21 may 2013

Personajes 13

El Samsara vergonzoso

Todo es relativo. Y así también el amor propio. La autoestima. Tiene gracia. Uno piensa a veces de si mismo seriamente: vaya mierda que soy. Y luego miro alrededor y veo personajes como por ejemplo la Esperanza Aguirre, tan pagada de si misma con ese mohín indecente de niña rica consentida de colegio bien revieja, tan creída, ¡con la mierda tan grandísima que es!, y digo, oh dioses, si es que existe la objetividad… Pero seguro que la tía piensa, cuando piensa en el mojón histórico que va a dejar en la Historia del Tiempo y el Espacio su paso por el cosmos de los vivos, que es la hostia. Esto si que es hacer algo importante en la existencia, se dirá. Se le ve que se lo dice. Yo sique sique. He llegado, si señor. Mírame ahí. Soy una de las grandes. A ver si como colofón me hacen un funeral parecido al de la Thatcher. Bueno, pues yo lo tengo claro: cienmilmillones de veces me da a mi más sensación de validez, cósmicamente hablando, ser yo que ella. Dicho sea por supuesto sin ninguna intención de decir que yo sea algo que pueda merecer la pena para nada. Ni que tenga este texto intencionalidad política. Es sólo que si es que es verdad, oh dioses, eso que creo que dicen los hindúes de que todos somos en realidad distintas encarnaciones del dios Rama (o del que sea), ¡asistidme cuando me toque a mí el trago de tener que vivir la vivencia de ser ella! Porque pensado desde este yo mío de ahora, es un ridículo tan grande que no me parece posible que lo pueda soportar, y entiendo lo que es, de verme metido en la talega de ese karma, el suicidio de inmediato, aunque tuviera que ser cortándose las venas con los dientes.
¿Será este sentimiento insoportable que trato de contar la védica interpretación de la vergüenza ajena?
Después me pongo a pensar en el poder y la gloria que las sociedades dan a estas miserias personales y me inflamo el ego recreándome en el valor de ser un completo marginado. Aleluya, aleluya. Me digo dispuesto a disfrutarme a tope como soy ahora que puedo, que, aunque hay otras vidas que parecen interesantes y atractivas de reencarnar, vista la cantidad de mamarrachos que hay en el catálogo… no sabemos las sorpresas que el Samsara nos pueda reservar. Pero si en esa rueda funciona la ley  de la estadística…



Nota. Valga la foto para confrontar el frío repelús que causa la potencia diabólica del aura de la Thatcher, con el bochornoso oprobio que da la ignorancia atrevida, al fin dentro del hispano pretencioso más paleto, del fantoche de la Aguirre.
Nota 2. Claro que hay muchos más personajes invivibles como ella en todos los campos y parcelas dondequiera que se mire. Ni es tampoco el primer caso con el que me espeluzno pensando que me toque por turno la vida de ser ellos. Pero la vanidad de esta tiene algo tan fatuo que me es insoportable. Quizás por eso ha llegado a ser la presidenta de una rancia agrupación fundada en el carácter patrio de este tipo de vergüenza pata negra. Tan dentro del origen de nuestra denominación.

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13 may 2013

Rollos matutinos ¿80?

De gilipollas, gilipollauras y gilipolleces

Gilipollas es una palabra que yo utilizo demasiado. Pero es que la significación del gilipollas abarca un espectro inagotable. Porque lo gilipollas engloba, además de a lo tonto y lo estúpido (pero curiosamente también a los listillos), los mundos de lo molesto, lo pesado, lo fatuo, lo lerdo, lo mezquino, lo ruin, lo simplón y lo taimado, incluso lo ridículo, y hasta al que le gusta andar jodiendo la marrana queda perfectamente dibujado cuando decimos de él, hay que ver que gilipollas que es el tío. O la tía. Porque además de muy polivalente el calificativo es unisex. Y si una cosa es cierta en esta vida es que tan gilipollas son los tíos como las tías. De hecho, esta disquisición sobre la gilipollez me ha venido a las mientes tras haber leído una noticia que decía que en Jerusalén judías reformistas y conservadoras habían sido apedreadas por judíos ultraortodoxos por pretender rezar contra un cacho paré en el que al parecer, según los ortodoxos según designio de su dios y desde hace tres o cuatro mil años, sólo los machos tienen el derecho. Lo otro, el que un chocho se pegue cabezazos contra las santas piedras como es costumbre de ellos, implica una blasfemia por la que hay que llegar a matar si es necesario, para la parte machuna de esta historia. Y para la parte femenina… pues hay dos. Porque resulta que parece que en la trifulca de este caso mientras un ciento de ellas querían entrar a rezar a toda costa donde los hombre aunque las mataran de un cantazo, un millar, también mujeres y judías fieles a que sólo sus machos ortodoxos tienen el poder y la gloria de ya ves, frenaban a las guarras que no tienen vergüenza hombre por dios, como se atreven. También a toda costa. O sea que, aquí tenemos un ejemplo de que todos son igual de gilipollas. Y si acaso hay, en este triángulo equilátero, alguien que lo sea un poco más, son sin duda las mujeres que dedican sus esfuerzos a conseguir hundirse aún más adentro en ese club que hace de la machorrez una virtud divina milenaria, empeñándose en llegar a ser miembros de pleno derecho de él, en vez de mandarlos a todos a donde corresponde. A la ignorancia. En la que desde luego viven y con la que se les debe honrar eternamente. Y dedicarse a vivir todo lo alegremente que se pueda lejos de esas taras espantosas. Y si es que hay que ponerse a luchar porque te opriman, coño, que no sea por empeñarse encima en formar parte sacra de la cadena puta. Porque eso si que es de gilipollas.


Nota: mis respetos a los mapaches de la foto, que no he podido encontrar de donde la he cogido, por ponerlos a hacer parte de esta gilipollaura de la que están seguramente exentos. Porque si algo parece al observar, es que no son los animales tan gilipollas como nosotros para nada.

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