30 dic 2011

Rollos matutinos 57


Inritación


Qué planchazo. Y qué inritación. Justamente el mágico día que principia la muerte del invierno. Primero la inritación y luego el planchazo. Seguidos. Así. El uno detrás de la otra. Como dos patadas en los güevos.
La inritación fue por el inri del crucificado presidiendo la constitución de la jura del Schpañiaschs. Estaba cantado. Que iba a estar allí. Sí. Ya. Pero de todas formas su repre sentación me puso alborotao cuando lo vi en el vídeo de El País. Aunque por otra parte, y al mismo tiempo, también me dio como que cierto regustillo el haber acertado en la previsión de que iba a haberlo. Lo sabía lo sabía, se dijo algo chispeante en mi interior, sintiéndome más listo en no sé qué por el acierto. Como un tonto. Pero sabido es que el creernos más listos en lo que sea nos hace gilipollas hasta el extremo de alegrarnos de sufrir el mal que habíamos sabido prever con agudeza. En este caso no hacía falta ser vidente, desde luego, pero yo ya lo había estado viendo. Y el único detalle que me faltaba por ver era si, quién correspondiera, iba a ponernos el cristo con algo de churrigueresco en la factura y cierto minimalismo en el retorcimiento, o si elegiría uno al revés. Y la realidad es que lo barroco ha estado, si bien minimal, bien presente y en todo el basamento que sujeta el instrumento de tortura, como corresponde al factor que representa impone y reivindica en ese sitio impropio, y que han sido los palos de la cruz, de un pulido cilíndrico opus dei, los encargados de dar a la figura del suplicio un toque neoclásico más acorde con los tiempos. Del retorcimiento en la postura no puedo decir mucho porque todavía no he visto ninguna foto de frente del cadáver, pero por lo que se ve es de oro y etilo realista. Haciendo ligero cucunete con el culo a la derecha. ¿Siempre tienen todos los crucificados el cucunete a la derecha? Ahora mismo no se me venía a la mente el haber visto alguno que pendiera en su retorcimiento con el culo hacia su izquierda. Pero eso no quería decir que haberlos los hubiera. Mira tú un buen tema para una buena tesis para no sé que rama del saber de la Sociología. Me he dicho tecleando en google para buscar imágenes y disipar la duda. Porque esta búsqueda en la red no me la hice en el momento de ver el cristo el día en que empezaba la muerte del invierno, sino ahora en el de escribir el texto. En el momento de ver el cristo sólo fue la inritación total obnubilando todo, ¡por qué el Schpañiaschs este tenía que ponerme en el Estado esa escatología perversa y enfermiza, emblema de una organización tan milenaria como plena de pecados, por el rollo macareno de que es tradicional a no sé qué costumbres que desde luego serán muy suyas pero que no son mías para nada!, y entonces me puse a buscar en la red a ver si encontraba alguien por ahí que estuviera tan cabreado como yo y encontré una página de un menda que también lo estaba y le puse un comentario enardecido a su cabreado post, como forma de buscar el desahogo en el arrimo tonto que da el mal de muchos. Después lo que hice fue ponerme a buscar fotos para ver cómo habían dispuesto los presidentes anteriores los fetiches de sus consagraciones. Y ahí fue el planchazo. Porque cágate lorito, yo estaba achacando la entera propiedad del muerto al niño Schpañiaschs y resulta que la misma crucifixión había presidido la de Zapatero y al menos una de las de González. Y, según fui encontrando imágenes documentales, parecía que, después de Suárez, que lo hizo de rodillas en un reclinatorio, con la facha de ir a hacer la primera comunión, y a los pies ensangrentados de uno policromo y casi de tamaño natural, el macabro objeto en sí parecía haber sido el mismo en todas. También era la misma la mesa y los cojines y esa mantelería de rancios terciopelos recargados en recamados oros de otros siglos sirviendo de altar en medio de ese mismo espacio retrete de Palacio, habitación ahogada de recargos y tapices costosos y reviejos, sin vida respirable y sin ventanas. Sin embargo sólo tres de los presidentes democráticos habían jurado en lugar de prometer. Entonces, ¿Qué pinta ahí la imagen de un yonki en pelota picada, sangrando como un cerdo, grapado en unas tablas? … ¡Yo prefiero a Baco, yo prefiero a Baco! (Mamma Ladilla), y soy también por suerte o por desgracia súbdito español. Y como tal tengo que tener pleno derecho a no tener que contemplar ese tipo de sadomasoquismo instituido como algo de obligada pleitesía. ¿Por qué ninguno ha quitado esa carga del principio de su cargo? ¿Por falta de coraje o de laicismo –y entonces me tengo que dar otro planchazo- o es que tenerlo ahí es una prerrogativa de la real gana del Rey que hace como si en su casa y no hay otro dios que valga? Pero, ¿eso no era anticonstitucional? En cualquier caso… Cómo va a ser…! ¡Hasta cuando…! Ah, que porque pueden, pues yo entonces, y por la misma razón, me jiño en esa simbología con el total derecho a réplica que me da la obligatoriedad ilegal con la que me la imponen.
Habrá que leer la Cruz y la Corona, de Puente Ojea, a ver si a lo mejor me desinrita un poco que alguien diga algo en condiciones sobre el tema.
(Y por cierto, sí hacen cucunete en su pender los crucificados tanto a derechas como a izquierdas, e incluso en tiesas rectitudes también están ahí expirando eternamente, en su artístico sufrir a lo largo de su historia, pero no sabría yo decir si el porcentaje es fitti fitti. Y hay que ver que galería de logros del arte del horror sanguinolento sale si le pides al buscador que te busque fotos de ese objeto venerado).

Hecha esta deyección, dejé la inritación clavada en la plancha de la plancha y me fui ligero a lo alto, a ver ocultar la Tierra al Sol en ese día, porque era el apogeo del invierno y por tanto el inicio de su inexorable decadencia, y es bueno santificar este instante saliendo si se puede a donde puedan entrarte los rayos del cosmos en el coco. Mañana en todo caso habrá un par de minutos más de luz, me dije usando la astrología en plan ungüento, aunque durante un tiempo sea lo normal que vaya haciendo un poco más de frío cada día. El sitio desde donde lo estuve contemplando está a mil y pico metros de altura y frente al mar. El aire estaba claro y se veía con toda nitidez toda la costa de Argelia y de Marruecos hasta el estrecho de Gibraltar y desde allí, Málaga y casi toda la provincia de Granada hasta mis pies de nuevo. La parte de Almería me la tapaba un cerro a mi izquierda. Pero cien metros más arriba habría podido ver también hasta el cabo de Gata. Así que me sentía como un dios contemplando un atlas en 3D y a escala natural. Por primera vez pude comprobar que el Sol se ponía en estas fechas al otro lado del mar pero no se ocultaba tras sus aguas como siempre había creído, sino tras una montaña, creo que de Marruecos, de doble joroba muy característica, que se me reveló como una marca geográfica perfecta del arco del solsticio en el horizonte. Hasta ahí justamente llega el Sol en su vaivén, después el resorte vuelve a saltar de inmediato su juego oscilatorio para atrás. El cielo era una explosión alucinante de rojo azules verdes y amarillos y el mar era de plata con caminos dibujados por variaciones en el tono a veces un poco violetas. Por aquí y por allá se veían minúsculas embarcaciones que a veces serían pequeñas de verdad y otras enormes cargueros y buques tal vez de placer o militares. El rodar de la Pelota de mi Mundo hacia la Noche se iba comiendo el Disco Solar milímetro a milímetro y viendo así el movimiento de los astros uno comprueba lo infinitesimal, cósmicamente hablando, de la estupidez humana. De tan infinita prepotencia, sin embargo, como dijo Einstein. Me pongo a mesurar con el patrón medida que sale de este observatorio la base barroca del indebido crucifijo, lastre de un quehacer público más universal, y la superstición y la superchería que emana de todo ese entramaje de dioses y poderes me hace reír con ganas mientras compruebo que soy parte de una especie de locos raramente geniales y a menudo sanguinarios. Una Gusanera que está confinada en una Bola a punto de acabar con el conejo que agusana, viajando sin parar girando como loca alrededor de infinitos centros a la vez y creyéndose el centro de todo el Universo. Y el caos frenético que advierto detrás de la apacible foto de postal que estamos contemplando, me da el equilibrio y la gracia de la auténtica energía universal, que, al contrario del susto religioso de los ídolos horrendos, siempre me trae a mí un cierto regocijo profundo y sereno, muy gratificante. Como un gustoso cosquilleo liberador en las partes tiernas de la zona razonable. Ciertamente, también yo, sólo podría llegar a creer en un dios que bailara.

Y, acabado el ocaso, me vuelvo para casa con mi colega y mi perra perdiguera, propiciamente unidos por las coordenadas del Aquí y del Ahora, en nuestro cuatro ele, más anchos que largos, tan campantes. Como los más ricos del mundo en este tránsito. Sin fardo espeso de agonía de crucifixión alguna. Ahí lo llevan quien lo lleve. Me digo. Y me dije. Y me dispuse a pasar la noche más larga del año hilando cuentos que proyectaran, contra la oscuridad de salterios y liturgias, chorros de espejismos en la quimera implacable del Conocimiento que jamás se puede comprender. Espero por lo menos haber servido para pasar un rato. Porque eso es lo importante, y porque en esto se me ha echado encima el tiempo en el que se me acabó la gana. De seguir dándole vueltas a la cosa. Pero… de pronto una imagen final me dice que la espere: ¿Y si en lo social estamos también en un solsticio del que hayamos llegado al apogeo del pico de la curva, y ahora sólo nos queda volver a desandar para atrás el arco de un progreso que no da para más? Yo… no sé. Pero sea lo que sea y esté donde esté esto ahora, aquí, en este punto final al fin te dejo.

1 comentario:

Mercedes dijo...

La verdad es que lo del crucifijo me da igual, yo ya en esas ni me fijo, se que los rituales tienen su aquel y son expresión de muchas cosas, pero hay tanto en lo que pensar....
Me ha encantado tu descripción del atadecer, por un momento, me he trasladado al lugar, que me imagino que es donde soléis pasear a la Lola. y me han entrado unas ganas terribles de estar allí en ese mismo momento.
¡Por cierto!, ¿no es el comienzo del invierno y no el final, ese solsticio?
Besos,
MERCEDES