6 ene 2013

Rollos matutinos 75


75

Pues yo, con lo del 75 cumpleaños del Rey y la publientrevista que se han montado en la tele y todo eso me ha pasado lo mismo que con el discurso ese que hace en navidad, que lo que más me ha hecho pensar es verlo en sí a él en la foto de El País y pensar que esa realidad decrépita sólo me saca 17 añitos. O sea, que la única impresión que me ha quedado de esa imagen real es la de que dentro de ya no tanto tiempo es muy posible que me vaya viendo yo poco a poco también en esos términos caducos. O, visto de otra manera más clara de decirlo, que ese puede ser el pachorcho futuro no ya tan lejano que me espera. O, sin puede, porque lo posible es que sea si no tan así por el estilo, o en esa onda más o menos y desde luego, en cualquier caso, en esa dirección será la deca den cia en que vaya yendo mi futuro, y lo que pasa es que estoy tan asustado de lo que estoy viendo ahora que lo escribo que no hago más que ponerle a la oración adminículos posibilistas para esquivar certeza a lo terriblemente cierto. Porque, claro, él ha debido pasarse mucho, y los de su dinastía no se han caracterizado nunca por tener dura otra constitución que la de sus coronas, y además lleva toda la vida pegándose trompazos y… Sí, lo que quieras, pero también es rey, y goza de los máximos cuidados que puedan existir, los mejores médicos, las mejores cosas para retrasar… No sé, es terrible comprobar que al cabo cualquier esplendor por más real que sea tiene que acabar siendo realmente una ruina. En cualquier caso… Esto es lo que me ha hecho pensar hace un momento la foto del artículo que hablaba de él y de sus años: joder, madre mía, así que el futuro que me aguarda es, poco más antes o después, ese tipo de majestuosos cambios para los que ninguna realidad tiene remedio por más real que sea. Y no acababa de digerir esa constatación del regustillo amargo que siempre tiene en el fondo la existencia cuando he leído otra noticia al lado, esta de hacía sólo unas horas: un niño de seis años muere en el acto arrollado por una carroza de una cabalgata de reyes mientras recogía los caramelos que tiraban desde arriba pajes de sus altezas de fábula oriental. Buf, mira, qué casual causalidad, otra vez asuntos relacionados con shows de realezas trayendo consigo la trágica evidencia del horror fino que siempre tiene por ahí, guardado incluso entre las cuentas más dulces de su cuento, la puta vida.
Pues eso.

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