Lo han llamado El virus de la policía. Y hace unos días lo pilló mi ordenador. Y es como cuando vas andando por una ciudad y un chorizo surge de repente de las sombras y te pone una navaja y te quita la cartera pero todo en el mundo de la nube. Menos lo de la cartera que, aunque te la intentan aflojar con una telemano tan virtual como virtuosa, si te dejas sufre una merma tan material como en el palo del chorizo del polígamo. 100 euros, te pide el ciberdelincuente, a cambio de la libertad de tu pc y de evitarte la deshonra que tú seguramente quieras ocultar. Al igual que aquél, estos, surgen de sopetón, y una vez que los tienes en pantalla, hacen que el resto del mundo desaparezca por completo y sólo quede en tu presente la acuciante extorsión de su amenaza. Si quieres leer entero el texto que te ponen en el cuello, pincha aquí.
Su ordenador fue bloqueado por violación de las leyes de España, te dicen lo primero. En una interfaz que quiere ser como del Ministerio de Justicia. Y luego, en las causas, te sueltan cosas tan amenazadoras como la de haber andado en sitios con pornografía infantil, sodomías y actos de violencia en relación a los niños, y también, tener que ver con el uso de softwares y transferencias de archivos multimedia violando los derechos de autor. O sea una perdigonada al aire de sustos en abanico para pillar a la totalidad de los pájaros que revoloteamos por la Red. Eso, tiene una multa de cien euros por ser la primera vez, te dicen, y que si no se los pagas en tres días la cosa pasa a que te confiscan el ordenador y tú vas a los juzgados. Después viene una descripción detallada del modo en que tienes que pagar, que, después del flas de descubrirme atracado en un recoveco de la Web, a mí ha sido lo que más me ha sorprendido.
Usted puede pagar la multa usando los bonos Ukash o Paysafecard. Decían llanamente a ese respecto. Después te explican que esos bonos los puedes comprar en más de veinte mil puestos comerciales en España y cientos de miles en el mundo, incluyendo por Internet, cajeros automáticos, estancos, quioscos de prensa y gasolineras. Busque el puesto comercial más cercano. Ordene Ukash/Paysafecard: 100 euros. Obtenga el código Ukash (de 19 cifras) o el Paysafecard (de 16 cifras). Y métanoslos en las ventanitas de diálogo que tiene la ventana del virus y pinche en el botón Pagar multa, que es la única cosa que puedes hacer en tú ordenador mientras no pagues. Venían a concluir.
Increíble. Me dije. Mientras me cagaba en sus muertos y notaba que ese ordene, y otro par de cosillas de sintaxis, hablaba de un factor de posible origen sudamericano, y flipaba con que pudieran existir esos métodos de pago tan de “cartadepagosinriesgo” (tiene tela el nombre del invento), por las gasolineras. Pero el Sistema, ya se sabe, juega a todo y es así.
Desde luego, no me quedó la duda de que no fuera una estafa, ni tuve la mala conciencia de haber sido pillado en una guarrería. Por un lado porque no me gustan los niños para nada y de otro porque un servidor no tiene complejos de meterse en sitios pornos, si es que se le atraviesa una X por el seso o en algún tipo de interés onanista o de conocimiento, como en cualquier otro lugar que se me antoje. De todos modos no era cosa que hubiera hecho últimamente y hacía ya algún tiempo que había andado navegando por eso que llaman el Postporno, corriente cultural de la vanguardia que, por cierto, aconsejo visitar preguntándole al Google. Y lo de los derechos de autor dados por culo… por ahí si que me habría podido pillar a mí el susto de pleno, pero estaba claro que no era un bloqueo policial, y lo de unirlo al asunto de los niños, en mi caso, más que dar pie a tragarme el anzuelo en el primer impulso, fue la prueba descarada de que era un burdo timo.
Quitármelo de encima ha sido un señor coñazo de tres días. Que me acabé tomado con toda la alegría posible en una especie de reto que he ganado. Aunque aún me queda el temor de que ande por ahí tras un bloque de bits y me vuelva a asaltar cuando menos me lo espere.
Mientras me lo quitaba me he dedicado a aprovechar lo que de positivo tenía su infección en cuanto a traerme sugerencias al magín sobre detalles de esta Piara nuestra en la que pastamos todos entre refociles, manduques, cagadas y gruñidos. ¿Habrá mucho panoli que les pague? Es lo primero que me puse a imaginar imaginándomelos. Son datos que sólo los podrán conocer los delicuentes. Pero igual se hacen ricos en un par de semanas. Porque hay mucho karma de culpa por ahí. Y tontos, como para colapsar las redes. Pienso en ese pederastilla corto de entendimientos y largo de culpas y temores, que de repente se encuentra con ese pantallazo en medio de una visita a un sito cochinete, más si fuera de la ley, quizás con la mujer en la habitación de al lado poniéndole la comida a los niños en la casa de una familia establecida en la felicidad… En mis búsquedas por los foros de la Red para encontrar soluciones antivirus leí al respecto más de una declaración interesante. Uno contaba que se lo había quitado a un amigo que le había llamado llorando porque aunque él no tenía nada que ocultar, que eso él ya lo sabía, (eso lo dicen todos, pensé yo y a lo mejor su amigo), su mujer no le creía y era un verdadero drama el que le había montado la puta pantallita. También vi varios que decían sin más que lo habían cogido en xvideos. Otros cuantos contaban que lo habían pillado en el ordenador del curro, donde encima estaban limitados para instalar programas y por lo tanto antivirus que lo pudieran arreglar. Menudo marrón tenía que ser ese. Como a mi me asaltaron mientras buscaba en Google la página del tiempo, puedo comprender que encima no sea necesario que esos trabajadores hayan andado para cogerlo, en vez de estar trabajando, en sitios procelosos desde su puesto de trabajo. Pero vete tú a explicarle eso a tu jefe. Y, ¿Cómo serán los hideputas creadores del invento? ¿Cómo serán sus jetas, sus perfiles, y los sueños y pasiones del culebrón de sus día a día cotidianos? De alguna manera son peor que los que roban a las viejas, me dije con rabia y con desprecio, porque en su caso no llegan ni a saber a quién están amenazando, y aunque pueden ser causas de casos tanto para partirse el culo de la risa como para morirse de la pena, ojos que no ven corazón que no siente, aunque acaben siendo causa última que cause un suicidio a ellos no les queda ni la impresión de la cara de la víctima. Después vi que en eso se parecen a esos banqueros y jueces respetables ejecutores de embargos y desahucios desde detrás de mesas de despacho. Aunque los del virus son, por necesidad, mucho más inteligentes. Y desde luego, de entrada, cabe que mucho menos hideputas. Posiblemente tengan incluso, en muchos casos, más compasión para con los demás. Y a lo mejor hasta que más vergüenza. Y desde luego, se me antojó, más vitalidad y un cierto atractivo. No hay chorizo más criminal que el que funda un banco. Eso está ya claro y está ya dicho, y todo lo centra y lo resume. Y entonces les vi como que de otra forma menos rígida, hasta que con cierto colorido a lo Bonnie and Clyde, y me planteé enfrentarme a lo de quitarme el virus con más sentido del humor. Después llamé al servicio técnico de mi antivirus, que me planteó de entrada, a través de la voz que me atendía, y de tirón, nada más acabar de plantearles mi problema, un servicio en el que me garantizaban el telearreglo pagando, 45 euros, iva incluido. Y cuando le dije que cómo iba a ser eso, que si no tenía derecho a un servicio gratis por haber cotizado mi cuota anual, me soltó un 902 que me llevó a una operadora con acento sudamericano muy marcado, supongo que sita en algún sitio perdido por ahí en algún desierto de sal del cono sur, o al menos, pillada en el erial de un contrato baldío, que no se enteraba mucho o no quería enterarse y al fin de poco me sirvió si no fue para recomendarme el contacto vía email, o vía pago. Lo que me reafirmó en quitar a los atracadores del virus cualquier tinte patibulario. Por decirlo de alguna manera, a lo mejor era mejor pagar a los chorizos virtuales los cien euros que, a los también virtuales chorizos de la empresa de antivirus, los 45 con iva incluido que me querían clavar. Por cierto ¿Serían tan honrados como para quitarte el virus si se les pagaba lo pedido? Los del antivirus parecía ser que sí, porque te prometían la devolución de la pasta si no quedabas satisfecho, se notaba que eran profesionales del pillaje empresarial a largo plazo. Pero, ¿y los otros…? Algo me decía que no. Y sólo encontré un comentario sobre el tema en uno de los cien foros que anduve visitando. No paguéis -decía alguien en un grito de aviso, sin especificar de donde había sacado la cruda información-, que si lo hacéis os dicen que no ha funcionado el pago y te piden que lo hagas otra vez. Entonces sí me dije que vaya hijodeputas que eran los cabrones que habían diseñado el programa del engendro, aunque otra vez volví a decirme de seguida si no le estaría bien empleado al pagano por ser en esta vida tan pringao. Y me pregunté cuántos pringuilis podría haber habido que hubieran pagado varias veces, y hasta qué cantidades habría llegado el que ostentara el record guines de pagos que nunca se podría constatar.
Por estos días fue cuando salió a la palestra de la prensa uno de esos fantoches travestidos, que dicen hablar en nombre de no sé que dios irascible y suyo, con un capirucho lleno de ínfulas con pico en la cabeza, tirando la primera piedra (que prohíbe expresamente su evangelio), en una lapidación verbal contra los adúlteros, las abortistas, los maricones, y hasta los del botellón. Obispos creo que los llaman, son jerifaltes de una secta religiosa muy potente y están enfermos de elación. Desde un altar de una de sus iglesias llenas de imaginerías de torturas delirantes y durante la televisación de uno de sus ritos había proclamado que el homosexual encuentra siempre el peor de los infiernos, con voz suave de áspid dañina y veneno de rotunda intención inquisitiva (ahora anda diciendo que además de ser objetos de condenación son enfermos que hay que tratar con no sé que terapias). ¡Cómo se atreve a echar encima a los demás el fuego de un infierno que sólo existe en el retorcimiento de su mente, en vez de mirarse en un espejo su pinta enfermiza de adefesio! Me lleva a recordar una vez en los ochenta, en la que estaba yo una noche en un pueblo gallego con mi colega y una joven gallega que tenía mucho de meiga, fumándonos unos porrillos en la escalinata de la iglesia, flipando con el entorno gótico de la plaza medieval vacía bajo la luna… cuando acertó a cruzarla el cura del pueblo, que subió por ellas pasando a nuestro lado… Era ese cura clásico, gordo con papada, cuatro pelos hirsutos y grasosos y resoplido en la respiración, negro y sotanario de sotana relustrada por los roces, que traía tras de él los aires de una religión llena de vicios y pecados con la que se había dedicado a gravar su vida y las de sus feligreses durante cuarenta años. Al pasar, reconociendo a nuestra amiga, farfulló algo apenas perceptible pero que sonó claramente a recriminación autoritaria que ya no podía ser tan punitiva como unos años antes habría sido. Mi amiga la gallega saltó como una fiera sin apenas moverse de su asiento en la escalera y le espetó como una bruja que era: ¡Mírate en tus adentros, cura! Y todavía se me pone carne de gallina ahora que lo cuento, mientras escucho la voz ronca de su corta frase resonando en el vacío de la plaza abierta al cosmos de la media noche y le veo irse a toda hostia sin mirar atrás, como demonio oscuro exorcizado por una fuerza santa e invencible, a perderse entre las piedras medievales del estrecho callejón al lado de la iglesia, rechinando los dientes y con el rabo entre las patas. Fue una de esas escenas que se te quedan grabadas para siempre. Ahora que la escribo, me digo que tal vez hubiera tenido ese párroco las manos largas con los culos infantiles como tantos, y eso fuera lo que mi buena amiga meiga supiera bien de él haciéndole invencible su conjuro. No lo sé. Poco después dejé de verla y hasta ahora. Lo último que supe de ella es que poco después se había ido a Nueva York. Y los únicos recuerdos que me quedan además de este, es que tenía un nombre muy bonito y en su ser una asombrosa belleza de bosque salvaje llena de energía, y el de otra vez que me contó que solían irse los jóvenes en grupo al monte a pasar la tarde comiendo psilocibes que crecían entre las mierdas de las vacas, para comulgar con la naturaleza, y un momento en que me dijo, mirándome de una manera extraña como si me los estuviera viendo, que nunca había conocido a nadie que tuviera tantos colores como yo. Lo que guardo en mí como el mejor piropo que nunca me han echado.
Y a qué venía esto… Ah sí, a que me había empezado a imaginar a ese del capirucho lleno de ínfulas, que llaman obispo, que dijo lo del infierno para los que no eran como él, encontrándose con la pantallita del Virus de la Policía mientras estuviera navegando por dios sabe dónde. Claro que en su caso él sabría, como todos, donde lo habría cogido, pero no tendría que preocuparse por darle a su jefe ninguna explicación, porque por un lado sabido es que dicen que es omnisapiente, y por otro, él mejor que nadie sabe que la jefatura de ese policía es otro virus, que sólo importa para asustar al prójimo en beneficio propio.
Post eso: Los del antivirus, después, algo me intentaron ayudar por via email de todos modos. Pero el virus me lo quité yo sólo, entrando al disco duro con un live cd. Busqué y borré algún archivo .dll sospechoso que se había creado en el momento de la infección y luego pude entrar en Modo Seguro y después de comerme el coco hasta la sangre, al tiempo que me dedicaba a dilucidar jugosos personajes e historias sobre el tema hasta la risa, se me ocurrió pasar el easypccleaner que me lo quitó del todo. Para mi sorpresa, y una tremenda satisfacción que me ha durado varios días.
Su ordenador fue bloqueado por violación de las leyes de España, te dicen lo primero. En una interfaz que quiere ser como del Ministerio de Justicia. Y luego, en las causas, te sueltan cosas tan amenazadoras como la de haber andado en sitios con pornografía infantil, sodomías y actos de violencia en relación a los niños, y también, tener que ver con el uso de softwares y transferencias de archivos multimedia violando los derechos de autor. O sea una perdigonada al aire de sustos en abanico para pillar a la totalidad de los pájaros que revoloteamos por la Red. Eso, tiene una multa de cien euros por ser la primera vez, te dicen, y que si no se los pagas en tres días la cosa pasa a que te confiscan el ordenador y tú vas a los juzgados. Después viene una descripción detallada del modo en que tienes que pagar, que, después del flas de descubrirme atracado en un recoveco de la Web, a mí ha sido lo que más me ha sorprendido.
Usted puede pagar la multa usando los bonos Ukash o Paysafecard. Decían llanamente a ese respecto. Después te explican que esos bonos los puedes comprar en más de veinte mil puestos comerciales en España y cientos de miles en el mundo, incluyendo por Internet, cajeros automáticos, estancos, quioscos de prensa y gasolineras. Busque el puesto comercial más cercano. Ordene Ukash/Paysafecard: 100 euros. Obtenga el código Ukash (de 19 cifras) o el Paysafecard (de 16 cifras). Y métanoslos en las ventanitas de diálogo que tiene la ventana del virus y pinche en el botón Pagar multa, que es la única cosa que puedes hacer en tú ordenador mientras no pagues. Venían a concluir.
Increíble. Me dije. Mientras me cagaba en sus muertos y notaba que ese ordene, y otro par de cosillas de sintaxis, hablaba de un factor de posible origen sudamericano, y flipaba con que pudieran existir esos métodos de pago tan de “cartadepagosinriesgo” (tiene tela el nombre del invento), por las gasolineras. Pero el Sistema, ya se sabe, juega a todo y es así.
Desde luego, no me quedó la duda de que no fuera una estafa, ni tuve la mala conciencia de haber sido pillado en una guarrería. Por un lado porque no me gustan los niños para nada y de otro porque un servidor no tiene complejos de meterse en sitios pornos, si es que se le atraviesa una X por el seso o en algún tipo de interés onanista o de conocimiento, como en cualquier otro lugar que se me antoje. De todos modos no era cosa que hubiera hecho últimamente y hacía ya algún tiempo que había andado navegando por eso que llaman el Postporno, corriente cultural de la vanguardia que, por cierto, aconsejo visitar preguntándole al Google. Y lo de los derechos de autor dados por culo… por ahí si que me habría podido pillar a mí el susto de pleno, pero estaba claro que no era un bloqueo policial, y lo de unirlo al asunto de los niños, en mi caso, más que dar pie a tragarme el anzuelo en el primer impulso, fue la prueba descarada de que era un burdo timo.
Quitármelo de encima ha sido un señor coñazo de tres días. Que me acabé tomado con toda la alegría posible en una especie de reto que he ganado. Aunque aún me queda el temor de que ande por ahí tras un bloque de bits y me vuelva a asaltar cuando menos me lo espere.
Mientras me lo quitaba me he dedicado a aprovechar lo que de positivo tenía su infección en cuanto a traerme sugerencias al magín sobre detalles de esta Piara nuestra en la que pastamos todos entre refociles, manduques, cagadas y gruñidos. ¿Habrá mucho panoli que les pague? Es lo primero que me puse a imaginar imaginándomelos. Son datos que sólo los podrán conocer los delicuentes. Pero igual se hacen ricos en un par de semanas. Porque hay mucho karma de culpa por ahí. Y tontos, como para colapsar las redes. Pienso en ese pederastilla corto de entendimientos y largo de culpas y temores, que de repente se encuentra con ese pantallazo en medio de una visita a un sito cochinete, más si fuera de la ley, quizás con la mujer en la habitación de al lado poniéndole la comida a los niños en la casa de una familia establecida en la felicidad… En mis búsquedas por los foros de la Red para encontrar soluciones antivirus leí al respecto más de una declaración interesante. Uno contaba que se lo había quitado a un amigo que le había llamado llorando porque aunque él no tenía nada que ocultar, que eso él ya lo sabía, (eso lo dicen todos, pensé yo y a lo mejor su amigo), su mujer no le creía y era un verdadero drama el que le había montado la puta pantallita. También vi varios que decían sin más que lo habían cogido en xvideos. Otros cuantos contaban que lo habían pillado en el ordenador del curro, donde encima estaban limitados para instalar programas y por lo tanto antivirus que lo pudieran arreglar. Menudo marrón tenía que ser ese. Como a mi me asaltaron mientras buscaba en Google la página del tiempo, puedo comprender que encima no sea necesario que esos trabajadores hayan andado para cogerlo, en vez de estar trabajando, en sitios procelosos desde su puesto de trabajo. Pero vete tú a explicarle eso a tu jefe. Y, ¿Cómo serán los hideputas creadores del invento? ¿Cómo serán sus jetas, sus perfiles, y los sueños y pasiones del culebrón de sus día a día cotidianos? De alguna manera son peor que los que roban a las viejas, me dije con rabia y con desprecio, porque en su caso no llegan ni a saber a quién están amenazando, y aunque pueden ser causas de casos tanto para partirse el culo de la risa como para morirse de la pena, ojos que no ven corazón que no siente, aunque acaben siendo causa última que cause un suicidio a ellos no les queda ni la impresión de la cara de la víctima. Después vi que en eso se parecen a esos banqueros y jueces respetables ejecutores de embargos y desahucios desde detrás de mesas de despacho. Aunque los del virus son, por necesidad, mucho más inteligentes. Y desde luego, de entrada, cabe que mucho menos hideputas. Posiblemente tengan incluso, en muchos casos, más compasión para con los demás. Y a lo mejor hasta que más vergüenza. Y desde luego, se me antojó, más vitalidad y un cierto atractivo. No hay chorizo más criminal que el que funda un banco. Eso está ya claro y está ya dicho, y todo lo centra y lo resume. Y entonces les vi como que de otra forma menos rígida, hasta que con cierto colorido a lo Bonnie and Clyde, y me planteé enfrentarme a lo de quitarme el virus con más sentido del humor. Después llamé al servicio técnico de mi antivirus, que me planteó de entrada, a través de la voz que me atendía, y de tirón, nada más acabar de plantearles mi problema, un servicio en el que me garantizaban el telearreglo pagando, 45 euros, iva incluido. Y cuando le dije que cómo iba a ser eso, que si no tenía derecho a un servicio gratis por haber cotizado mi cuota anual, me soltó un 902 que me llevó a una operadora con acento sudamericano muy marcado, supongo que sita en algún sitio perdido por ahí en algún desierto de sal del cono sur, o al menos, pillada en el erial de un contrato baldío, que no se enteraba mucho o no quería enterarse y al fin de poco me sirvió si no fue para recomendarme el contacto vía email, o vía pago. Lo que me reafirmó en quitar a los atracadores del virus cualquier tinte patibulario. Por decirlo de alguna manera, a lo mejor era mejor pagar a los chorizos virtuales los cien euros que, a los también virtuales chorizos de la empresa de antivirus, los 45 con iva incluido que me querían clavar. Por cierto ¿Serían tan honrados como para quitarte el virus si se les pagaba lo pedido? Los del antivirus parecía ser que sí, porque te prometían la devolución de la pasta si no quedabas satisfecho, se notaba que eran profesionales del pillaje empresarial a largo plazo. Pero, ¿y los otros…? Algo me decía que no. Y sólo encontré un comentario sobre el tema en uno de los cien foros que anduve visitando. No paguéis -decía alguien en un grito de aviso, sin especificar de donde había sacado la cruda información-, que si lo hacéis os dicen que no ha funcionado el pago y te piden que lo hagas otra vez. Entonces sí me dije que vaya hijodeputas que eran los cabrones que habían diseñado el programa del engendro, aunque otra vez volví a decirme de seguida si no le estaría bien empleado al pagano por ser en esta vida tan pringao. Y me pregunté cuántos pringuilis podría haber habido que hubieran pagado varias veces, y hasta qué cantidades habría llegado el que ostentara el record guines de pagos que nunca se podría constatar.
Por estos días fue cuando salió a la palestra de la prensa uno de esos fantoches travestidos, que dicen hablar en nombre de no sé que dios irascible y suyo, con un capirucho lleno de ínfulas con pico en la cabeza, tirando la primera piedra (que prohíbe expresamente su evangelio), en una lapidación verbal contra los adúlteros, las abortistas, los maricones, y hasta los del botellón. Obispos creo que los llaman, son jerifaltes de una secta religiosa muy potente y están enfermos de elación. Desde un altar de una de sus iglesias llenas de imaginerías de torturas delirantes y durante la televisación de uno de sus ritos había proclamado que el homosexual encuentra siempre el peor de los infiernos, con voz suave de áspid dañina y veneno de rotunda intención inquisitiva (ahora anda diciendo que además de ser objetos de condenación son enfermos que hay que tratar con no sé que terapias). ¡Cómo se atreve a echar encima a los demás el fuego de un infierno que sólo existe en el retorcimiento de su mente, en vez de mirarse en un espejo su pinta enfermiza de adefesio! Me lleva a recordar una vez en los ochenta, en la que estaba yo una noche en un pueblo gallego con mi colega y una joven gallega que tenía mucho de meiga, fumándonos unos porrillos en la escalinata de la iglesia, flipando con el entorno gótico de la plaza medieval vacía bajo la luna… cuando acertó a cruzarla el cura del pueblo, que subió por ellas pasando a nuestro lado… Era ese cura clásico, gordo con papada, cuatro pelos hirsutos y grasosos y resoplido en la respiración, negro y sotanario de sotana relustrada por los roces, que traía tras de él los aires de una religión llena de vicios y pecados con la que se había dedicado a gravar su vida y las de sus feligreses durante cuarenta años. Al pasar, reconociendo a nuestra amiga, farfulló algo apenas perceptible pero que sonó claramente a recriminación autoritaria que ya no podía ser tan punitiva como unos años antes habría sido. Mi amiga la gallega saltó como una fiera sin apenas moverse de su asiento en la escalera y le espetó como una bruja que era: ¡Mírate en tus adentros, cura! Y todavía se me pone carne de gallina ahora que lo cuento, mientras escucho la voz ronca de su corta frase resonando en el vacío de la plaza abierta al cosmos de la media noche y le veo irse a toda hostia sin mirar atrás, como demonio oscuro exorcizado por una fuerza santa e invencible, a perderse entre las piedras medievales del estrecho callejón al lado de la iglesia, rechinando los dientes y con el rabo entre las patas. Fue una de esas escenas que se te quedan grabadas para siempre. Ahora que la escribo, me digo que tal vez hubiera tenido ese párroco las manos largas con los culos infantiles como tantos, y eso fuera lo que mi buena amiga meiga supiera bien de él haciéndole invencible su conjuro. No lo sé. Poco después dejé de verla y hasta ahora. Lo último que supe de ella es que poco después se había ido a Nueva York. Y los únicos recuerdos que me quedan además de este, es que tenía un nombre muy bonito y en su ser una asombrosa belleza de bosque salvaje llena de energía, y el de otra vez que me contó que solían irse los jóvenes en grupo al monte a pasar la tarde comiendo psilocibes que crecían entre las mierdas de las vacas, para comulgar con la naturaleza, y un momento en que me dijo, mirándome de una manera extraña como si me los estuviera viendo, que nunca había conocido a nadie que tuviera tantos colores como yo. Lo que guardo en mí como el mejor piropo que nunca me han echado.
Y a qué venía esto… Ah sí, a que me había empezado a imaginar a ese del capirucho lleno de ínfulas, que llaman obispo, que dijo lo del infierno para los que no eran como él, encontrándose con la pantallita del Virus de la Policía mientras estuviera navegando por dios sabe dónde. Claro que en su caso él sabría, como todos, donde lo habría cogido, pero no tendría que preocuparse por darle a su jefe ninguna explicación, porque por un lado sabido es que dicen que es omnisapiente, y por otro, él mejor que nadie sabe que la jefatura de ese policía es otro virus, que sólo importa para asustar al prójimo en beneficio propio.
Post eso: Los del antivirus, después, algo me intentaron ayudar por via email de todos modos. Pero el virus me lo quité yo sólo, entrando al disco duro con un live cd. Busqué y borré algún archivo .dll sospechoso que se había creado en el momento de la infección y luego pude entrar en Modo Seguro y después de comerme el coco hasta la sangre, al tiempo que me dedicaba a dilucidar jugosos personajes e historias sobre el tema hasta la risa, se me ocurrió pasar el easypccleaner que me lo quitó del todo. Para mi sorpresa, y una tremenda satisfacción que me ha durado varios días.
1 comentario:
Fantástico, me he reído bastante con tu entrada.
Hoy ha sido infectado el portatil
de mi compañera con el dichoso virus y me gustaría poder recibir ayuda de tu parte para solucionar el problema (dado que ya tienes experiencia.)
Un buen redactado y sin lugar a dudas lo mejor ha sido lo de los curas.
Salud! y estamos en contacto.
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