamente dispersante y más completamente aprovechada por el metabolismo de un depredador. Poco quedará sin ser degustado y digerido. ¿Tendrá, cósmicamente hablando, el horror de un fin como este, algún tipo de premio cuántico en algún tipo de escala universal o sólo el valor de ser un caso más del espanto común que es la Vida en su sustancia? Invirtamos un instante de silencio en la meditación de este detalle trascendente. … Ya. No sé. Quién sabe. Tal vez las cosas han de ser así cuando lo son de hecho, y todo cuadra según el plan del Cosmos, y la Esperanza Aguirre se hizo carne el día de su concepción para que yo tuviera la posibilidad de hacer un post cojonudo el otro día sobre la védica explicación de la vergüenza ajena insoportable y él, el Atún Rojo, sufre el postatún de su pasión cíclicamente, dejando el drama de su vida grabado para siempre en el metraje universal de los aconteceres, para hacer posible con el sacrificio de su chicha y la liturgia de la banca, la redención de millones de yenes en una comunión cruenta y mercantil que une la cosa de la carne y el gusto antiguo de comer con la mística económica del mercado empresarial, en una perfecta confluencia de la evolución física del Cosmos hecha atún y los trapicheos financieros hechos técnicas de márquetin. Por un instante del transcurso galáctico del Tiempo miríadas de impulsos atómicos solares y miles de intereses económicos bancarios ruedan como parte del mismo engranaje cosmológico que son y entretejen sus destinos en un mismo capítulo de la Historia de la Expansión de la Galaxia que brilla con toda su acrimonia de dolores y placeres por un instante radiante de presente y luego, en un decir amén, cumplida su estelar misión al tiempo del bocado, desaparecen cada uno por su sitio en el agujero negro del pasado a donde van a parar todas las acciones. Vitalidad de Pez y rentabilidad de corretajes. Drama de la Biología natural y natural aprovechamiento financiero del drama de la Biología. El uno, yéndose por las tuberías de los emisarios entre las heces de la defecación a enriquecer con otras porquerías las nutrientes de las aguas y, los otros, cada uno con el cacho de ganancia que han sacado jugando con la amputación especulativa del cuerpo pisciforme, filtrándose como si fueran agua entre los arenales de haberes y deberes activos y pasivos de la espesa red de transacciones y chanchullos que mueve el plasma donde gravita el universo del dinero. Los dos conjuntos, desde luego, partes de una misma Obra, no sé si creación de un tipo divino de capricho o capricho de un Tipo divino pero, sin duda, hijos del mismo Creador. Y de seguida, vuelve a empezar el ritual del rito.
Ciertamente. No se habrá acabado de tirar de la cadena del váter que llevará el último residuo del Atún este de hoy al emisario del desecho, que ya está engordando en algún punto del mar el Atún Rojo del año que viene. Y no se habrán acabado de contar los réditos de esta operación que ya se están gestando en las bolsas de valores los presupuestos de las nuevas inversiones que harán posible de nuevo el misterio de la transubstanciación de pérdida en ganancia. Bendito sea por siempre el cuerpo del señor Atún que une en un mismo salivar el impulso crediticio y saboroso. Y que el rodar que rige el destino del Ser en el Acaso nos eviten el tener que conocer, ni por casualidad un día, el sacrificado papel que le toca en nuestra relación, para nosotros tan lúdicamente nutritiva, para él tan escalofriantemente terrorífica, y para el Cosmos… ¿tan normal?, ¿tan intranscendente?, ¿tan como son los reglamentos que rigen el correr de su corriente? Un amigo mío me dice, ¡tío, qué trágicamente te gusta ver las cosas! Y yo le digo, hombre, si no eres capaz de ver la existencia tal cuál es, poco vas a ver de lo que tiene de verdad esta existencia, ni en su parte terrible, ni en la supuestamente maravillosa, ni mucho menos en lo mucho que tiene de tragicomedia, que es donde puede ser que tenga gracia y donde resida, si es que existe, la Verdad. Y otra amiga vegetariana me dice, ¡yo lo que no puedo comprender es que encima de decir lo que dices sigas comiéndote animales! Como si fuera tan fácil como eso el salirse del motor implacable que mueve el engranaje de este cóctel de horror y… ¿de belleza? que forma lo que llamamos existir. Yo en cualquier caso, esta noche me hago sushi. De atún, de gambas y de salmón (le suelo poner unas briznas de apio y zanahorias para jugar con el color y las texturas). Que con tanto hablar de esto, al tiempo que se me revela en toda su acritud la cruda realidad que mueve las esferas en las que giramos dando tumbos en espirales infinitas, junto con el Atún, en todas las direcciones a la vez vete tú a saber por dónde ni el para ni el porqué, me entran ganas de regodearme con el intenso sabor de la carne cruda del pescado. Es raro, pero es normal. Aunque también podría decir que es normal, pero que es raro. Y lo que es claro es que si yo, en esta estrecha relación, en vez de yo, fuera el Atún…, qué duda cabe, me cagaría mil veces en el Criador que me hubiera abatanado. Los dioses, y las diosas, sabrían si me serviría de algo la blasfemia. O si encima me supondría un castigo adicional, volviendo por ejemplo a ser, una vez tras otra, atún, en esta Rueda Universal de comensales y menús en que consiste, fundamentalmente, todo Esto.

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13 ago 2013

Rollos matutinos 81

 La insoportable levedad del tufo del Sistema

Nada más llegar a la playa, a cualquiera que tenga bañistas, ya apesta. Al perfume horroroso que últimamente ponen en las cremas solares. Debe de ser el mismo en todas las marcas. O en una de ellas ponen uno que resalta sobre el de todas las demás. Pero es horroroso. El perfume que te llega. De que llegas a la playa. A cualquiera que tenga un grupo de bañistas. Porque lo usan todos. Últimamente no hay familia que no lleve un par de botellones de esos con spray. Porque antes esto se comercializaba en pequeños envases que se vendían solo en farmacias, pero ahora se ofrece en los supermercados en auténticos botellones con sistema de aplicación a presión por pistola de diseño anatómico que se adapta como un guante a la mano que la acciona y shuuup shuuup shuuup, están todo el tiempo regándose el cuerpo sin parar. La crema de protección solar ha entrado, como todo, en el circuito del mercado de masas. Antes eran caras y venían investidas del aura de seriedad de las farmacias, y la gente que las utilizaba lo hacía con la mesura que da el miedo a gastar y la lógica de usarlo sólo para las zonas más sensibles. Ahora el márquetin científico de las grandes superficies las ofrecen a ese precio estudiado en el que a un euro más no se venderían ni de coña pero a ese los abundios se rascan el bolsillo como zombis que no se percatan del dinero que les quitan haciéndoles creer que es casi un regalo y que además de ser una necesidad obligatoria no se tienen que cortar en consumir como locos pues para eso traen la pistola de aplicación anatómica en espray técnicamente pensada para hacerles más fáciles las cosas latosas de la vida. Pienso en ese ejército de chinos que estarán en esa ciudad fábrica de dos o tres millones de obreros habitantes todos enfrascados en enfrascar las leches esas envueltos en ese maldito perfume por todas partes sin parar en algún sitio perdido de esa geografía oriental que hasta hace poco evocaba al ser imaginada atrayentes decorados de exotismo aventurero y colorista y ahora ya veis en lo que se ha convertido la magia del oriente al ser evocada. En un susto y un peligro, pero ahora no en el sentido del riesgo excitante y atractivo que tiene en sí el sueño de aventura sino en el asqueroso que tiene la realidad de la ponzoña. Encima, en este caso, perfumado. El susto. Con un perfume que pretende ser de calidad sutilmente elegida, y que es de un mal gusto tan finamente penetrante que ni aposta se podría haber conseguido algo más insoportable. Yo hace ya años que me quejo, no ante nadie, sino más bien hablando con la parte razonable de mí mismo como forma de desahogar el asco que me dan las putas cremas estas, y advierto el daño que su uso está causando al medioambiente. Que son miles de toneladas de esa química asquerosa la que mete al agua con su piel día a día esa mara de millones de neuróticos que se ponen crema antisolar a chorros para freírse luego al sol como lagartos. Que eso, no hace falta que lo diga ningún listo con proyecto de investigación subvencionado, además de ser de gilipollas, es a la larga irreparable. Pero si alguna vez mi queja ha sido en voz alta, los que me oyen dicen, ya está otra vez con la matraca este exagerado. Este año ha sido el primero en que he leído un aviso de cierta parte de la Ciencia medio diciendo en los medios especializados que ciertamente esas cremas tienen componentes que son tóxicos en muy pequeñas dosis siendo además muy acumulativos, resultando letales para la ya maltrecha vida de los mares. Hombre, es que no puede ser de otra manera, si yo estoy hasta el culo de ese puto olor, como estarán los peces y las algas, que encima se tienen que tragar todo el compuesto. A los que no los mate directamente preferirán morirse a tener que aguantar esa tortura de por vida.
En cualquier caso, qué peste. De que llegas a una playa. Cualquiera que tenga un grupo de bañista. Y es que, si quieres que te diga la verdad, en el fondo, no es que no me importe que acaben con la vida de los peces, pero eso es algo que de tanto darlo ya por hecho ya ni duele. Eso al fin es como el fin de tantas cosas que estamos en proceso irremisible de matar. Pero el pestazo… Que encima se tenga que hacer ese exterminio en vez de en el silencio de un acto inodoro con la estridencia de un pestazo hortera…
Sí, yo soy especialmente sensible a lo de los perfumes. Ya lo sé. Es mi desgracia. Pero, ¿a nadie más le ha pasado que le han dado la mano y luego no se ha podido quitar el olor a perfumazo aun lavándosela con estropajo de aluminio? ¿Nadie más ha sufrido lo de ir a pernoctar a casa de un amigo, o a un hotel, y tener que dormir con sábanas lavadas con el fino olor de suavizantes penetrantes? Pues esa sensación de impotencia ante la agresión olorosa es lo que me hizo pensar en este testo mientras nadaba a más de treinta metros mar adentro de la playa y aún me llegaba en vez en cuando a la altura de la boca y la nariz, a rachas pero indudablemente cierto, el chirriante olor a crema antisolar. Y es que han dado con la clave para hacer persistente al producto frente al agua, y ahora puedes encontrarte con ese rastro oloroso incluso dentro del mar, basta con que haya pasado un bañista que se lo haya puesto nadando por allí aunque haga horas. La peste se queda flotando en finas balsas oleaginosas que van y vienen según la voluntad de las corrientes. Así que no te puedes ver a salvo de ellas por muy adentro que te metas. Se puede decir que, de la misma manera que hemos conseguido iluminar la Noche, estamos perfumando el Mar. Me cago en la puta madre que parió al Sistema.
Sí, al Sistema. Porque es el Sistema el que emite al florecer estos perfumes y son estos perfumes los que hacen que florezca este Sistema. Me explico. Pero, ¿cómo explicar en un razonamiento de palabras las imágenes que ves sin razonar mientras vas nadando tan tranquilo por el mar y te ves de pronto comiéndote la película de crema antisolar que te está entrando con la superficie del agua por la boca por mucho que la cierres? Mira, para tener la visión de esto tal cual es como yo la estoy viendo ahora te tienes que venir conmigo, aquí, en medio de esta balsa sibilina de perfume que además de ser insoportable te mata por completo el gustazo de estar dentro del mar. Entonces es cuando visualizas asqueado toda esa estructura productiva en su conjunto y al mismo tiempo en todos sus detalles. Desde todas esas fábricas que elaboran cada una de las partes del mejunje hasta las que lo mezclan, pasando por las que hacen el plástico infernal de los envases que no se degradarán así pasen milenios, sin dejar de observar todos los costos de producción de las graduaciones y licenciaturas de tanto menda técnico que estructura y posibilita con sus ingenierías cadenas de manufactura y embalaje, medios de financiación e infraestructuras, consecución de aprobados del producto en todas la red de normativas al respecto incluidas las sacrosantas sanitarias, sistemas complejos de trasportes y cadena de distribución por la red de minoristas del Mercado con toda su estructura de cajeros, dependientes, jefes de pasillo, de ventas de sector, de estudios de comercialización… Sin olvidar el ejército de mano de obra barata que realiza todas las fases del proceso, ni toda la parte imprescindible del programa que se encarga de publicitar la mercancía y comer el coco a los abundios que forman la masa de consumo, aleccionándolos en que tienen que comprar, en este caso además por imperiosos motivos de salud, inevitablemente, ese producto pseudocosmético y cuasisanitario que le meten por los ojos de la necesidad para siempre. Porque ya nunca podrá concebir el abundio ir a la playa sin el lastre de esa botella con pistola anatómica de aplicación a chorro. Y ahora, si un día se consigue que acabe la locura de esa absurda producción tan dañina como innecesaria, será cuantificada con una cifra calculada de puestos de trabajo destruidos y una amarga sensación incalculable de pérdida de calidad de vida. A este tipo de orden suicida colectivo sin posibilidad de marcha atrás lo han ido cambiando de nombre a lo largo de su historia. Porque los vocablos que le han ido poniendo para darle brillo y esplendor siempre han empezado a oler a locura nada más usarlos, como pasa con las palabras que se inventan para neutralizar el hedor que tiene retrete, que, como le paso a váter, cogen olor a mierda desde la primera vez que se pronuncian. Así, tras civilización, capitalismo, progreso, economía libre de mercado… ahora a esa autodestrucción cada vez más incontestable y poderosa se la llama crecimiento, nombre que dura porque nadie quiere asumir que lo que hay que hacer en nombre de la mínima cordura es decrecer echando leches. De todos modos, cuando ves esta película, así como la estoy viendo yo ahora, nadando entre la peste de las cremas en lo que tenía que ser el mar, y miras desde dentro a la orilla de la playa y ves toda esa plaga de tubos digestivos con patas de todas las edades que la infestan con sus cuerpos y sombrillas y sillas plegables y neveras y colchones inflables y piscinitas inflables para los bebes y tumbonas y toallas y cámaras de fotos y gafas de sol y teléfonos iphones y trajes de ibuprofeno y rifles baratos de pesca submarina y cañas de pescar y aletas y gafas de ridículos buceos y juegos de pin pom y todo ese pim pam, de una punta a otra a lo largo del agua sin dejar sitio vacío, comprendes que algo se ha rayado ya sin remisión. En el disco equilibrado del Planeta. Como cuando se rayaba un disco de vinilo. Y ya nunca podrá abandonar la aguja rutinaria el surco antinatura que el mal uso ha abierto en el rodar de la costumbre humana. Habría que cambiar de disco si es que hay otro. Porque en esta orquestación, el delirio de un sistema que sólo busca aumentar su capital explotando gentes y recursos incluso por encima de su supervivencia se retroalimenta con la estulticia de una piara que sólo entiende la felicidad como el consumo compulsivo de engañifas cada vez más llamativas, las cuales traga y traga sin poder alcanzar jamás satisfacción, gruñendo en cuanto se las racionan y llegando a reventar si tienen suficiente poder adquisitivo como para no cortarse en su deseo. En este círculo infernal, nadie puede decir si fue primero el huevo mercader o la gallina compradora, pero en esa triste conjunción se encierran los intríngulis de todas las luces y las sombras de lo que está suponiendo, cósmicamente hablando, en el proceso general de la expansión del Tiempo, nuestro paso por el Vacío Sideral. Espero que al menos estemos sirviendo de espectáculo para llenar el ocio de algún divino espectador, porque si toda esta mierda encima no sirve para nada, apaga la vela y vámonos.

La imagen viene de
http://pixelpastahome.blogspot.com.es/2011/04/surfrider-foundation-fossil-bottle.html

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21 may 2013

Personajes 13

El Samsara vergonzoso

Todo es relativo. Y así también el amor propio. La autoestima. Tiene gracia. Uno piensa a veces de si mismo seriamente: vaya mierda que soy. Y luego miro alrededor y veo personajes como por ejemplo la Esperanza Aguirre, tan pagada de si misma con ese mohín indecente de niña rica consentida de colegio bien revieja, tan creída, ¡con la mierda tan grandísima que es!, y digo, oh dioses, si es que existe la objetividad… Pero seguro que la tía piensa, cuando piensa en el mojón histórico que va a dejar en la Historia del Tiempo y el Espacio su paso por el cosmos de los vivos, que es la hostia. Esto si que es hacer algo importante en la existencia, se dirá. Se le ve que se lo dice. Yo sique sique. He llegado, si señor. Mírame ahí. Soy una de las grandes. A ver si como colofón me hacen un funeral parecido al de la Thatcher. Bueno, pues yo lo tengo claro: cienmilmillones de veces me da a mi más sensación de validez, cósmicamente hablando, ser yo que ella. Dicho sea por supuesto sin ninguna intención de decir que yo sea algo que pueda merecer la pena para nada. Ni que tenga este texto intencionalidad política. Es sólo que si es que es verdad, oh dioses, eso que creo que dicen los hindúes de que todos somos en realidad distintas encarnaciones del dios Rama (o del que sea), ¡asistidme cuando me toque a mí el trago de tener que vivir la vivencia de ser ella! Porque pensado desde este yo mío de ahora, es un ridículo tan grande que no me parece posible que lo pueda soportar, y entiendo lo que es, de verme metido en la talega de ese karma, el suicidio de inmediato, aunque tuviera que ser cortándose las venas con los dientes.
¿Será este sentimiento insoportable que trato de contar la védica interpretación de la vergüenza ajena?
Después me pongo a pensar en el poder y la gloria que las sociedades dan a estas miserias personales y me inflamo el ego recreándome en el valor de ser un completo marginado. Aleluya, aleluya. Me digo dispuesto a disfrutarme a tope como soy ahora que puedo, que, aunque hay otras vidas que parecen interesantes y atractivas de reencarnar, vista la cantidad de mamarrachos que hay en el catálogo… no sabemos las sorpresas que el Samsara nos pueda reservar. Pero si en esa rueda funciona la ley  de la estadística…



Nota. Valga la foto para confrontar el frío repelús que causa la potencia diabólica del aura de la Thatcher, con el bochornoso oprobio que da la ignorancia atrevida, al fin dentro del hispano pretencioso más paleto, del fantoche de la Aguirre.
Nota 2. Claro que hay muchos más personajes invivibles como ella en todos los campos y parcelas dondequiera que se mire. Ni es tampoco el primer caso con el que me espeluzno pensando que me toque por turno la vida de ser ellos. Pero la vanidad de esta tiene algo tan fatuo que me es insoportable. Quizás por eso ha llegado a ser la presidenta de una rancia agrupación fundada en el carácter patrio de este tipo de vergüenza pata negra. Tan dentro del origen de nuestra denominación.

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13 may 2013

Rollos matutinos ¿80?

De gilipollas, gilipollauras y gilipolleces

Gilipollas es una palabra que yo utilizo demasiado. Pero es que la significación del gilipollas abarca un espectro inagotable. Porque lo gilipollas engloba, además de a lo tonto y lo estúpido (pero curiosamente también a los listillos), los mundos de lo molesto, lo pesado, lo fatuo, lo lerdo, lo mezquino, lo ruin, lo simplón y lo taimado, incluso lo ridículo, y hasta al que le gusta andar jodiendo la marrana queda perfectamente dibujado cuando decimos de él, hay que ver que gilipollas que es el tío. O la tía. Porque además de muy polivalente el calificativo es unisex. Y si una cosa es cierta en esta vida es que tan gilipollas son los tíos como las tías. De hecho, esta disquisición sobre la gilipollez me ha venido a las mientes tras haber leído una noticia que decía que en Jerusalén judías reformistas y conservadoras habían sido apedreadas por judíos ultraortodoxos por pretender rezar contra un cacho paré en el que al parecer, según los ortodoxos según designio de su dios y desde hace tres o cuatro mil años, sólo los machos tienen el derecho. Lo otro, el que un chocho se pegue cabezazos contra las santas piedras como es costumbre de ellos, implica una blasfemia por la que hay que llegar a matar si es necesario, para la parte machuna de esta historia. Y para la parte femenina… pues hay dos. Porque resulta que parece que en la trifulca de este caso mientras un ciento de ellas querían entrar a rezar a toda costa donde los hombre aunque las mataran de un cantazo, un millar, también mujeres y judías fieles a que sólo sus machos ortodoxos tienen el poder y la gloria de ya ves, frenaban a las guarras que no tienen vergüenza hombre por dios, como se atreven. También a toda costa. O sea que, aquí tenemos un ejemplo de que todos son igual de gilipollas. Y si acaso hay, en este triángulo equilátero, alguien que lo sea un poco más, son sin duda las mujeres que dedican sus esfuerzos a conseguir hundirse aún más adentro en ese club que hace de la machorrez una virtud divina milenaria, empeñándose en llegar a ser miembros de pleno derecho de él, en vez de mandarlos a todos a donde corresponde. A la ignorancia. En la que desde luego viven y con la que se les debe honrar eternamente. Y dedicarse a vivir todo lo alegremente que se pueda lejos de esas taras espantosas. Y si es que hay que ponerse a luchar porque te opriman, coño, que no sea por empeñarse encima en formar parte sacra de la cadena puta. Porque eso si que es de gilipollas.


Nota: mis respetos a los mapaches de la foto, que no he podido encontrar de donde la he cogido, por ponerlos a hacer parte de esta gilipollaura de la que están seguramente exentos. Porque si algo parece al observar, es que no son los animales tan gilipollas como nosotros para nada.

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30 abr 2013

Rollos matutinos 79

Buitre con niña

Mientras me afeito lo veo. La visión arranca del recuerdo de una foto que acabo de ver en una noticia del periódico. La foto es de una niña negra desnuda consumida y muriente, en cuclillas y con la cabeza pegando por la frente en un suelo reseco terroso y polvoriento, a punto de palmar de hambre con un buitre al lado que está esperando pacientemente a que se muera. La noticia es sobre el fotógrafo que la hizo y aclara que la foto ganó ese año el más prestigioso certamen de fotos y que la escena era en algún lugar de esas áfricas de dios, y que el fotógrafo se había suicidado en todo el esplendor de su carrera poco después de ganarlo. Uno sabe que uno nunca se puede saber por qué se hacen las cosas y que probablemente a lo mejor en el caso de este suicida ni él mismo supiera tampoco por qué daba ese paso ni cuando lo dio, pero no puedo dejar de pensar que el hecho de andar por este mundo ganándose la vida haciendo fotos como esas tiene que ser algo que le acabe marcando a uno aunque sólo sea por mirar de forma tan directa a la primordial crudeza en que en realidad consiste la existencia. No sé, pero a lo mejor era a este orden de cosas a lo que se refería el mito aquel de la Medusa, que dejaba de piedra al que le viera la cara. Y uno tiene que tener cuidado, si es que anda viviendo de retratar el horror para venderlo al mercado del curioso, de no cruzarse con los ojos de la bestia. En cualquier caso, la imagen de esa imagen me ha estado dando vueltas por el coco mientras que me afeitaba y alrededor de ella he ido descubriendo, como un buitre observador, la trama real del mundo de la Vida y la película particular que conforma nuestra praxis como especie. Ese día a día del bullir humano sobre la costra del Planeta, buscando cada cual arrimar el ascua a su sardina. Y es que, hace tiempo que lo sé, es la búsqueda de ventajas en la obligada depredación que supone el tener que buscarse la vida día a día lo que va creando las estructuras que generan el Pensamiento, la Moral, las leyes, el Orden, y todo ese montaje cultural coercitivo con el que luego se trata de dorar pomposamente la cruda realidad del cósmico pillaje natural con no sé qué trascendencia de aires místicos que tratamos de vendernos como un tipo de civilización que tiende a la consecución de unas cosas divinas frente al caos del Universo. ¿Divinas para quién? ¿Lo serán por lo menos para los que viven de aplicarselas en las mieles de las cumbres de sus éxitos? Porque mira tú si al final ni para esos. En cualquier caso. Pocos son los abundios que no tienen esa tara. La de tener que buscarse la vida día a día. Y desde luego no sólo están inmerso en esa especie de castigo natural los que tienen el marrón de tener que buscarse el mendrugo de pan y el trago de agua, que es desde luego el marrón donde los haya, sino que están también los que se meten en las luchas de tener que buscarse el prestigio o la consideración de vete tú a saber qué fatuos sueños de poder, quizás al fin peores y más encarnizadas que las que llevan a cubrir las necesidades más elementales. Con frecuencia estos que tienen antojos elitistas son los que se encargan de acarrear la ruina a toda la purrela que forma la esfera de pringaos, aunque estos por su parte parecen no haber venido al mundo sino para satisfacer el objeto de ese abuso. Entre los que están en el punto extremo de la niña del buitre y de, vamos a poner, uno de la trilateral esa que dicen que son ahora los que mandan incluso por encima de papas y gobiernos, hay por supuesto todo un abanico de niveles que se cruzan entre ellos con infinitos lazos de interdominaciones. Y si bien es sólo la mayoría la que está metida hasta el cogote en el más cutre carrusel del corre que te pillo sin parar, la verdad es que luego los de la clase esa que llaman media-alta, y que se creen que ellos se han llegado a aupar a una especie de limbo superior por encima de las calamidades de esas cadenas inferiores, están prácticamente todos hundidos en la misma miseria de tener que mantener, interminablemente, la misma lucha agotadora para defender los escalones conquistados, ya sea yendo cada día a un trabajo indeseado teniendo que estar encima al loro de cortar, desde que nace, la posibilidad de que te quite el chollo que disfrutas el que pretende ascender a costa tuya en cuanto te descuides. Y es que, desde luego, es el defender el pille, cada uno del cacho que ha alcanzado a pillar, lo que genera la asociación de acciones que van encajando el plebiscito social de toda la estructura de la trama del reparto de poderes. Cuidado con el que cuente otra tipo de milonga para justificar la Ley, porque o está tratando de engañar para legitimar su pillar el muy hijo de puta o, lo que es muy raro pero es peor en cualquier caso, él es el primer engañado porque además de un hijo de puta es completamente gilipollas.
Pero, ¿a qué venía esto con respecto al nefando cuadro de esa pobre niña y de ese afortunado buitre? Ah, sí, ya, claro, es que de pronto parecía que no pero es precisamente entre las sombras de este flash donde queda perfectamente retratada la oscura razón de esta triste escena. 



Nota in memorian: el autor de la foto se llamaba Kevin Carter, sudafricano, y se suicidó en 1994. Con la niña y el buitre nadie sabe lo que pasó pero parece deducible.

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12 abr 2013


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7 mar 2013


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6 feb 2013

Rollos matutinos 76

Caravelle
En la pared de mi escritorio, si se puede llamar así a ese sitio donde tengo mi ordenador en el que paso los años frente a él pensando en escribir sin escribir una sola palabra, tengo pinchadas multitud de notas. Fotos, citas, apuntes que un día fueron claves para intentar desarrollar después ideas y que luego quedaron en performances de intenciones polvorientas sin sentido colgadas con chinchetas. Lo mismo pasa en mi sesera con las brillantes ideas. Pero ahí las inscripciones enseguida se esfuman poco después de ser leídas con el mismo ojo ilusorio que las escribe sobre un soporte tan imperecedero que es en realidad inexistente. Algunas reaparecen de vez en cuando con el tiempo para volverse a perder casi enseguida. Pero la mayoría se disuelven en la nada para siempre dejando sin parar lugar a otras que se van por el mismo camino echando leches. Sin embargo, las notas polvorientas que penden de una chincheta en la pared de ese sitio que podría llamarse mi escritorio, siguen ahí estáticas frente al paso de los días, que de pronto son años, aunque muchas luego uno no pueda saber por más que las mire por qué coños las colgó ahí enfrente como si fueran una cosa importante que no había que olvidar. Otras de pronto logran al mirarlas sin querer, llamar de nuevo la atención con una chispa de contenido luminoso. Este es el caso hoy de tres papeles que están pinchados juntos. Los descuelgo y te los paso:
El más grande es una foto negra en blanco y negro recortada de un periódico de vete tú a saber cuántos años de eso, titulada PATERA DE JUGUETE, que es un medio plano de siete negros metidos en una barca inflable para niños de las de todo a veinte duros. Porque la foto es del tiempo de los duros. Y habla de gente muy dura. Están los siete que apenas caben en el flotador barca juguete que casi se está hundiendo en las aguas negras de la noche que forman el fondo de la foto, asustados y abrazados en una noche negra, en medio de un mar negro, intentando llegar a las costas del territorio Español, en el momento en que la Guardia civil los ha descubierto. Uno está de espaldas a la cámara, y otro cabizbajo enfrente suya tiene la cara oculta por el cuerpo de este. Los otros cinco miran al objetivo que les está retratando y dentro de su susto sus gestos son extrañamente altivos. Debí pincharlos ahí en la pared de la intención de mi recuerdo para escribir algún tipo de testo inflamatorio contra la actitud que mi mundo tenía ya con ellos hace todos esos años que a lo mejor puede que sean más de diez y más de quince. Creo que hay una máxima, de todas las que entonces debieron formar el texto de la indignación en mi cabeza, que ha perdurado en mi memoria porque me la he repetido a lo largo de este tiempo muchas veces, como un resumen titular de todo lo que siento, siempre que me he ido encontrando con ejemplos de cierto tópico típico en la opinión de mi entorno sobre eso que llaman el problema de la inmigración, que va cada vez más por decir, yo no soy racista, pero aquí ya no cabemos más. A lo que yo siempre me digo: pues no se, pero puestos a elegir así de entrada, yo prefiero milmillones de veces a un puto negro cojonudo de esos que arriesgan todo por cojones, a cienmilmillones de abundios de estos sin güevos que buscan, en este mundo nuestro, desde la primera teta, la seguridad plana y sin cambios de una mediocridad segura en la que no tengan nunca nada que arriesgar. También sé que todo es más complejo y que en el fondo lo que buscan la mayoría de esos negros echándole cojones es pillar todos los colesteroles de esta sociedad basada en el consumo de los otros, huyendo de la zona objeto a consumir a la del paraíso de los consumidores. Pero eso es algo como la vida misma y por eso digo que sé que todo es más complejo. Miro la foto ya amarilleada por el tiempo y pienso en todo lo que querría decir sobre estos negros en el momento en que la colgué, ahora prácticamente olvidado para siempre, y pienso en lo que querría decir ahora sobre ellos, y veo como en un flash de sucesiones de imágenes borrosas el cambio que la escena social ha ido dando en todos estos años. Al principio del fenómeno patera, cuando llegaban a la playa y echaban a correr barranco arriba preguntando a los sorprendidos campesinos que encontraban en el campo por un tasialmería, y ahora, que todo el mundo está harto de verlos y traen quizás las mismas barcas de juguete pero con gps y un ipod de última generación cada uno en el bolsillo para contactar con su punto de apoyo antes incluso de llegar a tierra. En aquel entonces empezaba aquí el ascenso a los cielos de la sociedad del bienestar que nos ha llevado ahora al pum de la burbuja justo cuando empezábamos a creer que esto era jauja para siempre. Así que, dejando correr nuestra mente por el vaivén de aconteceres que han ido amarilleando a lo largo de los años que han pasado los negros de esta foto colgada en la pared de mi escritorio, se podría hacer un análisis sociológico completo del rumbo hacia Occidente de este país nuestro siempre a la cola y lampando por aparentar como los nuevos ricos. Ese saltar de ser paletos más bien de corte agro rural a listillos de la movida cultural del pelotazo. Ese pasar rápidamente del culto al chorizo de taberna al de chorizo culto de fogones michelín. Al final ya hasta las marujas más catetas llevaban de la tele a sus cocinas recetas de menús destructurados. ¿Es representativo en este orden de cosas que algunos grupos de gitanos nacionales llegaran a quejarse, diciendo que ¡ellos también eran personas!, por tener que compartir ¡na menos que con los rumanos! espacio en sus polígamos? Pasamos de andar a real y media manta a comprar a euro y por docenas la manta de cosas que nos hacían los chinos. ¡Exijo hablar directamente con la niña china que me ha cosido mal los pantalones!, decía una web satírica viniendo muy al caso de lo que estaba llegando a pasar aquí cuando hizo pum la pompa de jabón que abrió la crisis financiera. Con ella, se nos abrió bajo los pies el suelo frágil de aquel sueño de horteras que sostenía nuestro encanto y desde entonces no hemos parado de caer y recaer de nuevo en la miseria que tanto forma parte de nosotros y que sin embargo habíamos olvidado tan pronto y tan deprisa. Ahora vivimos cayendo en un caer que vive como parado en el tiempo sin querer pensar que a lo mejor el suelo de este batacazo va a estar aún más abajo que aquella España miserable de la que no hace tanto nos aupamos poniendo el pie sobre los otros. Los otros que, a fuerza de currar para nosotros como esclavos allá en mundos perdidos se han hecho los dueños del negocio planetario. Y ahora ya empiezan a plantearse que puede que sea el momento de que seamos nosotros los que tengamos que empezar a trabajar para sus jefes como chinos. Qué de historias. Miro otra vez este grupo de negros abrazados en su patera de juguete y observo lo fuertes y sanos que parecen. Están en su plena juventud e irradian la belleza que es pura energía. Ahí van, o mejor dicho aquí vienen, en ese flotador de plastiquirri que lucía una leyenda a modo de marca sugestiva en la proa de una de sus bordas: Caravelle. Qué habrá sido de ellos en todos estos años. Ahora ya serán negros maduros. Maduros en edad y en relación con el nuevo mundo que alcanzaron. ¿Cuáles habrán sido las novelas de sus vidas? Cuántas vidas de este territorio habrán interactuado con las suyas y en qué modos precisos. Cómo habrá sido el desarrollo de sus sueños, la aparición de sus desencantos, los logros de sus alegrías. A quiénes habrán inafricado con sus polvos. Qué material la de estos siete cuentos personales para escribir la historia general de las dos últimas décadas.
Miro otra vez la foto de los negros en medio de lo negro de la noche metidos en el mar en su barca inflable de juguete y recuerdo las veces que he dicho -siempre que me he encontrado con esos que miran a esta gente como si estuvieran quitándoles algo de lo suyo, que vienen a decir con su mohín de afilada corrección, es que no es posible que se venga para acá todo el que quiera-, que antes en el siglo XVIII a los esclavos había que cazarlos y pagarles el viaje de algún modo, pero que ahora no sólo son ellos los que se lo tienen que pagar muy caramente, sino que encima las duras pruebas que tienen que vencer ellos solitos para llegar a sus puestos de trabajo se encargan de que sólo lleguen los más fuertes. A hacernos las cosas que nadie quiere hacer. Y encima decimos que son una invasión y arrugamos el hocico. Prueba de que vienen porque les traemos es que ahora que ha bajado la necesidad de su servicio con la crisis, han dejado de venir en proporción directa. Pero, en cualquier caso, si es que vienen porque les da la real gana, tiene todo el derecho cualquiera a ir donde le salga de su antojo. Al menos yo eso es lo que he hecho siempre a lo largo de mi vida. Ir donde he querido y he podido llegar. Y nunca me he preguntado si tenía derecho a ir donde quería o a estar donde estuviera, pues eso lo he dado siempre por sentado al margen de cualquier otra ley que no fuera la mía. Las leyes fronterizas de los mapas son, cósmicamente hablando, lo mismo que las del derecho de pernada. Que nunca pueden ser consideradas de ningún modo legales, pero que mientras subsiste su imposición legalizan hábitos del todo criminales haciéndonoslos ver como el mejor orden posible por establecido, en un: ¡A ver si no cómo va a poder ser de otra manera!
Pues con un par de güevos, si señor. Caiga quién caiga, aunque sea uno mismo. Así es como se puede conseguir dar la vuelta a las cosas. Por eso debí de guardar el recorte de la hazaña de estos negros. Espero que hayan sido más o menos felices, porque se lo merecían, me digo guardando el papelito. Y que no hayan acabado luego resultando gilipollas, me aviso a mí mismo de algo que por supuesto sé que pasa, y que se puede ilustrar con aquél chiste que contaba Lascha. Lascha era un georgiano con el que coincidí en Berlín y que contaba muy buenos chistes siempre con moraleja. Sobre la inmigración contó una vez uno que decía: Esto era una familia de inmigrantes que llegan a Alemania y que después de un terrible periplo ya sólo les queda cruzar la frontera por un sitio que es una quebrada tan estrecha que se podía intentar cruzar de un salto. Primero salta el padre, y cruza. Después salta el hijo, y cruza. Por fin salta la madre y se despeña perdiéndose de vista hacia el fondo insondable del abismo fronterizo. El hijo se pone a llorar y el padre le dice, ¡Hijo, qué haces llorando por una extranjera! Pues eso. Sirva también el mensaje de esta chanza para exponer otra cara del complejo polígono que quise introducir con lo de salir después de todo gilipollas, la de los que después de pasarlas putas y saltar por fin al nuevo mundo, se descuelgan con que se han traído pegado al culo un fardo seminal de religiones pegajosas y costumbres denigrantes que parecían ser de lo que huían y es lo que se ponen a incubar. Estas cosas sabido es que pasan. Pero es que la estulticia es una de las cosas más comunes a todas las razas y culturas de todo el género humano por igual. Y no iba a ser distinto por tratarse de inmigrantes.
En cualquier caso… Ni es este detalle base que pueda justificar la tendencia xenofóbica de los abundios medios, ni tampoco es cosa que quiera yo dejar de tener claro a la hora de pensar sobre el asunto. Porque no sirve de nada ver las cosas sesgadas sino en su completo como son, y por eso me lo digo aquí a la hora de hacer esta reseña de aquella nota que pinché en la pared de ese sitio que se podría llamar mi escritorio y que está enfrente del monitor en donde paso gran parte de mi tiempo pensando en escribir sin escribir una palabra. Desde entonces la foto ya se ha puesto amarillenta, y ahora, por cierto, quién lo iba entonces a creer, somos nosotros ya, dicen, otra vez, un país productor de emigrantes. Así que habrá que cerrar esta disquisición tratando de pensar qué gilipolleces nuestras serán las que se empeñen en perpetuar estos jóvenes nuestros por esos países de por ahí por donde se están yendo. Y que tipos de normas sagradas de allí donde caigan les resultarán tan degradantes como para ponerse queriendo o sin queriendo a combatirlas con su cotidianidad en contra de las leyes normalmente establecidas. Considerándolo desde el punto de vista nuestro, tan amigo del España es diferente, y de el de los de donde están, probos ciudadanos que se sientan invadidos por esos mediomoros. Porque sólo mirando las cosas desde todas sus verdades podremos sacar la buena perspectiva a lo que hasta ahora sólo nos poníamos a mirar desde una de sus caras. Claro que, en cualquier caso, no tienen nuestros jóvenes para emigrar necesidad de andarse con pateras. Y en su mayoría pueden permitirse ir por ahí así como que en un plan fino. No es aquello que fue un día de lo de la maleta de cartón atada con una cuerdecilla. Ahora, comparados con lo de los africanos, lo suyo es un viaje de tipo turista con billete de ida y vuelta y con un montón de seguros contratados. No quiero quitarle mérito a su valor ni sabor a su aventura, que serán los que sean como no puede ser de otra manera, pero a epopeya épica les dan mil vueltas los de la barca de juguete. Así que, guardo el viejo recorte de la foto queriéndome quedar en la memoria con el brillo de la gesta de estos negros, como una gema valerosa del poema humano, como un destello de métrica gloriosa a recitarme en momentos decaídos, al margen de que luego el poemario que la engasta sea o no una mierda de rima en su conjunto.

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10 ene 2013

Personajes 12

El tío del drone

Y la Bola gira y gira como un pollo al ast ante el fuego atómico del Sol, y la Gusanera rebulle sobre su globalidad hoy día cada día más ansiosa por aquello de la Crisis (porque de pronto, no sólo es que se haya parado el ritmo creciente de agusane, es que hasta puede que no sea tan grande como se creía el conejo que agusana y acojona eso de encontrarse encerrado sin condumio y con el aire cada vez más enrarecido por los pedos de la superpoblación). Y yo, girando con ella como el gusanillo más que soy, aquí, al margen del gusanal ruido, en este pliegue barrancario de la Esfera donde disfruto de un poco más de espacio y tengo por ahora todo lo suficiente que roer, buscando la manera de matar el tiempo en este giroviaje con estas redacciones, he conocido hace poco a través de la ventana digital a un perfecto personaje para colgarle el 10 por hideputa. Porque eso es lo que es este sujeto que intento detallar. Un finísimo hijoputa, de los del número 10. Como la chica aquella de la película que protagonizó Bo Derek en cacho tía pero este en cacho de algo muy marrano, de sicario frío altamente tecnológico, de encarnación refinada del horror del matarife en el arte de la ciencia de matar. Drone, llamaban en el artículo de prensa que me trajo la información de su existencia al artilugio volador que él telepilota matando desde lejos de verdad en un juego serio de consola como las de mentira. Así que el personaje es pues el tío del drone, un cerdo con alas teledirigidas para el exterminio de alta precisión. Que producen la buscada escabechina sin riesgo ni salpique indeseado para el que la provoca. Entonces: El Cerdrón. Este va a ser el objeto de este Personajes 12. Un verdadero experto en exterminar con finas cirugías, a quién sea y donde quiera que haga falta. O sea, que este elemento se mete en una cabina, en algún sitio seguro del mundo civilizado, llena de instrumento de mandos y pantallas, y dirige su avioncito de juguete a, por ejemplo, una boda de verdad en un cortijo perdido de los montes más arcaicos de la zona más barranca de un país de los cualesquiera donde interese llegar y matar por lo que sea, por nuestra seguridad en el Sistema mismamente, a un asistente prefijado que haya sido identificado asistiendo a dicho acto, y, tratando, dice, de no dañar nada más que a ese o esos que hace falta eliminar (o a los menos posible que estén tan cerca de el objetivo que no haya modo de evitarlo sin poner en peligro la misión en juego) según criterios de los que dicen que tienen el poder de decidir, va y, pum, aprieta el botón del joystick, comprueba que se han infringido los daños deseados tomando imágenes del cirio que ha montado, da vuelta al juguetito, y sale de la cabina quizás un poco trastornado porque esas cosas, oye, siempre le dejan a uno, sobre todo al principio, un rato así como que pensativo.

Después presentará el informe pertinente, digo yo, y se irá a su vida normal, a hacer cualquier cosa de las que suela hacer como elemento social que es integrado en una realidad de día a día. Quizás, para utilizar un tópico manido que pueda en este caso ser, por requetesobado, muy significativo, llevará sus niños esa tarde al centro comercial, a ver una peli de piratas con Penélope Cruz y Jhonny Depp. Y mientras el ve la supuesta película comiendo palomitas al lado de sus crías en mi imaginación, yo me recreo en ver las que le pasan a ratos por su mente sin buscarlo mientras mira la peli de piratas, pues es precisamente muchas veces mientras miramos una peli con la atención entretenida, cuando se producen y proyectan los rollos más privados en esa filmoteca secreta que tenemos por ahí al fondo del yo más subconsciente. Y, a pesar de las infinitas almas que se le pueden suponer al personaje y las infinitas caracterologías que le impriman a cada una de ellas el momento y las circunstancias en que se decida ponerle a funcionar, alucino con lo fríos y escalofriantes que son siempre los entresijos de ese ser acabe resultando quien resulte.
Madre mía. Es que cuantas más posibles personas me monto, barajando las posibles personalidades que caben en el arquetipo de este ente, más escalofríos me da la sutil letalidad que encierra su existencia en cualquier caso. Es un elemento siniestro, en cuanto al quehacer de su karma, en cualquier sujeto en que se encarne su agencia. Y en cuanto lo conocí pensé en colgarlo en el Personajes 10, que era el que tocaba, porque me parecía ocurrente empezar el texto con la relación casual que se daba entre el 10 que le correspondía por orden y el que se merecía por hideputa. Pero poco antes de que aquel artículo me hiciera pensar para ese puesto en este personaje, había aparecido en la escena de los noticieros otro ejemplar de este tipo de gusano matagentes también muy propio para haberle puesto un 10 por hideputa en esta galería de personajes que me traigo, colgándolo en el diez de Personajes. Uno que había aparecido de pronto de entre el público en un cine transmutado en el malo de la peli, con un par de armas de fuego acojonantes, y se había cargado a tiros a unos cuantos en la sala donde se iba a proyectar el estreno mundial de la ficción de horror recreativo que él se encargó de hacer realidad recreativa del horror. Parte de los asistentes se creyó durante la matanza que toda aquella escena de tiros y de muertes a su alrededor era parte del espectáculo de presentación de la película, y gritaban entusiasmados con la genialidad de los organizadores en medio de los tiros, disfrutando de saborear el susto tan espectacular que les estaban dando por sorpresa mientras aquí y allá caían los muertos (puede que hasta a algunas de las víctimas mortales les pillaran los fatídicos balazos aplaudiendo). Y dudé de si no era con él con quién tenía que hacer la carambola colgándole en el Personajes 10 para darle el 10 por hijoputa, aprovechando de paso para hacer un tipo de post bis aniversario a aquél otro cabrón de aquella otra matanza colectiva de Noruega que había habido un año antes, que tengo figurado en el Personajes 7. Ese que, en el mismo estilo de chou criminal que aparece disparando armado hasta los dientes en medio de una multitud cargándose a to cristo, se había llevado en una isla a 85 jóvenes por delante. Pero es que… en cuanto a cualidad putil… este exhibicionista hijo de puta loco por el cine… en comparación con la casta sicaria y la técnica siniestra y refinada del Cerdrón en su cabina… no había color. Como matador y como hideputa ganaba el Cerdrón. En calidad de vocación, en entrega, en esfuerzo formativo, en sistema, en vileza, en capacidad mortífera, en frialdad de alma… en determinación… en todo. Dónde va a parar. Comparado con él, el del cine se queda en un pobre loco autodidacta del horror más artesano, pretencioso en el afán protagonista y sanguinario el muy cabrón pero artesano. Un puro paleto criminal. Y, si bien su caso tenía de impresionante el shock del ímpetu brutal que siempre tiene la acción del genio loco en solitario, la calidad de su horror no se podía comparar en solidez con la dedicación sistemática del otro, que usa en su matar los avances más punteras de la ciencia como hacen las factorías productivas en las cadenas de montaje. Lo mismo pasaba con la esencia terrorífica del móvil, que en el uno era el gusto irresistible por la sangre, de un ego delirante y asesino, y en el otro la obediencia sin ego de un yo esbirro a la orden militar, irrazonable por definición. No. Si acaso, el valor que, aunque sea repugnante y muy recriminable, conlleva el que actúa solo y sólo por valores personales, por muy locos que sean, sin buscar en absoluto ningún tipo de lucro en su pura acción vocacional, sin importarle un pijo el qué dirán de todo el Universo, apretando el gatillo en un tacaquetaca orgásmico de muerte así como diciendo mirar con qué hijodeputa tan grandísimo os habéis ido a cruzar hoy tan trascendentalmente en esta puta vida, y cerrando por fin el espectáculo de su intenso momento de gloria asesina volándose la tapa de los sesos, quizás encerrara algún tipo de eximente del carácter hideputa si es que, cósmicamente hablando, pudiera haber un juez para tal cosa. Sobre todo frente al agravante que supone en el caso del que vive de hacer carrera del acierto de sus tiros a la hora de matar, que los dé como un mandao, diciendo que lo hace por la seguridad de no sé qué bien que trata de imponernos como nuestro por deber, al amparo de un brazo armado incuestionable y poderoso que incluso se encarga de buscarnos un problema a usted o a mí si empezamos a dudar de que sea cierto eso de que mata en nuestro bien, y sin necesitar más valor en sus hazañas que el de la pericia técnica y el ser inmune al reconcomio de cualquier forma de culpa. Porque lo único que arriesga cuando mata, es que le destruyan el juguete. No había color, el 10 de Personajes era para el Cerdrón por hideputa.

Pero después me ocurrió lo que me ocurre siempre, pasó el tiempo sin que escribiera nada y un día olvidado por completo de aquél certamen me encontré con la foto de la Lagarta y el Ciruelo y me dije que ciertamente expresaba más una imagen que mil y un verbo encendido y les colgué a los dos en el 10 y el 11 de un primer Personajes de pareja y sin palabras. Por desahogar el asco tan tremendo que me dio el encontrarme de pronto con sus jetas. Y fue luego cuando caí en la cuenta de que había perdido la ocasión de colgar en el 10 de Personajes al personaje 10 por hideputa, y pensé en descolgarlos para darle su puesto al Cerdrón y colgarlos a ellos en el 11 y 12. Pero me pareció una tontería, porque además, bien mirado, ni siquiera era cierto que el Cerdrón fuera más hideputa que cada uno de ellos, puesto que este al menos tenía güevos de apretar el botón de disparar, y ellos, aunque pertenecían a más altos estamentos de la máquina que lo mandaba, y cobraban sin duda mucho más, ni siquiera. Así que los dejé en el puesto en que estaban tan bien puestos. 

Y luego, hace unas semanas, justo cuando me disponía a colgarle por fin al Cerdrón su diez por hideputa poniéndole en el Personajes 12, se volvió a presentar otro candidato para el puesto. Uno también del tipo mata gente en show como el del cine, pero este en la categoría infantil. Sí, un joven de veinte años en un pueblo de USA, que coge un rifle de asalto militar y dos pistolas de la colección de armas que tiene su madre para defenderse de todo el mal que nos acecha y mata con él a ella la primera. Después se va armado en ese plan a la escuela del pueblo y se carga de tirón a seis adultos y veinte niños de primaria. Con la última bala se vuela la cabeza. Fin de la película que duró cinco minutos. El mundo, conmocionado mientras los informativos acreditan el suceso, no da crédito. Los medios le dan el ranking de segunda tragedia de USA en ese tipo de sucesos. Buscando en Google cuál había sido la primera me encuentro con una larga lista de matanzas parecidas. Sólo en la última década una veintena. Vuelvo a comprobar lo punteras que son los usas en la producción de este tipo de mendas. Otra vez dudo entre si gana a hijodeputa este o el Cerdrón. El Cerdrón me sigue pareciendo más frío, pero lo de que sean niños los muertos siempre afecta más a la sensiblería. Por otro lado observo que los tres personajes de esta competición son genuinamente usas, y es precisamente lo usa lo que dice que defiende el Cerdrón con sus telematanzas. Algo debe de significar eso. Y en muchas operaciones de limpieza se habrá limpiado y se limpiará niños el Cerdrón, que no tendrán más culpa que estar cerca del objeto que haya que extirpar. De hecho me suena haber visto varias veces fotos de críos deshechos en brazos de gente arcaica dolida e iracunda que los enseñaban como pruebas del destrozo de esos putos aviones teledirigidos. El hecho de haber casi olvidado esas imágenes me hace comprender hasta que punto no vale lo mismo en el fondo de nosotros un niño de un sitio que de otro. La mayoría de las veces los niños que se cargue el Cerdrón morirán sin llegar ni siquiera a ser objetivo de reporte. Además, la madre del mata niños este de la escuela esa sería seguramente procerdrone hasta la médula. A lo mejor hasta soñaba que llegara a ser su niño un buen cerdrón. Nunca se pueden llegar a saber a ciencia cierta los detalles de las cosas. Pero parece cierto que esa gran parte de los usas que se corre con la posesión de armas cada vez más poderosas, son los que abonan con sus leches las industrias del cerdrón para que sea cada día más grande en sus imperios. Y sobre todo… lo secuaz, lo secuaz que es el Cerdrón, que es el verdugo que ejecuta maquinalmente lo que haga falta ejecutar. No hay duda. Yo le sigo dando ganador al 10 en este concurso de hideputas matadores. Además, hasta ganará en número de víctimas, seguramente con uno sólo de sus petardazos. Y en eso de buscarle tres pies de justificación al caso con que si es más o menos cabrón el que mata partiendo de al menos algún tipo de razón o dándose al capricho por completo… eso sólo tiene respuesta con un depende de donde te toque. Si te toca ser un pringado que ha ido al cine a palmarla no hay duda, el mas cabrón es el hijoputa que salió de malo de la peli porque sí en medio de la sala. Pero si te toca pringar yendo, con la ilusión de comer al menos algo más que otros días, a la boda aquella en medio de un barranco anclado en la Edad Media más profunda donde aparece de pronto por el aire el futuro más lejano en forma de aparato volandero criminal que va y te jode porque sí a toda la familia por estar al lado de un primo con no sé que problemas… el hideputa no cabe la duda que no sólo es el cacho cerdrón que se supone allá a tomar por culo al mando del maldito avioncito sino toda su puta casta entera, incluidos cada uno de los miembros gozantes directos e indirectos del Sistema patriocho que financie el interés que ha hecho posible la aparición del puto invento en el horizonte de tu cielo, desde el más rico y poderoso hasta los sincasas que viven de la beneficencia, al margen de cualquier ideología, al fin cualquiera que pertenezca al mundo cuya milicia dirigió el ataque. O sea que tirando y tirando por ahí, hasta tú y yo podemos encontrarnos metidos en el saco de las culpas del Cerdrón. Quizás por eso me haya a mí revuelto tanto el descubrir la existencia de estos ingenieros matadores. No en mi nombre, no en mi nombre. Es lo que creo que trato de decir. Porque este Cerdrón no es ningún héroe anónimo al que encima tengamos que guardar respeto militar, sino un tipo más que mata. En el fondo como cualquier otro que sienta el gusto de matar. Pero peor. Por eso lo del 10. Por que en su caso la cosa no es sólo vicio personal, que por la forma queda fuera de cualquier posible valentía, sino pura profesión jifera. Es el carnífice de una alquimia sangrienta. Un asalariado verdugo frío y maquinal. ¿Te has parado a pensar alguna vez en lo curioso del binomio juez-verdugo? El uno dice, hay que matar, pero no lo hace. El otro mata, sin decir nada, pero diciendo que a él se lo han mandao. Sin uno de los dos no sería funcional el artilugio de apiolar que configuran. Y de los dos el único que tiene la autoría de la muerte es el verdugo. Así, los ancestros del Cerdrón están presentes en las bases más oscuras de los tiempos. Desde los empaladores que cuenta ya Heródoto, hasta los portaalfanjes que están siempre en las salas de tronos de todos los cuentos de Las mil y una noches, para cortar al punto lo que el antojo del visir ordene que haya que cortar. Del mismo modo que sin soldados no tendríamos siquiera el concepto de la guerra, y sin carceleros sería imposible concebir las cárceles, sin este tipo de funcionarios no estaría la historia llena de empalamientos, desollados vivos, quemados en la hoguera, descoyuntes y crucifixiones. No cabe duda. Ellos son los auténticos manufactores de todo ese horror. Y por lo tanto quiero, dándole al Cerdrón, versión aséptica donde las haya de este tipo de sanguinolento tajo, el diez, por hideputa, frente a todos estos otros asesinos compulsivos que ya tienen el convencional rechazo de la práctica totalidad de los abundios, dejar dicho que la verdadera cresa del gusto por el crimen está, más que en manos de unos cuantos asesinos locos que hay que reprimir, más bien metida en las propias estructuras del Orden que establece la Ley que nos gobierna.
Sin embargo…

Sin embargo todo en esta vida es más complejo de lo que a simple vista pueda parecer. Y este sucio personaje no iba a serlo menos. Cómo esbozar aquí el espeso caldo que les posibilita. Hay mucho cenutrio que apoya estos cerdrones. Además de los institucionales, que les buscan, adiestran usan potencian pagan y enardecen. Hay muchos cenutrios vulgaris en todas las clases sociales de cenutrios buena gente. Que les ven bien. Que les veneran. Que piensan que están ahí para su bien. Que les ven en secreto como a tipos envidiables. Que se les pone dura cuando ven las armas prepotentes disparando en las películas de guerra. Hay también los que, no es que se corran con ellos pero les ven inevitables, o a lo mejor de algún modo necesarios, o en verdad, si es que tienen que llegar a definirse, imprescindibles. Y luego están los que no quieren ni verlos pero mejor que estén ahí, sin que se note demasiado, a que tengan que subirles a ellos el precio de su bienestar por una insurrección de las materias primas. Con estos últimos, que son una mayoría, pasa un poco como con los que comen carne con los de los mataderos, que casi todo los carnívoros piensan en ellos con cierta repugnancia, pero que son los que les ponen a mano la barqueta de filetes que ellos compran limpiamente en el supermercado. En cualquier caso nadie piensa en el matarife y el grito del ser vivo muriendo degollado cuando se lleva a la boca el trozo de animal hecho guiso con receta refinada. Pero, qué diferente sería nuestra dieta carnicera si no fuera por ellos. Porque no todo el mundo tiene lo que hace falta para poder matar y comer luego. Y es mucho mejor si alguien te lo hace y tu usas de esas proteínas y luego formas parte de algún tipo de asociación pro derechos de los pobres animales, si es el caso que así hagas mejor la digestión. A estos es a los que ahora me quiero referir marcándoles con la atención de algún tipo de gravamen. Porque es posiblemente entre estas existencias donde resida la clave primigenia de la razón de ser de los cerdrones. Tanto de los que ejecutan a las vacas como de los que matan a los tipos que va tocando ser declarados terroristas según el interés del tiempo que domine. Igual existen ya también estos tipos de tecnologías matarifas a distancia en los mataderos de última generación. Y puede que el que degüella animales en cadena lo haga desde lejos a través de un monitor con un programa que tenga, por ejemplo, una interfaz de dibujos animados de Walt Disney, donde la vaca del dibujo diga muuuu, cuando sea acogotada felizmente con éxito, de alguna forma incluso que un poco graciosa. También se le puede poner esa interfaz de cómic al monitor del drone que mata gentes en los rincones de los barrancos pretéritos perfectos. así sería menos duro para la salud integral del que los mata, en ambos casos. Por qué no, si es algo que no interfiere en la productividad sino que incluso la mejora… A todo llegaremos si ya no hemos llegado. Sólo es cosa de tiempo. Ya verás. El otro día decía Obama de estos ataques: son legales, son éticos, y son inteligentes. Y yo me quede pasmado con la función arrogante con la que había dispuesto los calificativos, para marcar el más contundente orden al mensaje: primero de entrada y sobre todo, el derecho que me otorgo por ley y punto (aunque él seguía con una coma), y, inmediatamente, aunque después sin duda, la conveniencia de su bondad indiscutible tan completa como laica, y por fin, aunque dando una bella envoltura a todo lo demás desde el final hasta el principio, la estética del sentido económico de medios y de vidas, y de la humanidad, fría y calculada pero cierta, que confiere al término inteligentes usándolo como adjetivo de bombazos. De todas formas… esa frialdad de bisturí robotizado… no me pega verle a este Cerdrón siendo condecorado públicamente con podium y aplausos a su valentía, como en la época de los bombarderos tripulados aquellos de los tebeos de hazañas bélicas. Antes bien me imagino esos reconocimientos en formas más secretas de prima y trepe en calidad de su currículo. Tampoco lo veo, como a aquéllos, siendo objeto de grandiosas pelis de gloriosas acciones tipo Rambo. Este más bien dará lugar a un tipo de ficción más dentro del género del cine de vidas retorcidas. Incluso seguramente, más bien pronto que tarde, su categoría profesional entrará, debido a que habrá muchos y dispondrán de un softguar cada vez más sencillo para que hasta un tonto pueda hacer sin problemas lo que hacen, en un perfil masivo en el que cobrarán cada vez menos y tendrán que pagarse a lo mejor incluso el IVA como autónomos. Porque a una pauta de estructuración social así es a la que parece que nos estamos encauzando.
 
Y al fin esto parece, en vez de el cuadro de un post de Personajes, otro post Rollo matutino. Pero es que siempre me queda ahí como que algo en el tintero referente a lo que se trasluce detrás de este señor. Ahora por ejemplo, me imagino lo que dirán de él sus madres. Y veo que cada una de ellas dirá de él una cosa que no será además siempre la misma ni siquiera en cada uno de los casos en los que el personaje se concrete en una sola. Y escucho lo que dicen de él cada uno de los diferentes encuestados que imagino de entre los sietemilmillones que somos y de los tropecientillones que fuimos y de los que serán. Y alucino con la diversidad de pareceres. Me imagino también lo que dirán de él… ¡tú mismo!, ¡piénsate tú mismo, sobre el cerdrón de todos los tiempos, todos los juicios que se te ocurran y así no te dejo yo fuera ninguno que te pueda interesar! En cuanto a mí está sobre todo, la conclusión que yo me monte. Que ahora parece que tendría que ser esta que me estoy forzando a redactar, pero que a partir de ahora será la que sea según cada momento en que lo piense. Porque no es lo mismo opinar desde aquí en mi cabina de acción disparando caracteres lejos de todo compromiso, que luego fuera de ella inmerso en los vaivenes de la vida. También puede acabar uno enamorado de uno de ellos. Por cierto, ¿habrá ya alguna cerdrona por ahí? ¿Cuanto tiempo tardará, si no, en que consiga una ser la primera de la Historia en eso? Y esta, tanto si ya la hubo o cuando por fin la haya, ¿será una bollerona militaria o todo lo contrario mujer exquisitamente femenina? Quizás, en cuanto a matar de forma refinada sea más competitiva que el macho, la mujer. Cuántos puntos de vista diferentes de pronto para el mismo personaje. Y está por supuesto por encima de todas la opinión cósmica. Claro. Esa que se daría desde fuera en un estado de aquiescencia absoluta e infinita. Pero esa es como el punto o el plano de la Física. Que están ahí, pero que solo podemos manejarlos en el terreno imaginario. ¿Cósmicamente hablando, qué es lo que representan los cerdrones? La mayoría contesta a estas cosas tan serias tirando por el morro de las falsas fórmulas de sus falsos dioses. Pero eso está fuera del más mínimo coeficiente intelectual y de la más mínima decencia. Y sin embargo, del mismo modo que toda la Física se basa sobre conceptos ideales fuera de los rozamientos de la realidad, las leyes sobre esto se promulgan con estas fórmulas falsarias como si fueran ciertas y estuvieran escritas por dioses verdaderos. Es un absurdo. Y, cósmicamente hablando no vale de nada ese razonamiento. Así que si vas a perder tiempo en razonar, hazlo de forma que pueda reportarte algo interesante. Trata de considerar, en tu consideración, todo eso que de verdad te sugiera este personaje. Mete también como parte del tuyo el juicio de cuantos más demás puedas llegar a imaginarte, desechando sólo a esos que no sólo tratan de engañarnos, sino que ellos son los primeros que se engañan.
 
Yo que sé… Sé que todo esto que digo de puro impreciso queda raro. Pero lo que intento es tratar de ver las cosas en todas sus corrientes, y al discernir siempre se congela el movimiento. Si te digo que en Usa hay 200.000.000.000 de armas privadas en circulación, y que hay más muertos por ellas que por todas las guerras que han tenido, y que en el mundo el suicidio es la violencia que más mata, por encima de todas las demás incluidas guerras y accidentes, quizás esté aclarando algo sobre el meollo que estoy tratando de desenterrar. Acerca de ese entresijo oscuro que rige el fondo de la cosa destructiva. De la cual, el cerdrón, es, al final, en el sentido de única primera, la última pieza responsable.

Por fin, quiero acordarme de Sleep dealer, de Alex rivera. Una peli mejicana que fue la primera que me enseño eso de los drones. Pero allí, el tío malo del drone se hace al final bueno y dirige su aparato contra la injusticia. Claro que es una peli de ciencia ficción. Pero a lo mejor no está mal acabar esto con un toque de optimismo tonto. En cualquier caso, si puedes, visiona la película. Es una opera prima, pero a mí me pareció bastante buena.




La foto es de lanacion.com. Buscando imagen que poner caí ahí y después en una serie de informaciones que me hablaron de cerdrones que contaban lo extraño que era salir de la cabina aún con la adrenalina a cien después de haber disparado en la otra puerta del mundo y volver a salir al cosmos de la calle de una ciudad de Nuevo Méjico, donde nadie se había enterado de nada, camino de casa, entre tiendas bien abastecidas y restaurantes de comida rápida, en un tono que presagiaba, efectivamente, una tendencia al desquicie y a la autoconmiseración falsa y enfermiza. Otro venía a decir que se entretenía en ver las costumbres y la vida íntima de sus víctimas, este un poco más intelectual, pintando su actitud con el color romántico del protagonista de La vida de los otros, que citaba. También me presentaron a una cerdrona. Tenía que haberla y la hay, y esta en concreto contaba de cómo había pasado todo un embarazo teledirigiendo uno de esos aviones hasta doce horas diarias, hasta que la tripa se le metía ya encima de los mandos, decía, completamente libre de otras contemplaciones. Al final venía a decir que era mejor trabajar así, porque podía estar cerca de sus hijos cada día. Tenía por lo menos otros dos más, comiendo de su drone. Lo que a unos mata, a otros los engorda. Eso es lo que es al final siempre la vida. Y tratándose de la comida de sus crías, las hembras son siempre las que más fríamente buscan el éxito en la caza.


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6 ene 2013

Rollos matutinos 75


75

Pues yo, con lo del 75 cumpleaños del Rey y la publientrevista que se han montado en la tele y todo eso me ha pasado lo mismo que con el discurso ese que hace en navidad, que lo que más me ha hecho pensar es verlo en sí a él en la foto de El País y pensar que esa realidad decrépita sólo me saca 17 añitos. O sea, que la única impresión que me ha quedado de esa imagen real es la de que dentro de ya no tanto tiempo es muy posible que me vaya viendo yo poco a poco también en esos términos caducos. O, visto de otra manera más clara de decirlo, que ese puede ser el pachorcho futuro no ya tan lejano que me espera. O, sin puede, porque lo posible es que sea si no tan así por el estilo, o en esa onda más o menos y desde luego, en cualquier caso, en esa dirección será la deca den cia en que vaya yendo mi futuro, y lo que pasa es que estoy tan asustado de lo que estoy viendo ahora que lo escribo que no hago más que ponerle a la oración adminículos posibilistas para esquivar certeza a lo terriblemente cierto. Porque, claro, él ha debido pasarse mucho, y los de su dinastía no se han caracterizado nunca por tener dura otra constitución que la de sus coronas, y además lleva toda la vida pegándose trompazos y… Sí, lo que quieras, pero también es rey, y goza de los máximos cuidados que puedan existir, los mejores médicos, las mejores cosas para retrasar… No sé, es terrible comprobar que al cabo cualquier esplendor por más real que sea tiene que acabar siendo realmente una ruina. En cualquier caso… Esto es lo que me ha hecho pensar hace un momento la foto del artículo que hablaba de él y de sus años: joder, madre mía, así que el futuro que me aguarda es, poco más antes o después, ese tipo de majestuosos cambios para los que ninguna realidad tiene remedio por más real que sea. Y no acababa de digerir esa constatación del regustillo amargo que siempre tiene en el fondo la existencia cuando he leído otra noticia al lado, esta de hacía sólo unas horas: un niño de seis años muere en el acto arrollado por una carroza de una cabalgata de reyes mientras recogía los caramelos que tiraban desde arriba pajes de sus altezas de fábula oriental. Buf, mira, qué casual causalidad, otra vez asuntos relacionados con shows de realezas trayendo consigo la trágica evidencia del horror fino que siempre tiene por ahí, guardado incluso entre las cuentas más dulces de su cuento, la puta vida.
Pues eso.

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