26 jul 2016

Rollos matutinos 100

Exceso de cultos
A ver. Cando tuve el flash lo vi muy claro, pero es difícil traerlo aquí a explicar. Cuando ocurre la idea siempre es por ahí y es como un fogonazo hipervisual que yo disfruto enteramente como un rico documento que todo lo recoge pero que luego traerlo aquí no es nada fácil. Y claro, aquí es donde estás tú y lo que no consiga traer aquí para ti es como si nunca hubiera existido. Y por lo tanto, para mí tampoco. Así que, a ver: La cosa empezó con un cruce de flases conceptuales. Sí. De pronto, pensando abstraído en el mundo del Coletas y su banda de ólogos de nueva generación se me iluminó el de una gordita estudiante universitaria de Biología que me encontré un día hace ya años en una entrevista de la tele metida en una barca en el Estrecho llena a rebosar de más biólogos. Creo que ya te lo conté entonces. Pero te lo vuelvo a contar a ver si logro enganchar la idea que persigo para traerme de ella aunque sea un cacho de su cuerpo, como intentaban hacer ellos con un arpón con las ballenas. Sí, porque a lo que estaban los de la barca de biólogos en el Estrecho en aquél reportaje de la tele era a la caza de poder arponear alguna ballena que encontraran. Y el flash que recuerdo es el de la gordita, excitadísima dentro de su chaleco salvavidas, henchida de sapiente frenesí, explicando al borde de un orgasmo vital a la periodista que le hacía micrófono en mano la pregunta, que su trabajo era muy importante, que se trataba de investigar las consecuencias de la contaminación y de los cambios del medioambiente en la vida de las ballenas. Porque había que intentar hacer algo porque la situación era muy grave. Y era a lo que estaban allí, expuestos a todo en medio del océano. Lo que a ella le estaba poniendo en el paroxismo de la felicidad del logro, tanto de su carrera como de su realización personal. Pero para alcanzar la satisfacción de todo eso tenían, primero que encontrar alguna a tiro y luego conseguir clavarles un arpón que les dispararían con una especie de cañón propulsador que ya tenían preparado apuntando por la borda, para después traerse a la barca de tirón prendida a la punta de su ingenio un cacho de ella, que sería la muestra que formaría el cuerpo de un montón de razones de estudio y de consecución de posibilidades de subvenciones, trabajos, y posibles éxitos científicos de aplicación incuantificable. Preguntada que fue por la reportera sobre si eso que decía no supondría cuando menos un dolor para la ballena, viendo la magnitud del pincho de la punta del arpón, contesto enseguida que no, que para nada, que sólo se les quitaba un poco de grasa y que las ballenas de eso tienen demasiado y son muy grandes. O algo así, contestó enseguida, fuera por completo de que tal posible inconveniente fuera razón que pudiera aunque fuese eventualmente suponerle a ella bajar del globo de científica en ciernes, defensora de todo lo bueno además, en el que en ese momento empezaba por fin a cabalgar, después de tan largos años de estudios, dispuesta a seguir montando esa montura ya toda su vida, cada vez más alto y más deprisa, hasta alcanzar las cotas más sublimes de la realización que corresponde soñar a los científicos aunque haya que pasar por encima de algún que otro pellizco a alguna que otra ballena. Recuerdo que a través de ella vi claramente en el instante el peligro ecológico total que significaba que una parte masiva de la ya crítica sobrepoblación humana del planeta se estuviera dedicando a doctorarse en todo tipo de ese tipo de cosas haciendo que, por sobrepoblación de doctorados, que necesitarían ejercer sus requetestudiados títulos, los animales necesarios a someter a sus trasteos pronto alcanzarán un número crítico y pronto ya no quedarán especímenes ninguno de los que aún están sin anillar sin estarlo con cuatro o cinco anillos de cuatro o cinco estudiosos diferentes. Y aún entonces, todavía, sobrarán millones de anilladores, en paro, protestando imparables, deseosos de seguir anillando porque si no a ver qué.
Sé que en aquel momento también me enseño el flash de la película que vi que lo mismo pasaba con la mayoría de las otras ologías y uras y inas que estaban masivamente produciendo por un tubo chorros incuantificables de titulados, licenciados y doctores sin parar. La conexión más inmediata fue, claro, la referente a la de los de la arquitectura, que si todos los arquitectos que pronto iba a haber en el mundo tenían que construir aunque sólo fuera un par de casas harían falta no se yo cuantos planetas de solares. Pero eso pasaba igual con todas las disciplinas del saber homologable. Y si el fenómeno encerraba un peligro global claro, en las que tenían un aire así como que romántico de defensa medioambiental tipo heidiano, como era el caso de la bióloga de la barca del estrecho..., qué no sería con las que llevaban en sí mismas, de por sí, y en su propio fundamento caracteres más bien relacionados con lo maquiavélico. Y, entonces...
Oye, y entonces no sé qué más sabría yo haber dicho, pero ahora mismo es verdad que no sé yo ya cómo explicarte qué era exactamente lo que me conectó en la cabeza este flash de la gordita en la barca llena de biólogos en el estrecho tras una ballena por ahí que arponear en pro de solucionar su peligro de extinción con lo de lo de la politología de redentor de Pablo Iglesias. Pero sé que en aquel nexo de figuraciones que sufrí se me mostraron claves importantísimas sobre la película que viene y en la que él es ya sin duda un actor no tanto de talento como de renombre. Claves tan claras vi, que puede que tuvieran hasta algo de spoilers. Y creo que quizás... Pero, mira, a lo mejor, lo mejor es que, en vez de escornarme en intentar contarte más, te deje aquí a ti solito que intentes ver si logras que a ti también te salte en la cabeza la chispa de magín que arranca el flash de las visiones, por si resulta que lo consigues y la tuya también te dice algo interesante. Ya que entonces, tendría algún tipo de razón el haberte contado todo esto.

Y si no, pues qué se le va a hacer.

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