11 jun 2012

Rollos matutinos 69

Ser o no ser


Vamos a ver. Está muy claro. Los que arguyen que no puede ser que los homosexuales tengan los mismos derechos que los otros lo que temen es que tal cosa pueda hacer que sus hijos se expongan al peligro de salirles maricones, a causa de ver malos ejemplos como algo natural. Pero es en ese sentimiento suyo donde se encierra el tomate putrefacto. Porque maricones y bolleras siempre los ha habido y siempre los habrá. Y su número real en cada momento no va a cambiar ni porque puedan ejercer sus derechos en la más completa igualdad, enseñada incluso en las escuelas, ni porque esté su práctica prohibida con la muerte. Lo único que cambia en uno u otro caso es el tipo de actitud frente a la vida que se establece. Y en un supuesto, a lo que se apuesta es a que, sobre todo en un terreno tan personal como la atracción sexual, ante el deseo ejerzas a tu antojo lo que te pida el cuerpo libremente en cada caso, siempre que el otro (u otros implicados) lo haga también con la misma libertad que tú. Y ante la duda de si sí o si no, pruebes alegremente. No hay más historias. Ni más dramas. Te gustará lo que te guste y serás lo que seas en cada momento y ya está. Pues anda que el problema. En el otro, en cambio, lo que se busca es que no te quede otra que ser normal como dicen que se debe para no ser un bicho raro más o menos tolerado, y que, en caso de duda, en vez de animarte a probar alegremente para ver, pruebes muy en serio cuanto antes a ver si eres capaz de montártelo en plan hetero, salvando la prueba de fuego que te ponen los que han pasado por el aro antes que tú. Y si es que, teniendo la desgracia de no tenerlo de forma natural, puedes cumplir mínimamente con el deseo de tener deseo por el sexo contrario, hagas del estándar tu estandarte y arrastres la condena de ocultar tus impulsos naturales proscribiendo el ejercicio de su atracción irresistible si acaso a la amarga soledad de tus pajeos o a los guetos de ocasiones tan irreflexivas como oscuras en las que no puedas resistirlo más y sepas que no te vas a ver sorprendido en el renuncio jamás, no sólo por tu madre, que al final, aunque sea la más tranquilizada por tu sensata apuesta es la que más de verdad lo sabe todo, sino que ni por ti mismo. (Contada así, la dura determinación de este supuesto, sin comas ni respiros, que es como se vive el infierno de esa carga que se niega a dejar de ser retrasmitida diciendo que ¡cómo va a ser que ahora pueda estar reconocido el derecho a mamarse las pollas dos varones, o a comerse el coño un par de tías, tan ricamente como algo tan normal tan sólo porque les venga en gana!).

Por supuesto que tener establecida una u otra de estas actitudes frente a un aspecto tan obseso como el sexo, cambia por completo la actitud general frente a la vida, que a mí es lo que más importante me parece de respirar la libertad de la primera, y que debe ser lo que más miedo dé, de perder la cerrazón social en la que enraízan, a los que quieren seguir en la segunda.
Por lo tanto, el que la homosexualidad esté reconocida por la ley en absoluta igualdad con los demás gustos sexuales no es sólo una prebenda para aquél que le ha tocado ser bollera o maricón en la existencia. Es algo esencial para que el marco social sea libre y saludable. Porque además de que sin libertad total en el campo del sexo no hay liberación que valga en ningún otro sentido, ¿cómo alguien que entienda de verdad la libertad puede estar seguro de qué es lo que le va a gustar mañana, o de si no va a tener un hijo, un nieto, un sobrino, un colega, un vecino, un jefe, un empleado, un párroco, un médico, un prócer, un maestro, o incluso un príncipe o un rey o un papa en su vida que le salga de pronto maricón? Tened la seguridad de que ninguno de estos casos es la primera vez que pasa, y de que desde luego será siempre menos rancio, más gozoso, más fresco y divertido, y dará más brillo y prestancia a la calidad social el que se ejerzan los cargos de esas reales circunstancias con la alegría que da el no tener que andar ocultando las realidades. En vez de empeñarse en el acto antinatura de hacer aparentar todo lo contrario, tapando lo que hay bajo hábitos de falsedad mohosa y mantos labrados de culpas tan doradas como corruptoras.
Sí, también hay en ese sector que se escandaliza de lo que sean los demás en sus asuntos, muchos a los que en realidad les importa un pijo lo que pase con sus hijos, en cuanto a esto y en cualquier otra cosa, aunque en el caso de tenerlos acostumbren a ponerlos por delante como escudo de sus limitaciones, y lo único que les molesta de verdad es que después de arrastrar toda una vida de dudas en cadena, vaya a proclamarse el derecho total a ser marica, e incluso a pregonarlo, ahora, que tienen ya cuajada la facultad de buscar la diversión en la sorpresa, y la libido perdida.
También están los que tienen el morro de decir que esas cosas no se hacen porque se lo ha dicho un dios que sólo ellos han vistos. Pero estos están incluidos dentro de los ya citados. Son su núcleo ideológico. Y es curioso que, sobre todo en cuanto a la religión que nos concierne, haya sido siempre el sacerdocio el sitio divino donde meterse a estar entre los de tu mismo sexo sin tener el problema de tener que dar explicaciones por que pase el tiempo sin que cases con el otro.
Madre mía, me acabo de dar cuenta de que muchos de ese tipo de padres que se escandalizan en el temor de que sus hijos vean la homosexualidad elevada a cosa legalmente natural, después van y los meten de monaguillos en la boca del lobo. Para que aprendan la moral que deben. Tiene tela esta humanidad inextricable en su funcionamiento.

No hay comentarios: