Joder, cómo puede ser que en la cabalgata de Madrid, hayan hecho el rey mago negro con un blanco tiznao. Y por lo menos al paje que salía con él en la pantalla de la tele también. Dos tiznaos. Para hacer de negros. En medio de un supertinglao que no ha reparado en medios. Ni en cositas caras. Ni en lo que hiciera farta gastarse para dejar a la capitá con la imagen de curta y de puesta en este mundo y en las técnicas más refinadas de la espectacularidad más puntera y vanguardista que le corresponde, ante Españia y ante el Globo entero. Eso no es casualidad. Hombre, eso... Eso es tela. Marinera. De entrada es una cutrez que tira pa’trás. Y luego... Eso está hasta feo, ¿no? Hoy día. Eso huele a cosa chunga. A sentires reveníos escondidos en lo jondo. Eso... Eso es cutre pero que de profundis. Vaya, vaya, vaya. Lo que viene a descubrir. El betún del rey negro de la cabalgata de reyes de Madrid.
Y eso... sin duda se habrá debatido en los culturales comités de las secretarias de Cultura, encargadas de manejar los presupuestos y tomar las decisiones. Cómo no. Habrá tenido lo de tiznar sus partidarios y sus detractores. Cómo me gustaría oír los detallitos de esas argumentaciones ¿O es que no ha habido nadie que se haya planteado que eso quizás fuera, o fuese, demasiado inconveniente como para ponerse a hacerlo?
A mí siempre me parece (como toda la navidad) lo de los reyes magos horroroso. Un culto al consumo de masas para que la misma masa se consuma en su consumo. El orgasmo de tendero convertido en cosa pública, santa, y fiesta de obligado cumplimiento. La consumolatría hecha religión de religiones. Me inrita ver esas campañas jugueteras consumando cabalgatas en las que se trata a los niños como a tontos y a los padres como idiotas con poder adquisitivo. Me asquea comprobar que no hay elemento político que no le baile el agua al ritual. De pronto el asunto se convierte en una cuestión de estado y como tal se lleva la mitad del tiempo de los informativos. Pero eso es lo de siempre y lo de menos. Lo de más... Lo de más ha sido hoy el detallito de ver a un tiznao haciendo de rey mago negro. En Madrid. Porque es que eso no ha podido ser por casualidad.
Sin embargo, luego, en el acto final, en Cibeles, con un castillo de fuegos artificiales que no veas, no han puesto a toda mecha por la megafonía la cancioncilla esa de a Belén pastores a Belén chiquillos, por ejemplo, que iría más a juego con lo de los tiznes ancestrales, no, han puesto Imagine. De John Lennon. Para que acabara yo de vomitar por si no había tenido ya bastante. De pronto me ha parecido una herejía, por decirlo de alguna manera para que me entiendas. Ese mundo que imaginó Lennon comparado con la imbecilidad de Reyes, encima con el negro de betún. Tiene su gracia la contradicción que encierra. Es posible que el que haya elegido la canción no se haya fijado bien en lo que dice el texto. Quizás no sepa inglés, sencillamente. A mí me ha hecho volver a pensar en un hecho que me aterra desde hace tiempo. Es, que ya no queda nada sagrado, nada serio que vender. Que lo mismo se usa el Himno de la alegría para anunciar un detergente, que la idea de la reencarnación del Lama para que te entren ganas de cambiar de coche. Y quién le iba a decir al Lennon que su canción iba a ser utilizada por ejemplo ahí, esta noche, mezclándose con esa voz de fondo de la presentadora oficial de la tele que decía, ay, qué bonito, qué final. Sí, qué final, decía el presentador (siempre son dos y en estereopareja hetero), Imagine, te imaginas. Sí, decía ella, cuánta gente está ahora repitiendo esa letra con John Lennon, cantándola con él, imagina un mundo sin guerras, imagina toda la gente en paz,... estoy emocionada, ¡todos estamos emocionados!, ¡Sí sí, todos los que estamos aquí queremos un mundo en paz...!, mira creo que estoy hasta llorando un poco (juro que lo dijo).
Y así hasta la nausea y la arcada y la bocaná. Una bocaná por lo demás, dulzona. Laig. Sensiblera. Pegajosa. Farsa y pringosa, como el cutis del rey mago negro.
Y para cerrar la retrasmisión del rollo, va y dice la tía (para culminar un montón de tontas voluntades más soltadas de carrerilla), ¡que a estos cientos y cientos de miles de niños que están así de ilusionados esta noche, les dure la ilusión... toda su vida! Y se ha quedado tan pancha.
Bendito sea el que la viña plantó.
Yo, señores, por mi parte, no sé si me paso presintiendo un no sé que de tonto en todo eso de andar engañando a los niños con los reyes, pero, de lo que no me cabe duda, es del repelús que me da pensar que se pudieran quedar para toda su vida así de gilipollas. Digo yo. Aunque por ese camino va, tan contentos como la presentadora, en este mundo rico, gran parte del producto de las generaciones nuevas.
La imagen del post es de un tal Robert Gernhardt y se titula, “Frohes Fest!” Venía en una postal que me ha mandado una amiga alemana. Representa a la parte vengadora de Santa Klaus, que allí, al igual que aquí es carbón, lo que les echan a los niños malos es un manojo de ramujas. Y siempre me acordaré de cuando mi amiga me contó cuando sus padres, de broma, le pusieron en el sitio de los regalos su manojo de ramujas, y cómo su inmediata preocupación fue esconderlo de inmediato, para que, de ninguna manera, sus padres se llegaran a enterar de que había sido mala. No sé, me gustó mucho la postal cuando la recibí, y me ha parecido que algo importante aporta a lo que quiero decir, sobre las diferentes lecturas y matices que puede tener andar con cuentos, en este Rollo matutino, surgido de la inritación de descubrir ayer por la televisión cómo en el ambiente de Madrid, al fin mi pueblo queridísimo, hay rancios componentes que andan todavía tiznando baltasares, en vez de elegir su representación natural entre la amplísima gama de negros madrileños.
Y eso... sin duda se habrá debatido en los culturales comités de las secretarias de Cultura, encargadas de manejar los presupuestos y tomar las decisiones. Cómo no. Habrá tenido lo de tiznar sus partidarios y sus detractores. Cómo me gustaría oír los detallitos de esas argumentaciones ¿O es que no ha habido nadie que se haya planteado que eso quizás fuera, o fuese, demasiado inconveniente como para ponerse a hacerlo?
A mí siempre me parece (como toda la navidad) lo de los reyes magos horroroso. Un culto al consumo de masas para que la misma masa se consuma en su consumo. El orgasmo de tendero convertido en cosa pública, santa, y fiesta de obligado cumplimiento. La consumolatría hecha religión de religiones. Me inrita ver esas campañas jugueteras consumando cabalgatas en las que se trata a los niños como a tontos y a los padres como idiotas con poder adquisitivo. Me asquea comprobar que no hay elemento político que no le baile el agua al ritual. De pronto el asunto se convierte en una cuestión de estado y como tal se lleva la mitad del tiempo de los informativos. Pero eso es lo de siempre y lo de menos. Lo de más... Lo de más ha sido hoy el detallito de ver a un tiznao haciendo de rey mago negro. En Madrid. Porque es que eso no ha podido ser por casualidad.
Sin embargo, luego, en el acto final, en Cibeles, con un castillo de fuegos artificiales que no veas, no han puesto a toda mecha por la megafonía la cancioncilla esa de a Belén pastores a Belén chiquillos, por ejemplo, que iría más a juego con lo de los tiznes ancestrales, no, han puesto Imagine. De John Lennon. Para que acabara yo de vomitar por si no había tenido ya bastante. De pronto me ha parecido una herejía, por decirlo de alguna manera para que me entiendas. Ese mundo que imaginó Lennon comparado con la imbecilidad de Reyes, encima con el negro de betún. Tiene su gracia la contradicción que encierra. Es posible que el que haya elegido la canción no se haya fijado bien en lo que dice el texto. Quizás no sepa inglés, sencillamente. A mí me ha hecho volver a pensar en un hecho que me aterra desde hace tiempo. Es, que ya no queda nada sagrado, nada serio que vender. Que lo mismo se usa el Himno de la alegría para anunciar un detergente, que la idea de la reencarnación del Lama para que te entren ganas de cambiar de coche. Y quién le iba a decir al Lennon que su canción iba a ser utilizada por ejemplo ahí, esta noche, mezclándose con esa voz de fondo de la presentadora oficial de la tele que decía, ay, qué bonito, qué final. Sí, qué final, decía el presentador (siempre son dos y en estereopareja hetero), Imagine, te imaginas. Sí, decía ella, cuánta gente está ahora repitiendo esa letra con John Lennon, cantándola con él, imagina un mundo sin guerras, imagina toda la gente en paz,... estoy emocionada, ¡todos estamos emocionados!, ¡Sí sí, todos los que estamos aquí queremos un mundo en paz...!, mira creo que estoy hasta llorando un poco (juro que lo dijo).
Y así hasta la nausea y la arcada y la bocaná. Una bocaná por lo demás, dulzona. Laig. Sensiblera. Pegajosa. Farsa y pringosa, como el cutis del rey mago negro.
Y para cerrar la retrasmisión del rollo, va y dice la tía (para culminar un montón de tontas voluntades más soltadas de carrerilla), ¡que a estos cientos y cientos de miles de niños que están así de ilusionados esta noche, les dure la ilusión... toda su vida! Y se ha quedado tan pancha.
Bendito sea el que la viña plantó.
Yo, señores, por mi parte, no sé si me paso presintiendo un no sé que de tonto en todo eso de andar engañando a los niños con los reyes, pero, de lo que no me cabe duda, es del repelús que me da pensar que se pudieran quedar para toda su vida así de gilipollas. Digo yo. Aunque por ese camino va, tan contentos como la presentadora, en este mundo rico, gran parte del producto de las generaciones nuevas.
La imagen del post es de un tal Robert Gernhardt y se titula, “Frohes Fest!” Venía en una postal que me ha mandado una amiga alemana. Representa a la parte vengadora de Santa Klaus, que allí, al igual que aquí es carbón, lo que les echan a los niños malos es un manojo de ramujas. Y siempre me acordaré de cuando mi amiga me contó cuando sus padres, de broma, le pusieron en el sitio de los regalos su manojo de ramujas, y cómo su inmediata preocupación fue esconderlo de inmediato, para que, de ninguna manera, sus padres se llegaran a enterar de que había sido mala. No sé, me gustó mucho la postal cuando la recibí, y me ha parecido que algo importante aporta a lo que quiero decir, sobre las diferentes lecturas y matices que puede tener andar con cuentos, en este Rollo matutino, surgido de la inritación de descubrir ayer por la televisión cómo en el ambiente de Madrid, al fin mi pueblo queridísimo, hay rancios componentes que andan todavía tiznando baltasares, en vez de elegir su representación natural entre la amplísima gama de negros madrileños.
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