27 jun 2012

Rollos matutinos 70

La obra

Pues esto en principio va a ir sobre, la obra (luego ya veremos en lo que acaba yendo). Significando la obra, el hacer. Es decir, no tanto en cuanto a objeto sustantivo sino al proceso en sí de obrar. Pero al mismo tiempo también me va a interesar para lo que quiero describir, la obra en cuanto a obra obrada, es decir, como nombre del producto final de la obra. No se si me explico. Es vaporosa la significación de la palabra obra y más antepuesta del artículo determinado, la obra. Tiene una semántica…, ¿sutil? No sé, en cualquier caso profunda y muy compleja. Tiene miga. Obra. Obrar. La obra de la obra es la obra, se podría decir, y contraviniendo una de las reglas sagradas de la definición se consigue en este caso acercarse a detallar lo que intento expresar con el título de esto. La idea que quiero devanar, en cualquier caso, está ovillada en el orbe de la obra y buscando encontrar modo para expresar lo que, la obra, ha traído consigo en mi cabeza, he buscado en diccionarios y en concreto en uno etimológico del siglo XIX. Dice lo que el DRAE de ahora, pero cuenta un cuento que es aclaratorio de lo que diferencia la obra del hacer. Se trata de un tío que quiere vengarse de un loco por no importa qué y que por ello le endiña a traición un estacazo en la cabeza que le pone a cavilar. Nunca mejor dicho. O sea, que por el ceporretazo le sale un montón de sangre del coco y sufre muchísimos dolores y quebrantos pero como consecuencia de él le vuelve la cordura. Y dice el diccionario entonces que el vengador ha obrado mal, pero ha hecho un bien. Dicho esto, y sabiendo que antes también se decía, la hacienda, para referirse a la obra, acción o suceso, pues esto va a ir en principio sobre la obra en cuanto a lo que se refiere a ese tipo de hacer, y por después y al mismo tiempo pues a la obra que esa hacienda produce al obrar. Porque en realidad no sé si se pueden separar en algún caso de verdad los dos sentidos, pero desde luego no si se les quiere usar en lo que voy a tratar de hacerte imaginar ahora cuando te digo, la obra.

Un lío. Vamos a ver. La visión de la idea que trato de hacer surgir aquí, la he tenido esta tarde andando por el bosque de alcornoques y mirando a la lejanía del horizonte en el mar allá a lo lejos por encima del Tiempo y del Espacio. Me he dicho, la obra. Mira tú que cosas. La obra humana, si quieres. La obra de la Vida, quizás también. El obrar… Obrar es un sinónimo perfecto de cagar por otra parte. Antes muy finamente utilizado. Obrar mal, es también tener un estreñimiento de la hostia. Y obrar bien es ir como dios manda a cagar todos los días. Ese significado es muy importante para el conjunto de su significación. Y, ciertamente, de la misma manera la obra de arte, que es la más alta estancia significativa de la obra como palabra conceptual santificada sobre todo en estos tiempos, es ni más ni menos que un producto final de un sistema obrante, en este caso cognitivo, como la hez lo es del obrar intestinal de un sistema con funciones digestivas. Ambas obras son obras igualmente. Es más, cósmicamente hablando, la más importante de las dos sería la hez, sin duda alguna, porque es la única sustancia que puede llegar a involucrar al Universo. Seguramente. Refiriéndonos a la obra humana, la hez es la única de sus obras que el Cosmos pueda comprender. Con la cual puede llegar a sentirse implicado en sus fermentos y afecciones. Con las otras obras nuestras más bien parece que el Cosmos sólo se puede llegar a mezclar en la medida en que tengan al final, como al final todo lo tiene, también un sentido parecido al de la hez. Es decir, también el mejor libro que se piense acabará roído por algún tipo de agente que lo convertirá en abono asimilable por la química anímica que forma el pulsar del Universo. Y sólo en esos casos tendrá seguramente la Obra Cultural Humana algún significado, digamos si se quiere excelso, incluso, por qué no, en el cósmico sentido. Mientras tanto…, la Obra, por muy maestra, por muy genuina que la lleguemos a parir, cósmicamente hablando, es como un cálculo rocoso, como un metal inoxidable, como un objeto inanimado. Algo inerte y sin valencia, inapreciable para el Cosmos. Como también lo es para el sentido Humano, mientras que no encuentre a alguien al que le haga tilín al digerirlo con algún tipo de sus comecocos. Exactamente. Eso es. La más grande obra maestra de la creación que quieras ahora imaginar aquí, cuadro sublime, libro magnífico, bellísima escultura…, no es más que eso, un objeto inanimado que no es nada en realidad hasta que llega un ente lector y lo lee y dice, hostias esto es una obra maestra del arte de… Ojo que de la misma manera y con el mismo criterio y, cósmicamente hablando, con la misma base de razón, puede llegar otro ente igual de lector pero con no sé qué diferencia sensorial en el estilo y decir, vaya una mierda que es esto. Y por qué no. Y es la misma obra. Es así como es y no hay razón cósmica aplicable a ese debate hasta que no llega esa transformación de la obra en algún tipo de mierda fermentable en comida para otros reactivos y entra a alimentar la cadena alimenticia de la comprensión universal. Y entonces, sólo un Criterio Cósmico podrá decir cómo de buena o mala era la obra, en base a algún tipo de patrón que quizás tenga para medir la escala de su aprovechamiento. ¿Era por ahí por donde iba la visión esta tarde en el alcornocal? Porque mira que es difícil atraparlas y traerlas a la pantallita del monitor del programa tratatextos. A las visiones que se tienen cuando se pasea en la gloria por entre los alcornocales a más de mil metros de altura. Sí, la cosa era que he visto a las obras de todo el Arte nuestro (las maestras, las malas, las de culto, las comerciales, las filosóficas, las literarias…), cuando nadie las mira, y no eran todas sino nada. En realidad son partículas como las cuánticas, me he dicho, que cambian en cuanto que se las observa. Y sin observador son nada. Luego depende. De quién las observe. Y nunca se puede saber qué serán en ese entonces. Pero desde luego sí que no serán nunca lo mismo. Pasarán así un tiempo así siendo la mayor parte del Tiempo nada y a ratos un montón de cosas disparejas, y luego un día se perderán para siempre como parte del transcurso del obrar del Universo. Como todo. Y me recreé en detalles tragicómicos, como ver tantísima gran obra interesante por ahí perdida sin que nadie, concretamente yo, las llegue a dar vida con su vista jamás. Y también examinando la de gilis que alaban grandes obras, que nunca se han parado ni siquiera a mirar, por aleccionamiento, como loros bien educaditos por un sistema de cultura que en el fondo nada tiene que ver con lo que tendría que ver La Obra de verdad. Luego vi una comparación de todo esto con la vida personal de cada bicho viviente. No sé. ¿Se podría decir que existe una perfecta sinonimia de ser y de destino entre la obra y la vivencia? Fue algo así como comprobar que de la misma manera que las obras de arte sólo tienen importancia cuando las carga uno esa simbología, uno sólo es eso tan importante y tan grandioso y tan egocentrado que se cree que es, cuando le toca a uno serlo y mientras tanto. Después, mirado fuera de ese punto de observación exacto, la vivencia, como la obra, pierde todo su valor existencial y se convierte en algo nimio, igual de inanimado que la obra que elaborara con cálculo paciente y luminario durante su existencia, tal vez no sin sentido pero sí sin sentimiento, hasta que accidente absurdo llega a ser vista desde aquí bajo este punto de vista la vivencia, y en cualquier caso pequeñísimo sinser perdido entre tantísimos miles de millones de lo mismo, que al fin en realidad, mirado fuera del conjunto especie, tampoco es en conjunto nada. Y sin embargo, en cuanto que uno se lee, da igual si lo hace con gozo o con sombras, qué infinita maravilla lo que se presupone. Pues eso. Concluí entre los alcornoques. Eso de la obra debe de ser un giro dentro del girar de la vivencia que debe ser un giro dentro de otro girar que ya sabrá quién corresponda cuál es si existe y si lo sabe. Y en ese sentido tiene uno que obrar viviendo para hacer con su vivir, la más preciosa de todas sus obras. Para que quede también ahí flotando en el plasma sin sentido, hasta que llegue algún sensor al que le llegue durante un momento perdido, o se pierda para siempre en el latido Universal, como una parte más de la Obra Cósmica que alguien esté obrando. Eso da así como que un poco cierta sensación de vértigo ante un tipo de abismo que uno puede llegar a interpretar como una especie de vacío sideral sin fondo. El vértigo da, no obstante, si se sabe manejar, un cosquilleo que puede llegar a ser muy divertido y agradable. En cualquier caso, yo, de todas formas, cuando necesito sentirme en la certidumbre de estar contribuyendo con mi vida a algo sólido y feraz, me dejo de gilipollerías y miro siempre a lo palpable, cósmicamente hablando, y me contemplo en mi otra obra, la verdaderamente trascendente, y entonces soy feliz. Porque yo obro muy bien, y cada día voy, indefectiblemente, a comulgar con el rito de dar mi creación al váter. Y después de hacerlo siempre siento que me invade la gran paz interior de la obra bien hecha.




Postpost:
A la mitad del texto me di cuenta de que hay en realidad otras obras de la obra humana, aparte de la de los restos de la devastación que nos metemos por la boca y nos sale por el ano, que también son apreciables en un sentido universal, porque interactúan muy directamente con el devenir estructural del Cosmos. Como es todo ese género de lo radioactivo enterrado por miles de millones de años en cada vez más agujeros, y el DDT metido en el genoma de todo bicho viviente. Me molestó un poco notarlo porque me quedaba bien que sólo las cagadas biológicas formaran parte de nuestro legado artístico, para la armonía léxica que le estaba dando al texto. Pero enseguida vi que no pasaba nada, no había ruptura de la línea narrativa, porque en realidad cuadra este aspecto por completo en mi visión, ya que estas obras no salen exactamente por el ojete del tubo digestivo, pero es la misma mierda de la Cultura de la Contaminación que vertebra el arte de toda nuestra obra. Se trata sin duda pues, de nuestra mejor cagada. Y sin duda metemos en ella los más altos valores de nuestro conocimiento. Se encargue de su crítica la gravedad que rija todo lo creado. Lo que no sé es si el hacer de ese vientre da también paz interior después de la obra, al menos a sus defecadores. Espero que sí, porque estaría bueno que encima ni siquiera.

Queda también para otro testo, el considerar que, si somos nosotros la obra de un Señor, qué tipo de señor es el obrante y qué tipo de obra la que ha obrado el Señor.

Y, la obra de la foto que he puesto es de John Heijink (yo tampoco sabía quién era). Muchas veces, busco en google imágenes algo que se me ocurra ocurrente en relación a mi testo, cuando voy a colgarlo, como forma de hacer decir algo al azar, que sabe mucho. Y en este caso ha sido esto lo que me ha parecido que ni pintado. Encima se titula Bonnie and Clyde, lo que insinúa una infinidad de ricas sugerencias exquisitas al obrar de la obra, y a la imagen de la obra que quería yo obrar cuando me senté aquí, en el retrete de mi silla con ruedas giratorias del Alcampo. Enfrente del cuadrado vacío del monitor en blanco.

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