5 oct 2015

Rollos matutinos 91

Relaciones intimas

No soy un escritor. Porque no escribo y porque en realidad tengo todavía menos ganas que talento para hacerlo. Así que lo que tengo que hacer si quiero contar cosas es hacerlo de la forma más directa posible para quitarme de encima la tarea. Y luego ocurre que son muchas las cosas que quisiera contarme frente a ti. Tantas, que son como un tropel de ideas que atascan las salida por donde deberían ir naciendo los relatos que se quedan ahí encerrados sin llegar a tener cuerpo como engendros que no sólo nunca llegaron a nacer sino que ni siquiera llegaron a alcanzar de verdad un mínimo estado embrionario. De vez en cuando y siempre en los momentos en los que más difícil es ponerse a escribir para pillarlos, se fragua alguna idea de forma que su contemplación me permite acariciar sus contornos y pensar cómo sería si la plasmase en algún tipo de soporte de algún tipo de texto. Pero siempre suele ser en los momentos en que es más difícil ponerse a la tarea. Mientra hago algo, mientras conduzco, mientras ando. Mientras guiso. Últimamente me ocurre ese fenómeno a menudo mientras guiso. Y aunque la mayoría de las veces el tema nada tiene que ver con la comida, otras son verdaderos tratados profundos sobre la relación anímica tan fuerte que, cósmicamente hablando, supone el cruce de mi vida con la del propietario del muslo, la pechuga o el filete que preparo. Esa impresión de profunda relación donde las haya se hace más fuerte y redonda cuando se trata de pescados al momento de limpiarlos, ya que el cadáver está entero y uno no puede dejar de mirarlos a esa profundidad tan fría que tienen en los ojos mientras les vas amputando las aletas, raspando las escamas y abriéndoles las tripas. Y escribo mentalmente buscando el fondo de la razón de un universo donde las relaciones de este tipo son la forma de obtener la energía necesaria para poder vivir. Por supuesto siempre soy consciente de que en el fondo, y trágicamente hablando, no hay ninguna diferencia si lo que estoy preparándome para la caldera de mi estómago es animal o vegetal. Y capto claramente que en cuanto a karma o sufrimiento, lo mismo da si se trata de una lechuga, de un pez o de un conejo. Creo que una de las causas del fatuo egocentrismo que tenemos los humanos en nuestra concepción de la existencia es no mirar la base de ese asunto como la simple explicación de la cadena alimenticia que supone en esencia, al carecer de algún depredador, si exceptuamos los virus y bacterias. Posiblemente Esto no se trate de otra cosa que de comernos los unos a los otros. Con o sin razón es ya una pregunta que está totalmente fuera de nuestro alcance cognitivo, igual que la estructura íntima de la materia o lo que son los agujeros negros de las galaxias y los movimientos sociales colectivos, o el propio criterio personal. Muchas veces también me dedico a alucinar viendo la capacidad que tenemos para hacer pasar las teorías que nos montamos ante lo que desconocemos por verdades que no tienen vuelta de hoja.


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