6 may 2011

Rollos matutinos 48


Anda que el santo...



¡Dios mío! Sí sí, Dios mío, sí, que nunca mejor que ahora para usar esta contradicción involuntaria de clamar a Dios no creyendo en su existencia. Porque si existiera bajaría de sus alturas en casos como estos. A poner tasa a tanta cochinada cometida en su nombre y limpiar las pocilgas de su piara siquiera una mihilla. Así que sí: ¡Dios mío!, ¿cómo es posible que te monten un número como el que te han montao con la beatificación del wojtyla y no bajes de momento a dejar fulminados por lo menos a unos cuantos? Esta es la prueba de que no eres más que una puta quimera. Si existieras tendrías que ser de todos, pero como eres inventado eres del que te inventa. Pero en fin.
A mi la verdad es que me la trae muy floja que lo beatiquifen o lo quitebeafen. Por mí que se den todo lo que quieran a la escatología. Y saquen al muerto de la tumba y lo lleven y lo traigan en el cajón con suntuosas ceremonias, coreografía machista, liturgia rococó, y mitras y sotanas bordadas en barrocos oropeles tan caros como mariquitusos. Si disfrutan… Yo, de pronto… hasta les perdono el dogma de su misoginia, el toque sadomaso de sus gustos, y la doblez de sus hipocresías. Hombre, ya, lo suyo es muy fuerte, porque mira que hacer santo al que, entre otras cosillas por ahí, estuvo bendiciendo al Marcial durante todo su papado con el poder de su Espíritu y el apoyo de su Banca… Pero, mira, oye, ellos sabrán, al final en esta vida… El que esté libre de falsedad que tire la primera piedra. Que salmodien y sahumen y reliquien restos putrefactos lo que quieran. Que lo que de verdad me jode de ellos es la obsesión que tienen de estar siempre jodiendo tratando de imponer lo que tiene que hacer o no hacer uno. No tendré yo el vicio tan feo que ellos tienen. Haya libertad y que cada cual sepa.

Ahora sí, lo que no es de recibo, y es un inri que me inrita cosa mala, es que vayan a esos ritos, en mi nombre y con el dinero de mi Estado, príncipes besamanos a besar las que serán todo lo santas que las hagan oye, que ya digo que en eso no me meto, pero que a mí más que a santidad me huelen a semenánticas resecas, a culpas ancestrales horrorosas, y a tanta turbiedad, que sólo en el blanqueo resplandecen.

Ni es por supuesto tolerable que con ese tipo de chous gigantescos, que pintan igual que un macroconcierto de histórica figura de rock divina y vieja, pretendan ganar audiencia para tratar de tener sobre mi, ni de frente ni de pordebajillo, ningún tipo de derecho de pernada civil. Si no fuera así como es señores, lo vuelvo a decir, no me importaría en absoluto la rancia extravagancia de vuestros akelarres, por muy dudosa que sea la naturaleza de su perversidad. Yo hace tiempo que tengo asumido el derecho al disfrute de cualquier disciplina que sea querida de forma voluntaria. Sin embargo… Es todo lo contrario. Porque está ahí está ahí. Siempre está ahí esa manía que tenéis de andar metiendo vuestra puta inquisición en las vidas ajenas. Y la santificación del wojtyla lejos de ser lo que tenía que ser, cosa chamánica pura y simplemente y punto, no. Es muy otra cosa. Montáis la farsa ya con esas miras. Vosotros siempre sois finos hilando con vuestras devociones telas de araña pegajosas. Y en esta lográis entretejer con vieja maestría la condena eterna a sistemas caídos en desgracia con la glorificación del eterno abuso de sistemas falsamente llamados liberales, y usáis la espuma limpiadora del baño de masas para lavar vergüenzas levantadas por irreverentes, y la ejemplar vida del Santo para enseñarles lo que hay a obispos comunistas y a los que tienen ganas de cambiar el rollo de la iglesia desde dentro. Amén de soñar el sueño de revitalizar la fe (un poco perdida por el hábito del clero de andar echando mano al culo al monaguillo) para ver si es posible poder volver a usarla como cepo de herejes, castigo de costumbres libertinas, martillo del mariconeo seglar y aborto de derechos.
Por otra parte, tiene gracia asistir en presente a la génesis de una santificación tan magna para ver a través de ese espejo, cómo debieron ser las obras y milagros de las santificaciones que hicieron santos a los santos de los dos mil años de santa historia que tenéis, cubiertas ahora con la pátina del tiempo y sus leyendas que todo lo embellece y mistifica. Claro que no hacía falta más descrédito, ya había desmitificación bastante con el proceso de canonización, inconcluso todavía pero espérate y verás, de la Reina llamada la Católica. La muy… iba a decir puta, en nombre de los que mató, pero no, dios me libre de usar esa palabra en honor de tan santa profesión. Pelleja, vamos a llamarla, la muy pelleja. Una santa criatura que formó la inquisición (por cierto también santa desde su denominación de origen) y que quemó, cristianamente vivos, a dios tendría que saber cuantos miles de ciudadanos por el sencillo hecho de parecerle conveniente a su regio antojo y al del Santo Oficio. Amén de, debería saber Dios también, todo lo que en nombre de la cruz hizo su espada allá por las américas. Por eso empecé clamando, ¡Dios mío!, pero mejor lo dejo, porque está demostrado que el de todos… al menos no oye nada, y el de ellos… Lo que hace falta, ¡por Dios!, es que no resucite.

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