La voráquina.
El Sistema es una máquina voraz. Todo lo engulle y lo transforma y lo caga hecho mierda. Come cada vez con más ganas y tiene cada vez más diarrea. Pero no, Sistema no es la palabra precisa para encarnar la Máquina Voraz. Sí, claro, el Sistema es su engranaje principal, pero no el artefacto. La Máquina Voraz es suprasistema. El Sistema está dentro de ella pero ella es más. Los antisistemas también forman parte de la Máquina Voraz. Por cierto una parte imprescindible. En realidad la vida misma es una máquina voraz. Claro. Pero tampoco es al aspecto Universal de la Máquina a lo que me quiero referir ahora. Lo que quiero que escudriñes es el modelo concreto de Artefacto Devastador Genuino que perfecciona cada día tu élite global y que manufacturamos todos en la cadena de montaje de la Civilización con la Banca Mundial como jugo digestivo, la Cultura como sistema nervioso trasmisor, motriz y lubricante, y el Progreso como café que si hace falta por motivo de salud se toma en su versión descafeinada y ya está. La máquina voraz es imparable, perfecta en su retroalimentación. Su estructura mecánica es más compleja que dios y aunque tiene muchas piezas distintas están interconectadas sin costuras, como la mítica túnica de cristo, formando una sola cosa. El Bienestar, la Democracia, el Mercado de Valores, las Ferias de Comercio, las armas nucleares, la energía eólica, la OMS, la ONU, la NATO, las O¿N?Ges, Bin Laden, el Papa, Manu Chao, los popes, los oscar, los ejércitos haciendo acción humanitaria, el Nóbel, la Alta Costura, el Terrorismo, La CIA, tu tía, esa del pueblo que es viuda de empresario con pensión desahogada y progre y culta y lee a Machado y la del otro, que es también viuda pero pobre y malvive en Vallecas en veinte metros cuadrados con una pensión cutre y vota a la carcunda porque a ver si no quién le va a defender sus cuatro cosas de tanto chorizo asesino criminal e inmigrante que anda suelto por ahí. O la de Maroto, que la pobre se quedó tonta de pequeña por haberse creído que lavarse la cabeza teniendo la regla era malo. Ahora vende cupones de la ONCE. Y la hortera esa pseudoguapa famosa que hace programas cutres de relitichou en la tele privada, asqueada en el fondo, si hace falta, pero que no para de vender en cuanto puede su sonrisa artificial llena de dientes demasiados blancos para que no sean falsos. Y toda la hornada tetranual de políticos electos en el mundo. El deporte, la droga, las becas científicas para la investigación, los créditos a fondo perdido para el desarrollo de las zonas depredadas, el turismo rural, la industria alimentaria contra el colesterol, el exterminio secreto de la emigración ilegal, el voluntariado de lucha contra el alzheimer, el google herth, estudiantes de másteres en desarrollo sostenible y de acción integrada para la salvación de ecosistemas autorregulables. ... Y yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos. Usted, ustedes. Ustedas. Y hasta el doctor chino ese pringaillo que en este momento lleva a toda pastilla el corazón recién desguazado del condenado a muerte que hace minutos fue preejecutado, a algún aeropuerto de Manchuria con dirección a El Vaticano, para un santo trasplante. Y los millones de abunditos, culpables piezas esclavas y sin nombre, que andan montando por na y menos todo el día, coches, cámaras, cosas, chismes, objetos, armas, chuminadas, microchips, pastillas de viagra, esto y lo otro que hace falta para que funcione y crezca sin parar el Gran Mercaraiso. El A.D.G. de marca. La Máquina Voraz.
Y por supuesto: el astronauta, que trabaja duro allá arriba, como que fuera de esto, para que un día se la pueda instalar en nuevos campos vírgenes, a devorar otros cultivos frescos. Por cierto que uno de ellos estuvo jugando al golf el otro día, con un palo de oro, en el Espacio, flotando a beneficio de la ciencia de anunciar no sé qué marca de... ¿cervezas, inversiones...?, ¡qué más da!, pa’llá lanzó la pelotita a que ruede eternamente en el reclamo más caro de la Historia Universal: La Máquina voraz se sabe apretujada, y está loquita por infectar otros Mercaplanetarisos habitables.
Y por supuesto: el astronauta, que trabaja duro allá arriba, como que fuera de esto, para que un día se la pueda instalar en nuevos campos vírgenes, a devorar otros cultivos frescos. Por cierto que uno de ellos estuvo jugando al golf el otro día, con un palo de oro, en el Espacio, flotando a beneficio de la ciencia de anunciar no sé qué marca de... ¿cervezas, inversiones...?, ¡qué más da!, pa’llá lanzó la pelotita a que ruede eternamente en el reclamo más caro de la Historia Universal: La Máquina voraz se sabe apretujada, y está loquita por infectar otros Mercaplanetarisos habitables.
La imagen está pillada de amina.net
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