17 nov 2012

Rollos matutinos 72


Según como se mire

Es de verdad interesante, para apreciar el concepto en todo su aspecto terrorífico, plantearse la cuestión del cautiverio -y por ende, lo del Señor como Pastor que cuida del Rebaño y todo eso, que igual anda por lo mismo- desde el punto de vista de, por ejemplo, el azafrán que llena ahora los platos que tengo en mi habitación mientras escribo, con los pistilos de todas sus flores destrozadas puestos a secar en torno al tubo de la estufa. Esos órganos reproductores femeninos así tratados. Venir a ser, cósmicamente hablando, el ser de tu existir ese florecer y florecer a la existencia de tu cosmología año tras año a lo largo de milenios para el mismo ritual: satisfacer un gusto culinario sibarita en la alimentación del proceso digestivo del que extrae la energía la especie que te arranca las flores en cuanto que floreces. Sin que le quede a tu horrible esclavitud ninguna escapatoria, porque no parece próxima la desaparición del ente que ejerce la cultura de tu amputación.
Sin embargo, y he ahí un guiño del juego especular que es clave para entender la Vida, nosotros, yo mismamente mientras las mutilo, vemos con gozo el holocausto de esa acumulación de órganos genitales tarazados y resecos, como una cosa hermosa en la que hemos conseguido el arte de encerrar todo el perfume y el color que encierra de bueno, de dulce, de mágico, cósmicamente hablando, la maravilla del mundo de las flores. En un montón de canales ováricos ajenos tajados en vivo uno a uno por medio de un hábil pellizco y momificados después de forma conveniente buscando la mejor forma de conservación para lo particular de nuestro uso.

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