Puede parecer una idiotez pero es como te lo cuento. Será una miseria pero así es como engordan. Te parecerá de tontos rebotarse por tan poca cosa pero a lo mejor, en ese caso, el tonto me parecerías tú a mí, que no te habrías ni extrañado y que, encima, hasta me considerarás un histérico hipercrítico y depravado insolidario.
La cosa es que es martes y además de desarreglos. De entrada, la conexión de Iberbanda con la que tengo teléfono e Interné no funciona desde ayer. En las últimas tres semanas hemos estado sin conexión tres días. Además tengo el coche en el taller desde el viernes y me aseguraron que me lo darían hoy. Como no me funciona el teléfono no podía estar seguro de si me habían llamado o no para decirme que me lo tenían. Entonces les he llamado con el móvil y me han puesto al corriente de una triste historia que me ha informado de que, como muy pronto, estará para mañana, y de que tal vez, aunque en realidad no me han dicho nada sobre eso, por ciertos detalles del relato sobre la dificultad habida en conseguir la pieza, puedo ir preparándome por si hay susto en el costo. Qué se le va a hacer. Hace tiempo que me digo que no hay que inritarse por nada en este mundo y menos por una tontería. Lo peor es que se me caduca la iteuve, para la que ya tenía cita para mañana. Entonces he pensado que iba a ser bueno e iba a llamar para anularla. Claro que como es un nuevecerodós no es cosa de llamar con el móvil porque no veas el palo. Así que he decidido bajar a la cabina de la plaza a hacer la llamadita. También podía haber pasado y santas pascuas, ahorrarme el gasto y el trastorno como cualquier persona normal, pero como soy gilipollas, he decidido ser bueno, ya lo he dicho, y he buscado las monedas que podía tener sueltas y he bajado con un euro diez a cumplir con mi deber de buen ciudadano. Enfrente de la cabina, con las puertas abiertas de par en par, están de entierro en la iglesia y, al lado, en medio de la calle, el coche fúnebre con la trampilla levantada espera que le metan por detrás el féretro cuando salga del oficio. Pero eso nada tiene que ver con esta historia, sino es poner una cierta nota tétrica y verídica en el decorado. Llego pues al único teléfono público del pueblo, que es un maquinón enorme clavado en la pared, mientras descuelgo veo que tiene escrito de fábrica encima algo de euro no sé qué, que debe de querer decir que está dentro de norma, y meto el euro diez. Marco. Entonces ha arrancado una voz de tío muy seria y profunda, de dicción mecánica muy profesional, y ha dicho algo así como que todas las iteuves de la empresa de iteuves andaluzas iban a abrir el domingo para dar la recaudación a lo del terremoto de Haití, pero con una alocución tan historiada que para cuando ha acabado de soltarlo todo, y para mi sorpresa, quedaban sólo 25 céntimos de saldo en la pantallita de saldo del teléfono y nada más salir por fin la voz de la tía que se encarga de las citas se ha cortado la comunicación, a pesar de que, según la pantallita, quedaban todavía 10 céntimos de crédito, porque debe ser que corta por lo sano para no perder uno siquiera. Y ahí me ves como un tonto del culo, alucinado con lo que me acababa de pasar. Por mi cabeza ha pasado, lo primero una perplejidad que no acababa de dejarme dar crédito a lo que había oído, y luego una constatación de que tal comunicación le había supuesto a la telefónica un euro de ganancia. Porque los diez céntimos me los ha devuelto al colgar como si fueran una mierda. Entonces subo a casa y busco más monedas. He encontrado un euro sesenta y he decidido volver a llamar para ver si lograba, todavía, como un gili que soy, conseguir anular la cita en beneficio del sistema y del bien común (también, y sobre todo, del de la telefónica), pero también, y sobre todo, para recabar detalles de la grabación. Llego al teléfono, repito la marcada y en cuanto vuelve a salir la voz mecánica del tío que recita, aplico todos mis sentidos, y aunque no puedo recordar los detalles grandílocuos exactos, lo que dice es algo así:
Que La empresa no sé qué de iteuves de Andalucía abrirá sus puertas el próximo domingo, que la totalidad de la plantilla ha decidido trabajar ese día para entregar su salario para ayuda a los damnificados del terremoto, que si quiere usted pasar la inspección técnica de su vehículo ese día, ponemos en su conocimiento que la totalidad del importe de su servicio será entregado para los de Haití, que no hace falta tener cita previa para ello, y por fin que si usted está interesado en pasar la revisión de su vehículo otro día espere un momento por favor que ahora sale la operadora.
Para cuando sale la tía quedan 70 céntimos de crédito en la pantallita del telefonón, 60, 50, para cuando le he explicado que quiero anular una cita porque no me han devuelto el coche del taller y le he dicho la matrícula que me ha pedido, 30, 20, para cuando me dice que un momento señor, señor no se retire que va a anularla y me pregunta si quiero cambiarla para otro día, piiiii, fin de la comunicación, aunque en la pantallita ponía 10 céntimos de crédito como la otra vez, pero esta, cuando cuelgo, no me devuelve nada.
Medio pasmado vuelvo a subir a casa, pensando qué hacer, si volver a llamar, si mandar la anulación de la cita a tomar por culo, si pedir cita nueva por si acaso está el coche para mañana, si pasar hasta que sepa seguro cuándo me da el coche el taller... Me ha decidido a volver a llamar el morbo de intentar grabar el jodío mensaje. Entonces he buscado más monedas por toda la casa, pero no he logrado encontrar nada más que otro euro con ochenta. He cogido la pequeña grabadora digital y me he dirigido al teléfono de nuevo con ánimo raposo de inmortalizar el mensaje impositivo que me había sacado ya una donación, si no excesivamente grande sí descaradamente obligatoria, pero a la compañía telefónica. Bajo, paso al lado del conductor del coche fúnebre, con traje negro barato, plante de macarra rural, y gafas negras de las de los negros, que ha salido del coche y habla con su ayudante, una mujer vestida con pantalón negro y jersey rosa pálido, al lado de él, también fuera del coche, descuelgo, llamo, y antes de que salte la voz, aplico el micro de la grabadorilla al auricular. Así que ahora sí puedo decirte exactamente lo que dice el menda:
Las cincuenta estaciones ITV, gestionadas por la empresa pública Verificaciones Industriales de Andalucía, abrirán sus puertas el próximo domingo 24 de enero para ayudar a los damnificados en el terremoto de Haití. El personal de V.E.I.A.S.A. trabajara ese día de forma altruista y la empresa donará el cien por cien de la recaudación a la Cruz Roja en beneficio de las víctimas. Si está usted interesado en realizar la inspección Técnica de su vehículo en el próximo domingo veinticuatro, no es necesario que pida cita previa, será atendido en todas las estaciones de nueve a una y media por orden de llegada. Recuerde que ese día el cien por cien del coste de su revisión irá destinado a quienes más lo necesitan. Si usted no pudiera realizar la revisión de su vehículo en dicha fecha, no cuelgue, enseguida será atendido para la gestión de su cita. Muchas gracias.
Todo esto dicho con su pompa, su eco y su parsimonia.
Para cuando por fin tengo a la tía, le cuento que se me ha cortado la comunicación durante la anulación de una cita y no sé si se ha anulado o no, (creo que es la misma pero no puedo estar seguro), le vuelvo a dar la matrícula que me pide, y me dice que sí, que estaba ya anulada, la pantallita del teléfono marca que me quedan 40 céntimos. Ella me pregunta que si me da una cita nueva, yo le digo que si no pasa nada porque pida una y luego la vuelva a anular si el taller me vuelve a fallar y ella me dice que no, le voy a decir que me la dé para el jueves y entonces veo 30, en la pantallita, le digo que no va a dar tiempo que estoy en una cabina porque no me funciona Iberbanda y que no me quedan más monedas ni tengo dónde conseguir cambio, ella dice que se puede intentar y yo, viendo que marca 20, le digo que no, que no da tiempo, que la culpa es del rollo ese que se marcan al principio y que ya me ha costado varias llamadas y perder todas mis monedas, y encima no he podido hacer la gestión. Sí, alcanzo a oírla decir secamente, con un claro deje de fastidio, lo juro, que me indica que no debo de ser el primero que se queja y que a ella tampoco le debe parecer la idea de currar un domingo buena al cien por cien, y se corta por tercera vez la comunicación. Con la pantallita como siempre marcando que quedaban 10 céntimos todavía.
Entonces, más perplejo que iracundo, porque no tiene sentido cogerme un arrebato, aunque sin poder evitar tender a cabrearme, diciéndome que por lo menos había conseguido captar el mensajito, he decidido ponerme a escribir como una especie de terapia y forma de sacar provecho de las pejigueras haciendo con ellas este Rollo matutino. Porque es alucinante. Alucino con que toda una plantilla de currantes decida currar gratis un domingo. Alucino con la conjunción del mensaje solidario y el robo del nuevecerodós. Me sorprende que un ente empresarial de la Administración haya decidido dar toda esa pela y pueda, administrativamente, hacerlo ¿De qué estamento de la empresa, pública, habrá saltado la chispa genuina de la idea y cómo habrá ido fraguando hasta la unanimidad gremial? No sé por qué me asquea pensar en los hilos que han tejido esa madeja ejemplarizante. Haya sido la génesis vertical o horizontal, la bola se ha debido de cocer en una tríada perfecta. Se habrán acordado la esfera mercantil con la política y la sociosindical. El asunto, lejos de congraciarme con un supuesto ejemplo humanitario de encomiable civilización, me mosquea. Me mosquea de forma espontánea e instintiva. Y eso me hace sentir de alguna forma por ahí si no debería plantearme el por qué soy yo tan malo. Encima. ¿Por qué?, me cago en la leche puta ¿Por qué encima voy a tener que tener corte de tener mosqueo por verme obligado a dar dinero a una empresa choricera en nombre de un rollo solidario? Además, algo me repugna en sí en este asunto de solidaridad corporativa. Instintivamente ¿El tono ampuloso del anuncio que tan caro me ha salido recibir? ¿La génesis de moralina neobeatona y de qué bueno que soy que sostiene este tipo de acciones? ¿El ver el río de dinero que el desastre ha empezado a generar nada más producirse y que principalmente va a servir para regar las propias estructuras responsables de que esa gente que dicen auxiliar lleve siglos en la putísima miseria y lo que les espera? ¿Ese tilín que tiene por ahí este tipo de acciones de borregüilismo de ayer y de mañana? No sé. Lo que sea. Pero algo me repele en este asunto ejemplar de solidaridad síndica de empresa colectiva que me han hecho tragar hace un momento, y no es precisamente lo que más el precio de su obligada información.
Miércoles. Vuelve a funcionar mi teléfono con Iberbanda y a medio día me avisan de que el coche ya está. Así que vuelvo a llamar para pedir cita para el día siguiente y me tengo que volver a tragar otra vez el rollo. Pagando. Poco o mucho, pero soltando. Obligatoriamente. Para una empresa no precisamente buena. Bueno. Estamos en un mundo rico y yo debo ser el único que considere esas pequeñas cantidades de cuatro o cinco euros. Aprovecho para tomar notas mentales del tono, de detallitos, de las cosas que me sugiera para escribir luego esto... Cuando por fin sale la tía y le explico, me dice que para el día siguiente ya no puede darme cita y que para el otro que le dé la matricula si soy tan amable y luego me dice que sí, que para el viernes a las diez. Esta vez, como no ha habido monedas ni pantallita meditoria, no te puedo decir cuánto he ingresado en la sagrada cuenta de las telefonías.
Por fin decido ir el jueves a primera hora sin cita ni hostias a ver qué pasaba. Me encuentro con que no hay casi nadie y me cogen los papeles en seguida y sólo tengo que esperar veinte minutos. Lo hago tranqui seguro de que todo irá bien porque ya me han revisado el coche en el taller. Pero no. La luz de freno. Que no va, dice el chavalito que lo mira. Pero cómo. Nada, que no va. Que tengo que pedir cita, me precisa, para volver cuando esté arreglada. Vuelvo al taller. Sí, ciertamente, no va. Esas cosas pasan, es el interruptor del pedal, me dicen. Juran que ayer funcionó cuando lo comprobaron. Tres veces. Pero eso no es problema, concluyen, lo piden y por la tarde cuando llegue en un plis plas me lo ponen y ya está. Así que, claro, tengo que llamar otra vez para volver a pedir cita porque, aunque tengo pedida la del viernes, como es sólo comprobar que ya funciona la maldita luz, quizás me puedan dar para esa misma tarde. Llamo. Las cincuenta estaciones ITV, gestionadas por la empresa pública, Verificaciones Industriales de Andalucía, abrirán sus puertas... Sus muertos todos y la puta mierda del tío y de las cincuenta estaciones. Sale por fin la tía pasado el rato y otro euro, le explico. No se dan citas para el mismo día señor. Es que... (le explico que sólo es para la luz de freno) Sí pero le estoy diciendo que no damos citas para el mismo día, puedo mirar si hay para mañana, dígame la matrícula y para donde la quiere..., ¡Para mañana tengo ya una a las diez!, Sí, pero usted la quiere de segunda inspección ¿no es eso?, pues la que usted tiene es para primera y esa no le vale, Bueno pero..., Déme la matricula del coche (se la doy). Mire le puedo dar para mañana a las diez, ¿le conviene?, Sí, De acuerdo señor, tome nota, tiene usted cita de segunda inspección para mañana viernes a las diez en la Inspección Técnica de... Alucino.
Al final fui esa tarde otra vez sin cita y no había nadie y en diez minutos me habían mirado la luz y ya estaba todo y se acabó esta triste historia. Bendita sea la gloriosa burocracia y prosperidad tenga el mamoneo que se nutre de sus tretas. Plaga, al fin, inradicable.
¿Y en cuanto al domingo solidario...? No sé, ha sido hace unos días, y según han dicho en la tele se han sobrepasado todas las expectativas, un éxito. Y yo me alegro. Pero sigo pensando…, aparte de todo eso de que luego no llega ni la mitad, y de que las empresas y los bancos usan el dinero y la oportunidad de la caridad para forrarse como con cualquier otro negocio, y de que en los desastres que han ocurrido hace diez años todavía no ha llegado ni la mitad de lo recaudado, que eso ya se sabe que es así pero que no es por donde voy ahora y que algo llegará y que a lo mejor es verdad que es mejor que se les dé, aunque llegue sólo un poco, que que no les llegue nada, ¿no hay por ahi en este caso concreto un error elemental de cálculo? Porque la inspección técnica no es un bien que se consuma a voluntad, sino todo lo contrario. Luego el número de inspecciones que se hagan en un periodo va a ser el mismo con domingo solidario que sin él. El sacrificio del descanso dominical es improductivo en este caso. Igual habría dado que la empresa pública, Verificaciones Industriales de Andalucía, hubiera declarado solidario cualquier otro día laboral. A efectos económicos. Que es el único efecto que debería de importar en este tipo de acciones. Es más, haciéndolo un día laboral la empresa se habría ahorrado el gasto de mantenimiento de las instalaciones y de cierto número, exacto y cuantificable, de sobre emisión de ceodós que se habrán generado currando un día extra. Y se habría evitado además el peligro de dos posibles desajustes funcionales que encerraba el domingo laborable. Que, o bien por acudir mogollón de solidarizados se hubieran ocasionado atascos, esperas y sobrecargas que en días normales llevan siempre a tensiones horrorosas (como al parecer pasó, porque han dicho que el dinero de los que no pudieron ser atendidos también será entregado a la causa cuando pasen por fin la revisión, y aunque, como sarna con gusto no pica, las esperas habrán dado lugar a escenas de confraternización dominical y solidaria), o que (conociendo el panorama, era muy poco probable) hubieran acudido tan pocos parroquianos que no hubiera servido de nada toda la campaña organizada. Para todos los efectos era mejor hacerlo un día laboral. Lo único que no habría conllevado la forma de aportar en día de diario es la dosis de bombo y platillo del olor de sacrificio obrero extra que tiene lo de currar un domingo sin cobrar. Ese toque efectista y penitente habría sido lo único que se habría perdido. Pero claro, precisamente, ese matiz seudo ecucarístico que tiene la ofrenda de la festividad, aunque no sirve una mierda para aliviar el dolor de las pobres víctimas haitianas, es, sin ninguna duda, lo que más habrá alimentado aquí al rollo macareno del globo humanitario que les ha llevado a estar, a todos, de acuerdo en hacer el sacrificio de ese día de asueto en su socorro.
¿A todos? permitidme que a mi edad yo no pueda ya creerme ciertas cosas. No es por sacarle punta al lápiz pero, cuántos no habrán ido a currar ese domingo cagándose por dentro en fulanito, que siempre tiene que estar dando la nota implicando a los demás ¿Habrá habido votación? ¿Cómo se habrá decidido por cada centro de trabajo si había suficientes de acuerdo como para poder abrir? ¿No ha habido nadie que haya planteado que currar más en realidad no aportaba nada? ¿Hasta que punto habrá influido en algunas criaturas tener contratos más o menos inseguros? ¿Cuantos niños, y otras excusas, habrán sido enfermados, o ocurridas de forma repentina, como achaque para hacer eludible lo que no era desde luego fácil de eludir diciendo sin más que no se tenía puta gana?
Y, en otro orden de cosas, ¿cuántos de estos solidarios domingueros albergan, a diario, por ejemplo, tremendas ganas de endurecer la ley de extranjería? ¿Que qué tiene que ver? Pues mucho, mucho, por ahí van los tiros de lo que me repele a mí de este tipo de parafernalias. Más si son corporativas. Y desde luego si, como en este caso, por eso de no producir el sacrificio beneficio, se convierten en una prueba palpable de que la caridad de antaño, la rancia, la de toda la vida, la de aquella noble señora hijastra de una exprincesa que husmeaba las bandejas tras de un güiski on the rock en aquella fiesta a beneficio de los huérfanos, los huérfanos, y de los pobres de la capital, aunque se haya convertido hoy, además de en una carrera universitaria con futuro y en un tipo de empresa de mercado floreciente, en todo un fenómeno social y postmoderno, sigue teniendo todavía ese regustillo penitencial a día del ayuno voluntario. Pero ahora, la solidaridad, además de servir como la caridad para ser bueno, sirve para lavar las conciencias de un Sistema que ya no se basa en la explotación de una clase social en beneficio de la otra sino en desarrollar salvajemente el tercer Mundo en aras del bienestar, dentro de un orden, de todas las clases del primero. Por eso, antes, las que se solían purificar absolviéndose con el ejercicio de la caridad eran las beatas de las familias pudientes y, ahora, creerse felices constructores de un mundo mejor con aportaciones solidarias es cosa de todos los consumidores de una pequeña parte del planeta, al fin y al cabo rica a costa de explotar a esos con los que se solidariza cada día más.
La cosa es que es martes y además de desarreglos. De entrada, la conexión de Iberbanda con la que tengo teléfono e Interné no funciona desde ayer. En las últimas tres semanas hemos estado sin conexión tres días. Además tengo el coche en el taller desde el viernes y me aseguraron que me lo darían hoy. Como no me funciona el teléfono no podía estar seguro de si me habían llamado o no para decirme que me lo tenían. Entonces les he llamado con el móvil y me han puesto al corriente de una triste historia que me ha informado de que, como muy pronto, estará para mañana, y de que tal vez, aunque en realidad no me han dicho nada sobre eso, por ciertos detalles del relato sobre la dificultad habida en conseguir la pieza, puedo ir preparándome por si hay susto en el costo. Qué se le va a hacer. Hace tiempo que me digo que no hay que inritarse por nada en este mundo y menos por una tontería. Lo peor es que se me caduca la iteuve, para la que ya tenía cita para mañana. Entonces he pensado que iba a ser bueno e iba a llamar para anularla. Claro que como es un nuevecerodós no es cosa de llamar con el móvil porque no veas el palo. Así que he decidido bajar a la cabina de la plaza a hacer la llamadita. También podía haber pasado y santas pascuas, ahorrarme el gasto y el trastorno como cualquier persona normal, pero como soy gilipollas, he decidido ser bueno, ya lo he dicho, y he buscado las monedas que podía tener sueltas y he bajado con un euro diez a cumplir con mi deber de buen ciudadano. Enfrente de la cabina, con las puertas abiertas de par en par, están de entierro en la iglesia y, al lado, en medio de la calle, el coche fúnebre con la trampilla levantada espera que le metan por detrás el féretro cuando salga del oficio. Pero eso nada tiene que ver con esta historia, sino es poner una cierta nota tétrica y verídica en el decorado. Llego pues al único teléfono público del pueblo, que es un maquinón enorme clavado en la pared, mientras descuelgo veo que tiene escrito de fábrica encima algo de euro no sé qué, que debe de querer decir que está dentro de norma, y meto el euro diez. Marco. Entonces ha arrancado una voz de tío muy seria y profunda, de dicción mecánica muy profesional, y ha dicho algo así como que todas las iteuves de la empresa de iteuves andaluzas iban a abrir el domingo para dar la recaudación a lo del terremoto de Haití, pero con una alocución tan historiada que para cuando ha acabado de soltarlo todo, y para mi sorpresa, quedaban sólo 25 céntimos de saldo en la pantallita de saldo del teléfono y nada más salir por fin la voz de la tía que se encarga de las citas se ha cortado la comunicación, a pesar de que, según la pantallita, quedaban todavía 10 céntimos de crédito, porque debe ser que corta por lo sano para no perder uno siquiera. Y ahí me ves como un tonto del culo, alucinado con lo que me acababa de pasar. Por mi cabeza ha pasado, lo primero una perplejidad que no acababa de dejarme dar crédito a lo que había oído, y luego una constatación de que tal comunicación le había supuesto a la telefónica un euro de ganancia. Porque los diez céntimos me los ha devuelto al colgar como si fueran una mierda. Entonces subo a casa y busco más monedas. He encontrado un euro sesenta y he decidido volver a llamar para ver si lograba, todavía, como un gili que soy, conseguir anular la cita en beneficio del sistema y del bien común (también, y sobre todo, del de la telefónica), pero también, y sobre todo, para recabar detalles de la grabación. Llego al teléfono, repito la marcada y en cuanto vuelve a salir la voz mecánica del tío que recita, aplico todos mis sentidos, y aunque no puedo recordar los detalles grandílocuos exactos, lo que dice es algo así:
Que La empresa no sé qué de iteuves de Andalucía abrirá sus puertas el próximo domingo, que la totalidad de la plantilla ha decidido trabajar ese día para entregar su salario para ayuda a los damnificados del terremoto, que si quiere usted pasar la inspección técnica de su vehículo ese día, ponemos en su conocimiento que la totalidad del importe de su servicio será entregado para los de Haití, que no hace falta tener cita previa para ello, y por fin que si usted está interesado en pasar la revisión de su vehículo otro día espere un momento por favor que ahora sale la operadora.
Para cuando sale la tía quedan 70 céntimos de crédito en la pantallita del telefonón, 60, 50, para cuando le he explicado que quiero anular una cita porque no me han devuelto el coche del taller y le he dicho la matrícula que me ha pedido, 30, 20, para cuando me dice que un momento señor, señor no se retire que va a anularla y me pregunta si quiero cambiarla para otro día, piiiii, fin de la comunicación, aunque en la pantallita ponía 10 céntimos de crédito como la otra vez, pero esta, cuando cuelgo, no me devuelve nada.
Medio pasmado vuelvo a subir a casa, pensando qué hacer, si volver a llamar, si mandar la anulación de la cita a tomar por culo, si pedir cita nueva por si acaso está el coche para mañana, si pasar hasta que sepa seguro cuándo me da el coche el taller... Me ha decidido a volver a llamar el morbo de intentar grabar el jodío mensaje. Entonces he buscado más monedas por toda la casa, pero no he logrado encontrar nada más que otro euro con ochenta. He cogido la pequeña grabadora digital y me he dirigido al teléfono de nuevo con ánimo raposo de inmortalizar el mensaje impositivo que me había sacado ya una donación, si no excesivamente grande sí descaradamente obligatoria, pero a la compañía telefónica. Bajo, paso al lado del conductor del coche fúnebre, con traje negro barato, plante de macarra rural, y gafas negras de las de los negros, que ha salido del coche y habla con su ayudante, una mujer vestida con pantalón negro y jersey rosa pálido, al lado de él, también fuera del coche, descuelgo, llamo, y antes de que salte la voz, aplico el micro de la grabadorilla al auricular. Así que ahora sí puedo decirte exactamente lo que dice el menda:
Las cincuenta estaciones ITV, gestionadas por la empresa pública Verificaciones Industriales de Andalucía, abrirán sus puertas el próximo domingo 24 de enero para ayudar a los damnificados en el terremoto de Haití. El personal de V.E.I.A.S.A. trabajara ese día de forma altruista y la empresa donará el cien por cien de la recaudación a la Cruz Roja en beneficio de las víctimas. Si está usted interesado en realizar la inspección Técnica de su vehículo en el próximo domingo veinticuatro, no es necesario que pida cita previa, será atendido en todas las estaciones de nueve a una y media por orden de llegada. Recuerde que ese día el cien por cien del coste de su revisión irá destinado a quienes más lo necesitan. Si usted no pudiera realizar la revisión de su vehículo en dicha fecha, no cuelgue, enseguida será atendido para la gestión de su cita. Muchas gracias.
Todo esto dicho con su pompa, su eco y su parsimonia.
Para cuando por fin tengo a la tía, le cuento que se me ha cortado la comunicación durante la anulación de una cita y no sé si se ha anulado o no, (creo que es la misma pero no puedo estar seguro), le vuelvo a dar la matrícula que me pide, y me dice que sí, que estaba ya anulada, la pantallita del teléfono marca que me quedan 40 céntimos. Ella me pregunta que si me da una cita nueva, yo le digo que si no pasa nada porque pida una y luego la vuelva a anular si el taller me vuelve a fallar y ella me dice que no, le voy a decir que me la dé para el jueves y entonces veo 30, en la pantallita, le digo que no va a dar tiempo que estoy en una cabina porque no me funciona Iberbanda y que no me quedan más monedas ni tengo dónde conseguir cambio, ella dice que se puede intentar y yo, viendo que marca 20, le digo que no, que no da tiempo, que la culpa es del rollo ese que se marcan al principio y que ya me ha costado varias llamadas y perder todas mis monedas, y encima no he podido hacer la gestión. Sí, alcanzo a oírla decir secamente, con un claro deje de fastidio, lo juro, que me indica que no debo de ser el primero que se queja y que a ella tampoco le debe parecer la idea de currar un domingo buena al cien por cien, y se corta por tercera vez la comunicación. Con la pantallita como siempre marcando que quedaban 10 céntimos todavía.
Entonces, más perplejo que iracundo, porque no tiene sentido cogerme un arrebato, aunque sin poder evitar tender a cabrearme, diciéndome que por lo menos había conseguido captar el mensajito, he decidido ponerme a escribir como una especie de terapia y forma de sacar provecho de las pejigueras haciendo con ellas este Rollo matutino. Porque es alucinante. Alucino con que toda una plantilla de currantes decida currar gratis un domingo. Alucino con la conjunción del mensaje solidario y el robo del nuevecerodós. Me sorprende que un ente empresarial de la Administración haya decidido dar toda esa pela y pueda, administrativamente, hacerlo ¿De qué estamento de la empresa, pública, habrá saltado la chispa genuina de la idea y cómo habrá ido fraguando hasta la unanimidad gremial? No sé por qué me asquea pensar en los hilos que han tejido esa madeja ejemplarizante. Haya sido la génesis vertical o horizontal, la bola se ha debido de cocer en una tríada perfecta. Se habrán acordado la esfera mercantil con la política y la sociosindical. El asunto, lejos de congraciarme con un supuesto ejemplo humanitario de encomiable civilización, me mosquea. Me mosquea de forma espontánea e instintiva. Y eso me hace sentir de alguna forma por ahí si no debería plantearme el por qué soy yo tan malo. Encima. ¿Por qué?, me cago en la leche puta ¿Por qué encima voy a tener que tener corte de tener mosqueo por verme obligado a dar dinero a una empresa choricera en nombre de un rollo solidario? Además, algo me repugna en sí en este asunto de solidaridad corporativa. Instintivamente ¿El tono ampuloso del anuncio que tan caro me ha salido recibir? ¿La génesis de moralina neobeatona y de qué bueno que soy que sostiene este tipo de acciones? ¿El ver el río de dinero que el desastre ha empezado a generar nada más producirse y que principalmente va a servir para regar las propias estructuras responsables de que esa gente que dicen auxiliar lleve siglos en la putísima miseria y lo que les espera? ¿Ese tilín que tiene por ahí este tipo de acciones de borregüilismo de ayer y de mañana? No sé. Lo que sea. Pero algo me repele en este asunto ejemplar de solidaridad síndica de empresa colectiva que me han hecho tragar hace un momento, y no es precisamente lo que más el precio de su obligada información.
Miércoles. Vuelve a funcionar mi teléfono con Iberbanda y a medio día me avisan de que el coche ya está. Así que vuelvo a llamar para pedir cita para el día siguiente y me tengo que volver a tragar otra vez el rollo. Pagando. Poco o mucho, pero soltando. Obligatoriamente. Para una empresa no precisamente buena. Bueno. Estamos en un mundo rico y yo debo ser el único que considere esas pequeñas cantidades de cuatro o cinco euros. Aprovecho para tomar notas mentales del tono, de detallitos, de las cosas que me sugiera para escribir luego esto... Cuando por fin sale la tía y le explico, me dice que para el día siguiente ya no puede darme cita y que para el otro que le dé la matricula si soy tan amable y luego me dice que sí, que para el viernes a las diez. Esta vez, como no ha habido monedas ni pantallita meditoria, no te puedo decir cuánto he ingresado en la sagrada cuenta de las telefonías.
Por fin decido ir el jueves a primera hora sin cita ni hostias a ver qué pasaba. Me encuentro con que no hay casi nadie y me cogen los papeles en seguida y sólo tengo que esperar veinte minutos. Lo hago tranqui seguro de que todo irá bien porque ya me han revisado el coche en el taller. Pero no. La luz de freno. Que no va, dice el chavalito que lo mira. Pero cómo. Nada, que no va. Que tengo que pedir cita, me precisa, para volver cuando esté arreglada. Vuelvo al taller. Sí, ciertamente, no va. Esas cosas pasan, es el interruptor del pedal, me dicen. Juran que ayer funcionó cuando lo comprobaron. Tres veces. Pero eso no es problema, concluyen, lo piden y por la tarde cuando llegue en un plis plas me lo ponen y ya está. Así que, claro, tengo que llamar otra vez para volver a pedir cita porque, aunque tengo pedida la del viernes, como es sólo comprobar que ya funciona la maldita luz, quizás me puedan dar para esa misma tarde. Llamo. Las cincuenta estaciones ITV, gestionadas por la empresa pública, Verificaciones Industriales de Andalucía, abrirán sus puertas... Sus muertos todos y la puta mierda del tío y de las cincuenta estaciones. Sale por fin la tía pasado el rato y otro euro, le explico. No se dan citas para el mismo día señor. Es que... (le explico que sólo es para la luz de freno) Sí pero le estoy diciendo que no damos citas para el mismo día, puedo mirar si hay para mañana, dígame la matrícula y para donde la quiere..., ¡Para mañana tengo ya una a las diez!, Sí, pero usted la quiere de segunda inspección ¿no es eso?, pues la que usted tiene es para primera y esa no le vale, Bueno pero..., Déme la matricula del coche (se la doy). Mire le puedo dar para mañana a las diez, ¿le conviene?, Sí, De acuerdo señor, tome nota, tiene usted cita de segunda inspección para mañana viernes a las diez en la Inspección Técnica de... Alucino.
Al final fui esa tarde otra vez sin cita y no había nadie y en diez minutos me habían mirado la luz y ya estaba todo y se acabó esta triste historia. Bendita sea la gloriosa burocracia y prosperidad tenga el mamoneo que se nutre de sus tretas. Plaga, al fin, inradicable.
¿Y en cuanto al domingo solidario...? No sé, ha sido hace unos días, y según han dicho en la tele se han sobrepasado todas las expectativas, un éxito. Y yo me alegro. Pero sigo pensando…, aparte de todo eso de que luego no llega ni la mitad, y de que las empresas y los bancos usan el dinero y la oportunidad de la caridad para forrarse como con cualquier otro negocio, y de que en los desastres que han ocurrido hace diez años todavía no ha llegado ni la mitad de lo recaudado, que eso ya se sabe que es así pero que no es por donde voy ahora y que algo llegará y que a lo mejor es verdad que es mejor que se les dé, aunque llegue sólo un poco, que que no les llegue nada, ¿no hay por ahi en este caso concreto un error elemental de cálculo? Porque la inspección técnica no es un bien que se consuma a voluntad, sino todo lo contrario. Luego el número de inspecciones que se hagan en un periodo va a ser el mismo con domingo solidario que sin él. El sacrificio del descanso dominical es improductivo en este caso. Igual habría dado que la empresa pública, Verificaciones Industriales de Andalucía, hubiera declarado solidario cualquier otro día laboral. A efectos económicos. Que es el único efecto que debería de importar en este tipo de acciones. Es más, haciéndolo un día laboral la empresa se habría ahorrado el gasto de mantenimiento de las instalaciones y de cierto número, exacto y cuantificable, de sobre emisión de ceodós que se habrán generado currando un día extra. Y se habría evitado además el peligro de dos posibles desajustes funcionales que encerraba el domingo laborable. Que, o bien por acudir mogollón de solidarizados se hubieran ocasionado atascos, esperas y sobrecargas que en días normales llevan siempre a tensiones horrorosas (como al parecer pasó, porque han dicho que el dinero de los que no pudieron ser atendidos también será entregado a la causa cuando pasen por fin la revisión, y aunque, como sarna con gusto no pica, las esperas habrán dado lugar a escenas de confraternización dominical y solidaria), o que (conociendo el panorama, era muy poco probable) hubieran acudido tan pocos parroquianos que no hubiera servido de nada toda la campaña organizada. Para todos los efectos era mejor hacerlo un día laboral. Lo único que no habría conllevado la forma de aportar en día de diario es la dosis de bombo y platillo del olor de sacrificio obrero extra que tiene lo de currar un domingo sin cobrar. Ese toque efectista y penitente habría sido lo único que se habría perdido. Pero claro, precisamente, ese matiz seudo ecucarístico que tiene la ofrenda de la festividad, aunque no sirve una mierda para aliviar el dolor de las pobres víctimas haitianas, es, sin ninguna duda, lo que más habrá alimentado aquí al rollo macareno del globo humanitario que les ha llevado a estar, a todos, de acuerdo en hacer el sacrificio de ese día de asueto en su socorro.
¿A todos? permitidme que a mi edad yo no pueda ya creerme ciertas cosas. No es por sacarle punta al lápiz pero, cuántos no habrán ido a currar ese domingo cagándose por dentro en fulanito, que siempre tiene que estar dando la nota implicando a los demás ¿Habrá habido votación? ¿Cómo se habrá decidido por cada centro de trabajo si había suficientes de acuerdo como para poder abrir? ¿No ha habido nadie que haya planteado que currar más en realidad no aportaba nada? ¿Hasta que punto habrá influido en algunas criaturas tener contratos más o menos inseguros? ¿Cuantos niños, y otras excusas, habrán sido enfermados, o ocurridas de forma repentina, como achaque para hacer eludible lo que no era desde luego fácil de eludir diciendo sin más que no se tenía puta gana?
Y, en otro orden de cosas, ¿cuántos de estos solidarios domingueros albergan, a diario, por ejemplo, tremendas ganas de endurecer la ley de extranjería? ¿Que qué tiene que ver? Pues mucho, mucho, por ahí van los tiros de lo que me repele a mí de este tipo de parafernalias. Más si son corporativas. Y desde luego si, como en este caso, por eso de no producir el sacrificio beneficio, se convierten en una prueba palpable de que la caridad de antaño, la rancia, la de toda la vida, la de aquella noble señora hijastra de una exprincesa que husmeaba las bandejas tras de un güiski on the rock en aquella fiesta a beneficio de los huérfanos, los huérfanos, y de los pobres de la capital, aunque se haya convertido hoy, además de en una carrera universitaria con futuro y en un tipo de empresa de mercado floreciente, en todo un fenómeno social y postmoderno, sigue teniendo todavía ese regustillo penitencial a día del ayuno voluntario. Pero ahora, la solidaridad, además de servir como la caridad para ser bueno, sirve para lavar las conciencias de un Sistema que ya no se basa en la explotación de una clase social en beneficio de la otra sino en desarrollar salvajemente el tercer Mundo en aras del bienestar, dentro de un orden, de todas las clases del primero. Por eso, antes, las que se solían purificar absolviéndose con el ejercicio de la caridad eran las beatas de las familias pudientes y, ahora, creerse felices constructores de un mundo mejor con aportaciones solidarias es cosa de todos los consumidores de una pequeña parte del planeta, al fin y al cabo rica a costa de explotar a esos con los que se solidariza cada día más.
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