10 jul 2011

Personajes 5

El liviano cortijero


El otro día un amigo mío filósofo me contaba de cómo había ido la otra noche al Oriente, de putiferios, que por aquellas tierras secas con el dinero de los invernaderos surgen como por encanto, con unos colegas putañeros. Y en uno de ellos contaba que se encontró con un verdadero prototipo de viejo verde local de los que ya van quedando pocos, que estaba allí a la barra hecho un señor, dando la nota cortijera hasta que con sombrero de fieltro campesino y todo, al lado de una periquita tan joven y extranjera como puta. Le hizo gracia el contraste de lo arcaico del viejo cortijero en ese ambiente y, como le gusta tanto vacilar, le entró en plan como si fuera vecino de sus predios diciéndole algo así como que, “hombre, pues a mi me parece que le conozco a usté… yo es que remanezco de un cortijo de por aquí… ¿Usté no será por casualidá de un cortijo que esta…?, es que no sé ahora como se llama, pero es ese que está rambla arriba…”. “Der Cortihillo el Alfanique, zoy, zi zeñó, nacío, criao, y que todavía tengo allí mi caza qu’eh la tuya -me dijo que había dicho el viejo verde cortijero, más contento que la leche de haber dado con un posible vecino de barranco en un momento tan glorioso como en el que se encontraba-, …y tú también me zuenas a mí -dijo que dijo de seguida el cortijero-. ¿No ereh tú familia de la Francihcona, la que tenía er cortijo en la ramblilla el Colorín por debahillo er mío… que ze lo vendió no ha muncho a un ingleh…?”. “Pues sí, yo soy nieto de ella”. Dijo que le había dicho mi amigo siguiendo de inmediato la corriente de la figuración del viejo, que enseguida se puso a fardar de la agudeza de sus entendimientos: “¿Ves tú que pronto t’he zacao yo el parecío?, yo eh que pa las carah…”. Dijo que había dicho el cortijero, que se enrolló en seguida a contar batallitas de personajes ancestrales. Y me contó que había echado un buen rato, para descojono del grupo de colegas, dándole carrete a los detalles que el viejo le contaba, del pasado cortijero de su supuesta familia, para que el sólito acabara de montarse las historias, que eran de un género cotidiano tan auténtico y tan alucinantes que mejor que el que trate de recontártelas yo aquí, es que tú te las recrees con la imaginación. Pero de pronto, quiso hacer un guiño al viejo, para adularle el ego conquistador que todo cortijero tiene, y dice que le dijo haciendo un gesto con la cabeza hacia la tía con la que estaba: “Pues buena hembra s’ha echao usté hoy, ¿eh amigo?”. “¡Ehta eh liviana!”. Dijo que le dijo el viejo por toda explicación. “¿Liviana? -Preguntó mi amigo extrañado de oírle emplear esa palabra-. ¿Pero usté sabe lo que quiere decir liviana?”. “¡Pueh claro! ¡Liviana! ¡Que le guhtan los coñoh! Pero eh mu buena muchacha”. Dice que había dicho el viejo verde cortijero, resumiendole en un momento a su paisano, sin ambages, con limpia precisión, en forma redonda y magistral estilo, toda su relación con la chavala.


Y así quedó lo dicho recogido para gloria eterna de la narrativa oral de los barrancos, y como coletilla recurrente, que usaron sin parar para invocar la risa el resto de la noche, de mi filosófico amigo y su putañero grupo, al cabo, al igual que el cortijero, todos perfectos borrachines.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Barrancario, es usted un genio.