¡No puedoooo, no puedo, no puedo! No puedo soportarlo. Esas campañas para que demos algo para salvar negritos. Me pasa como cuando enseñan a un vampiro un crucifico. Me pongo hecho un basilisco. Porque manda cojones.
En vez de decir, ¿cuanto hace falta pagar a los trabajadores de esas industrias que nosotros explotamos en sus precarios países para que puedan llevar a sus hijos, una vez ya con los mismos problemas de colesterol que los nuestros, a clases extraescolares de las diferentes pianeces que vayan estando de moda? Tanto. Pues Tanto. Tengan ustedes, por sus riquezas y sus trabajos. No. Dicen, ¿tántooo? Qué va hombre que va. Ni de coña. Para que tengamos que pagar por el ordenador un güevo, en vez de pagarlo a pelo puta. Crisis. No. Mejor manténganse o se creen los gobiernos mangantes y asesinos necesarios y úsense todas las posibilidades a nuestra mano para que a través de onus y anos y de guerras ilegales o de ayuda pacifista humanitaria la cosa vaya más bien todo lo en el sentido contrario que se pueda procurando que sea sostenible una situación digna. Para nosotros. Que nos salga todo su trabajo y su riqueza por na y menos. Expórteseles además deudas monstruosas que les tengan siempre dándonos dinero. Y para adornar toda esa triste miseria generada con el Desarrollo, créense oenegés hasta que den asco. De todo tipo. De todo modo. Total eso tranquiliza conciencias, genera un tránsito económico importante para los que lo encaucen, y, encima, da trabajo. Y en navidad, campaña. Venga anuncios, venga cartas cooperantes con las facturas del teléfono o del banco o de correos, o de..., venga a vender caridad los famosos al tiempo que perfumes con su nombre. Levantas la tapa del yogur y ahí está la ignominia unida al marquetin. Y yo no puedo ¡Yo no puedoooo! ¡Me pasa como cuando enseñan a un vampiro un crucifijo! Y me entra una mala leche de la hostia. Y no me puedo quedar sin cagarme en toda esa industria asquerosa que consigue crecer cada año la hostia al mismo ritmo que crece la miseria que dicen combatir.
-Ayhh, ¡deja ya de quejarte y piensa en lo bonito de la vida!
-No, si no me quejo por mí ¡me quejo por los pobres negritos esos que nos tienen con su hambre en la gloria!, ya que me los traen a la memoria, por hacer algo por ellos. En navidad.
Y me acabo el yogur y lo tiro a la basura y me dedico a imaginarme el prínguili encorbatado que ha ideado el eslogan, en esa reunión de dirección de personal publicitario en torno a esa mesa de trabajo donde después de discutida ha sido aprobada la presentación por ser buena al desarrollo de la empresa, ¡y un gesto importante por la erradicación del hambre! Y oigo sus jergas, y veo sus ademanes, y huelo el perfume de su ambiente y paro la película por no acabar echando una pota yogurtera en medio de la cocina.
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